Habían llegado a la esquina de la Escuela de Cerámica cuando Fernán lo tomó del brazo con fuerza, impidiéndole avanzar. Todos los músculos de Benjamín se pusieron tensos de repente.
—¿Qué hacés, pedazo de puto? ¿Querés que nos vean llegando juntos? Voy a entrar yo primero. Vos quedate acá diez minutos y entrá después.
—Pero ya es la hora, si me quedo acá voy a llegar tarde —se quejó Benjamín.
—¿Y a mí qué carajo me importa? Te llego a ver entrar antes de tiempo y estás muerto.
Fernán había estado intentado despertar a Benjamín de su desmayo por más de media hora, hasta que finalmente lo logró. Su cuerpo indefenso estaba lleno de heridas y moretones, así que Fernán lo amenazó con quitarle la vida si llegaba a contarle a alguien lo que había pasado en su casa, anticipándose a las futuras preguntas de sus compañeros.
Luego de diez minutos, Benjamín entró a la clase. Todos sus compañeros ya estaban sentados, y su profesora de Técnicas de Esmaltado lo retó por haber llegado tarde. Luego de disculparse, se sentó junto a Milton y Julieta en su mesa habitual.
—Ya sé que me quieren hacer preguntas, pero no se las voy a responder —les advirtió Benjamín.
Sus amigos intercambiaron una mirada de preocupación.
—No solo te escapaste de clase esta mañana, sino que ahora llegaste tarde —dijo Milton, y luego continuó—: Vos, que te sentís culpable por quedarte un minuto de más en el recreo, ahora te salteás clases y llegás a cualquier hora. Y tenés otra ropa. Y te lastimaste el labio.
—Dije que no iba a contestar ninguna pregunta.
—No te pregunté nada, técnicamente. Solo señalaba la realidad —replicó Milton.
En ese momento ingresó la preceptora a tomar asistencia.
—Pero yo sí te voy a hacer preguntas, te guste o no —anunció Julieta—. ¿Qué te pasó? Te fuiste con Fernán, ¿no? ¿Qué te hizo? ¿Por qué estás tan pálido y tenés moretones en la cara? ¿Te sentís bien?
—¡¡¡Te dije que no voy a contestar nada!!! —exclamó Benjamín, sin darse cuenta de que acababa de gritar tan fuerte que toda la clase había volteado a verlo.
¿Qué le pasaba? Él no era así. Siempre era amable con todos, trataba bien hasta a las personas que más odiaba, y ahora estaba gritándole a su mejor amiga. Era casi como si no fuera él hablando, sino Fernán. Como si estuviera completamente dominado por él, poseído.
—¿Pasa algo? —preguntó la preceptora, acercándose.
—No, no pasa nada. Permiso, tengo que ir al baño —dijo Benjamín, y se puso de pie.
—¡Esperá, no te vayas! —Milton lo tomó por el buzo para impedirle avanzar, y accidentalmente le descubrió la manga, dejando a la vista las marcas de los numerosos cortes que Fernán le había hecho desde la muñeca hasta el codo.
Benjamín rápidamente se volvió a cubrir, pero ya era demasiado tarde: toda la clase lo había visto, incluyendo a la preceptora.
—¿Qué tenés ahí? —le preguntó ella, bloqueándole el paso.
—Nada, en serio. No es nada.
—Esto es serio. ¿Quién te hizo eso? ¿Fue uno de tus compañeros? —insistió la preceptora.
Todos en la clase lo observaban con atención, expectantes a sus próximas palabras. No estaba seguro de si alguna vez un lugar había estado tan silencioso como en ese momento. Fernán, en el fondo del salón y en una mesa que usaba únicamente él, se pasó el dedo por el cuello en señal de amenaza y luego se escabulló hacia el baño, tomando ventaja de la distracción que su víctima había creado.
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El castigo de Benjamín (Completa)
ContoBenjamín se alegra por haber logrado besar a la chica más deseada de la escuela, pero su misterioso y violento compañero de clase tiene un ataque de celos y decide castigarlo de la mejor manera: haciéndole cuestionar su sexualidad.