Antes de abrir la puerta se secaba las lágrimas. El niño entraba con una sonrisa tan grande como el dolor que sentía. La madre preocupada le preguntaba que le pasaba, el como siempre le contestaba que todo estaba bien para luego encerrarse en su habitación a llorar y finalmente dormirse añorando nunca despertarse para no tener que volver a sufrir el infierno que todos los días le tocaba enfrentar.