Ayer la vi.
Seguía igual de alegre, con su sonrisa bien puesta en la cara y su larga melena encuadrando su rostro.
Llevaba un vestido blanco.
Se acercó a mí y me saludó como si no hubiera pasado nada. Le pregunté por el por qué de su marcha. Se limitó a sonreír. Se me acercó cada vez más y me besó. Puso sus brazos por mi cuello y yo apoyé las mías sobre su cintura.
Me desperté muy confuso y decepcionado. La silueta del sueño difusa en la realidad.