El halcón alzó el vuelo y comenzó a observar desde las esponjosas y blancas nubes la ciudad bulliciosa de Nueva York. Aquel era el día.1 de Enero de 1997. Sú ultima oportunidad de encontrar a los humanos suficientemente fuertes y empendredores cómo para obtener un regalo cómo la eternidad.
Su ultima oportunidad para no defraudar al Universo.
En verdad, aquello no era un simple regalo; brindarles la eternidad por un bien mayor que ellos mismos.
Y él era el encargado de encontrarlos, no de escogerlos. Ya estaban elegidos, practicamente, ya estaban marcados. El era un ser inmortal. Un mensajero de la luz.
Y tenía que dar con ellos. Sino lo hacia, el mundo estaria perdido de aqui a unos años en adelante.
Fuerzas oscuras de la oscuridad amenazaban con destruir la Tierra y el equilibrio que existia entre ella y el mundo de los muertos. El velo que los seperaba, se vería destruido.
El final del mundo estaba cerca.
Los Infinitos. Asi se llamarían. Una chica y un chico. Daba igual quienes fueran, si ya habian nacido,o si vivian muy separados uno del otro. Ellos serian los primeros y los últimos. Nunca antes habian sido necesarios, la eternidad no era un regalo, y, mucho menos, algo con lo que jugar. La luz habia podido siempre vencer a la oscuridad, mantenerla a raya. Pero los tiempos habian cambiado.
Aquellos dos humanos, completamente ajenos entre ellos, estaban destinados a encontrarse y a salvar el mundo. Eran infinitos. Seres de un poder inigualables.
Graznó. Uno de ellos estaba cerca. Descendió cincuenta metros y giró hacia el oeste. El ave atravesaba las nubes a una velocidad vertiginosa. Era un revoltijo de energia brillante y pura, con forma de halcón imperial.
Siguió descendiendo, estando casi a ras del suelo. Esquivando personas y coches, invisible para ellos. El halcón era fugaz, como una estrella. No era un ser completamente corporeo. No en La Tierra, al menos.Se dirigia a Central Park. Ahí era dónde estaba uno de los Infinitos. Lo presentía. Lo sentía.
Cruzando el puente, pronto se encontró en el distrito de Manhattan. Con un suabe aleteó, alzó de nuevo el vuelo, hasta quedar por encima de los edificios.
Entonces lo atisbó. Central Park. Un gigantesco parque repleto de árboles, paseos, estatuas conmemoratibas y lagos.A quinientos metros de donde se encontraba. Siguió planeando, hasta posarse en un árbol que no habia perdido todas las ojas en otoño.
Observó el lugar. La gente paseaba. Varias familias habian organizado picnis en las verdes campas del parque.Otros, hacian footing o andaban en bicicleta, con intencion de moldear su cuerpo de humanos, demasiado preocupados en ellos mismos cómo para darse cuenta de que el mundo que conocian estaba a punto de llegar a su fin.
Pero ninguno de ellos llamó la atención del cuervo. Ninguno de ellos era el eleguido.
Fue una pareja, que discutia acaloradamente, debajo de un árbol situado a varios metros del suyo. La pareja pasaba desapercibida. El cuerpo podia notar cómo aquellos dos seres humanos vibraban. Todo su cuerpo era energia. Brillante energia.
Entoncés, el chico gritó algo que el ave no consiguió entender y se marchó de alli, con los puños apretados, mientras gotas de sudor corrian por cuello.
La joven, que claramente estaba embarazada de ocho meses de una niña, colocó sus manos en su abultado vientre y se echó a llorar. El animal pudo observar su desesperacion. Sintió su soledad al ver que nadie se mostraba amable ni se daba cuenta de que estaba allí. Las lágrimas empaparon su camisa de lino blanca y se sorbió las lágrimas con la manga de su rebeca rosa. Podia sentir todo lo que ella sentia, pero no quiso urgar en su pasado.