Había poca luz y él la miraba.Sentado frente a ella, las yemas de sus dedos acariciaban su boca con suaves movimientos circulares.
Sonó la canción que a él más le gustaba y sin decir palabra alguna la sacó a bailar. Rodeándola con una mano, le dijo, hoy te saboreo hasta la última gota y la llevó hasta sus labios.
En su garganta sintió un sabor amargo como tragándose las penas, pero pensó, tal como me gusta.
Ella no decía nada, no podía decir nada y estaba cada vez más vacía. Bailaron dos o tres canciones más. Él se dirigió hacia la barra del bar donde estaba más iluminado, llevándola todavía de la mano. Y ahí mismo, frente a todos, la miró fijamente, lujurioso, la acercó a sus labios nuevamente, la sintió en su garganta, en su pecho, en su estómago, la disfrutaba, ella sudaba frío, no le quedaba casi nada.
Y cuando saboreó hasta su última gota, la asentó con fuerza contra la barra.
—¡Mesero!—gritó—.Otra cerveza.Ejercicio de escritura
Cuento corto