Cap. 2

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Lo más raro del Señor Sonrisas, era que sólo aparecía cuando Jessica y yo estábamos solas en el cuarto. Si mis padres estaban en la habitación, podía descansar tranquila y sabiendo que no lo vería esa noche. Pero cada vez que estaba en mi cuarto jugando con mis juguetes, siempre tenía la sensación de que me estaba observando. Sabía que lo vería en la ventana cada vez que estuviera sola en la habitación.

Al principio, siempre les contaba a mis padres cada vez que veía al Señor Sonrisas.

―El Señor Sonrisas, estaba en la ventana justo antes de la hora del almuerzo otra vez― les decía ―Y también estaba ahí ayer por la noche, viendo a Jessie dormir. Era raro.

Nuestro padre salió a revisar el patio trasero con una linterna y un bate de baseball las primeras cuatro o cinco veces que le dije, pero después de eso sólo dejó de preocuparse y me decía que me fuera a dormir, cerrando las cortinas para que no lo viera por la ventana al dormir.

Trataba de decirle que aún podía ver la sombra de su cabeza―que era lo que más me asustaba, era una cabeza muy grande apoyada en un cuello muy delgado. Era cómo una pelota de básquetball haciendo soporte en un clavo. Pero él sólo suspiraba y me preguntaba si quería dejar las luces encendidas. Yo siempre me negaba, creía que si dejábamos alguna luz encendida en la habitación entonces el Señor Sonrisas podría vernos claramente desde la ventana, observando cada uno de nuestros movimientos.

Una noche escuché a mis padres hablar en la cocina.

―Solamente actúa porque quiere más atención porque ahora hay un bebé en la familia―mi madre decía―Es un comportamiento normal. Hablé con Cheryl sobre eso y me dijo que su hija, Emily, hacía algo parecido. Lloraba y decía que le daba miedo dormir sola, todo para que le prestaran más atención.

Mi padre suspiró.

―Tiene sentido. Supongo que tendremos que ignorarlo o seguirá ocurriendo.

Desde ese momento supe que mis padres no me creerían sobre el Señor Sonrisas. Estaba sola.

Después de eso me acostumbré a ver la sombra en la ventana, sabiendo que el Señor Sonrisas no iba a entrar y flotar por encima de mi cama a mitad de la noche.

Algunos meses después de habernos mudado, mi padre encontró una rata muerta en la puerta afuera de la casa. No parecía tener heridas, sólo se había muerto y alguien la tiró a nuestra casa. Semanas después de eso encontró una paloma muerta boca arriba en la entrada.

Él creía que eran los niños del vecindario jugándole una broma. Los animales muertos seguían apareciendo en la entrada ―un ratón, un gorrión, una paloma de nuevo―hasta que mi padre decidió colocar una cámara de vigilancia en la entrada. La había comprado por unos veinte dolares en un mercado de pulgas y ni siquiera estaba seguro de si funcionaba, pero después de haberla colocado los animales dejaron de aparecer.

Las cosas fueron normales por un tiempo. Aún podía sentir la presencia del Señor Sonrisas allá afuera cuando me encontraba sola en casa. Nunca salía sola al patio trasero, mis padres decían que era porque era una chica muy precavida. Cuando iba con mis padres, el patio se encontraba muy callado y tranquilo, incluso sereno. Cuando comenzaron las clases ya no tenía porqué quedarme sola en casa todo el tiempo, esto me ayudó a olvidar la sombra del Señor Sonrisas en la ventana.

Todo esto cambió de nuevo cuando Jessica comenzó a crecer. Cuando aprendió a gatear y balbucear las cosas se pusieron aún más raras.

Por las noches, después de que mis padres apagaran las luces y nos pusieran a dormir, ella se sentaba en la cuna y miraba por la ventana. Agitaba su mano regordeta saludando y se reía para sí misma.

Al principio creí que era porque era una bebé y que no estaba reaccionando a nada. Le decía que dejara de hacerlo y le arrojaba uno de sus peluches, pero una noche decidí levantarme y decirle a Jessica que dejara de hacer ruido. Mientras ella saludaba y se reía viendo la ventana, me di cuenta de que ella tenía una perspectiva diferente de la ventana desde su cuna.

Se podía ver la figura redondeada de la cabeza del Señor Sonrisas en el borde de la ventana desde allí. El Señor Sonrisas estaba parado justo enfrente de la ventana desde el otro lado, lo suficientemente cerca como para presionar su cabeza contra el vidrio. Y Jessica estaba saludando y sonriéndole.

Por supuesto, yo grité. Mis padres corrieron al dormitorio y me encontraron a mí gritando al lado de la cuna de Jessica, mientras que ella se veía para nada perturbada.

―¿Qué pasa?―preguntó mi padre. Yo le señalaba a la ventana y seguía gritando, él salió corriendo hacia el patio trasero con una linterna. Mi madre se quedó en el cuarto conmigo, intentando calmarme.

Mi padre estuvo afuera por lo que pareció una eternidad. Yo estaba comenzando a preocuparme, imaginándome diferentes escenarios en los que se podría encontrar. Él regresó con una mirada siniestra en su rostro. Tenía una bolsa de basura en su mano.

―Alguien dejó un gato muerto en la entrada―dijo mi padre―Y al ver la cinta de seguridad no encontré nada raro. Esto ya no tiene sentido.

Jessica se reía y aplaudía desde su cuna.

El Señor Sonrisas [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora