Por fin decidí ir a visitarla.
Consumí dos cigarrillos antes de salir de casa y agarrar el coche. En mitad del camino tuve que para y fumarme dos más.
Qué irónico que los cigarros sean lo que me permitan volver a respirar.
A diez minutos después me descompuse. Decidí que hoy no sería el día, y, enfurecido conmigo mismo, di la vuelta y me volví a casa.