Cap. 1

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 No he ido a la casa en la que solía vivir en mi infancia desde hace años, ni siquiera logro recordar la dirección exacta. Puedo recordar cómo se veían las calles del vecindario, también recuerdo como el camino de entrada se curvaba a lo largo del camino de salida, formando una sonrisa simétrica. Ninguno de mis familiares había mencionado esa casa en años, supongo que mis padres creen que Jessica y yo no nos acordamos de ella porque éramos muy pequeñas en ese entonces. Yo tenía ocho y Jessica solamente cuatro, era prácticamente una bebé.

Ya han pasado unos veinte años desde entonces. Ahora tengo veintiocho años y Jessica esta cerca de cumplir los veinticuatro y finalizar sus estudios universitarios.

Ella estudia al otro extremo del país, pero siempre me llama para estar en contacto. La otra noche me llamo de repente y sin razón alguna cuando yo estaba ya en la cama. Le contesté la llamada preocupada, creyendo que había ocurrido algún tipo de accidente o emergencia.

Al contestar, pude oír música ruidosa del otro lado del teléfono y Jessica sonaba como si estuviera ebria.

―¡Ellie!―gritó, usando el apodo que mis familiares usaban cuando yo era una niña―¿Acaso recuerdas al Señor Sonrisas? Me acabo de acordar de las veces en las que jugábamos con el Señor Sonrisas en nuestra vieja casa ¿Qué le ocurrió? Nunca volví a oírte hablar de él...

Antes de que pudiera responderle, se rió y colgó el teléfono. Eso fue raro. Jessica nunca había hablado sobre el señor sonrisas desde que nos mudamos; siempre creí que era muy pequeña como para que pudiera recordarlo. Al día siguiente la llamé después del trabajo.

―Oye, Jess ¿Te acuerdas de la llamada que me hiciste anoche?

Jessica bostezó, sonaba como si tuviera una gran resaca, a pesar de que ya eran casi las dos de la tarde allá donde ella estaba.

―Estaba en una fiesta anoche, ¿por qué te llamaría?

―Bueno, pues lo hiciste. Mencionaste algo sobre nuestra vieja casa y también hablaste sobre el Señor Sonrisas.

―¿Quién carajos es el Señor Sonrisas?―preguntó Jessica desde el otro lado de la linea―Que nombre tan estúpido. Como sea, tengo que bañarme e ir a clases antes de que se hagan las tres.

―Oh, pobrecita. He estado despierta por más de 10 horas, esclavizada por completo en el interior de mi cubículo...

―Como sea, me tengo que ir, adiós.

***

Ya ha pasado una semana y no puedo sacarme esa conversación de la cabeza. Ya he intentado preguntarle algunas veces sobre eso, pero sólo se molesta y dice que no recuerda haber dicho nada de eso.

Sabía que si hablaba de esto con mis padres ellos se enojarían ―ya han estado evitando toda conversación relacionada con esa casa por más de una década. Y ninguno de mis amigos me creería, así que supongo que sólo lo dejaré aquí para compartirlo con ustedes.

Nos habíamos mudado a la casa justo después de que mi madre diera a luz a Jessica. Era la primera casa en la que había vivido, antes de eso nos la pasábamos en departamentos, tanto mis padres como yo estábamos muy emocionados por esto. La casa era bastante decente: tres dormitorios, un patio delantero pequeño y uno un poco más grande atrás. Jessica y yo compartíamos el mismo dormitorio, y el otro era usado como una oficina para mi padre y para que los invitados pasaran la noche.

La casa estaba organizada de forma que hubiera un largo corredor que se extendía desde la entrada de la casa hasta la parte trasera― se sentía como si estuvieras en los corredores de un tren. Nuestro dormitorio estaba en la parte trasera de la casa porque nuestros padres pensaban que era más seguro allá. El dormitorio sólo tenía una ventana que daba directamente al patio trasero.

Recuerdo la primera vez que vi al Señor Sonrisas. Él siempre se quedaba de pie afuera en el patio trasero, mirando a través de nuestra ventana en dirección al dormitorio. Lo llamaba así porque tenía una cabeza grande y redonda―casi como la de un sticker de carita sonriente. Todo estaba muy oscuro como para que pudiera distinguir su rostro en detalle, pero podía ver algo en su rostro, algo que parecía una sonrisa muy grande. Él sólo se quedaba ahí, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, mirando hacia nuestro cuarto.

Cuando vi esa figura parada al otro lado de la ventana por primera vez, grité, llamando la atención de mi padre que se dirigió a nuestro cuarto de inmediato. Yo estaba histérica― mis gritos habían logrado despertar a Jessica, que estaba llorando ruidosamente. Pero cuando mi padre vio por la ventana no había nadie en nuestro patio.

Mis padres sólo decían que era culpa de una imaginación hiperactiva. Me dejaron dormir en su cuarto esa noche, y pusieron a Jessica en la cuna de viajes.

―No te preocupes, papá ya buscó por todo el patio trasero y se aseguró de que no había nadie allí. Nada malo te pasará.

Recuerdo que mi madre dijo eso tratando de calmarme.

A pesar de que tenía cinco años cuando lo vi por primera vez, sabía que esto iba a ocurrir más seguido. Y desafortunadamente tenía razón.

El Señor Sonrisas [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora