Grandes rejas de hierro negras alzadas imponentemente. Eso fue lo primero que Jungkook logró apreciar una vez su padre detuvo el coche frente a la entrada de la masiva construcción. Se encogió en el asiento trasero, escuchando como su madre trataba de alentarlo para que no temiese ante lo nuevo que era esto para él.Aún podía recordar la conversación que tuvieron días antes en donde le comunicaron que lo enviarían a dicha Institución.
12 días antes.
"¿Qué es lo que deben decirme?" Jungkook se removió incómodo en el sofá individual de la sala de estar, mirando con ojos atentos a sus padres que estaban sentados en un sofá más amplio frente suyo. Su madre jugaba nerviosamente con su anillo de matrimonio, mientras que su padre sólo permanecía con un semblante serio y tranquilo.
"Hijo...En un par de semanas ya cumples quince años...Y con tu padre hemos conversado este tema desde que fue tu cumpleaños número trece." Se detuvo un instante para ver a Jungkook quién asintió, indicando que estaba escuchando y entendiendo. "Por eso llegamos al acuerdo de que lo mejor para ti sería que fueras a seguir con tus estudios a un lugar con más personas iguales a ti, para que puedas convivir..." Jungkook permaneció en silencio y con semblante tranquilo ante la noticia, provocando la sorpresa en su madre. "¿Jungkook? ¿Lo aceptas?" El pelinegro suspiró y asintió cansadamente con la cabeza. "Aunque me negara, ustedes me llevarían allí de todas formas."
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"Hijo, mira el lado bueno. Jimin también está aquí." Comentó su madre admirando su alrededor.
Eso es cierto, era lo único que lograba animarle un poco. Park Jimin era su vecino y amigo desde que tenía aproximádamente 4 años, por lo que se tenían mucha confianza entre ambos. Era dos años mayor (Aunque no lo pareciera), y se entendían muy bien el uno al otro la mayoría de las veces.
"Nos vemos, cuídense, los quiero." Se despidió Jungkook de sus padres luego de haber sacado su equipaje, sintiendo como su madre le daba un sonoro beso en la mejilla y le abrazaba, pidiéndole que comiera bien, lavara su ropa, durmiera las horas suficientes, no se metiera en problemas y un sinfín de cosas más que ya se le olvidaron.
Su padre por otro lado, sólo le dio un apretón de manos, y le palmeó la espalda después de abrazarle. Era un hombre de pocas palabras, por lo que sus acciones bastaron para que Jungkook comprendiese todo lo que quería decirle pero no hizo.
Finalizada su despedida, se acercó hacia la entrada cargando con sus maletas y bolsos. Pudo notar como una cámara que estaba instalada por encima de su cabeza se movía en su dirección y segundos después las puertas se abrieron. Supuso que sólo dejaban entrar híbridos en aquél lugar.
Claro, ustedes lectores no lo saben. Jungkook es un híbrido de la familia de los cánidos, un Licaón específicamente o perro salvaje africano. Gracias a sus genes de dicho animal, tenía características propias de la especie, como las mas notorias que eran las orejas redondeadas y grandes sobre su cabeza de tonalidad negra y una que otra mancha color óxido, también su cola blanca en su totalidad en la punta, pero más cercana a la espalda baja de Jungkook era de los mismos colores que sus orejas pero en distinto patrón. Al ser de procedencia africana, y sumandole el que su especie estaba en peligro de extinción, no era muy común ver otros híbridos iguales a él.
Brrr brrr brrr, contéstame perra.
Detuvo sus pasos al escuchar el conocido tono que Jimin había puesto en su celular cada vez que le llamara; que tierno era su amiguito.
Llevó una mano hacia atrás, sacando el aparato, y viendo que efectivamente era él quien le llamaba, deslizó un dedo por la pantalla; aaceptando, y se llevó el celular a la oreja, mientras retomó su caminata en dirección a las recameras.
"¿Hola? ¿Qué quieres?" Preguntó confundido, cambiando de dirección al ver una señalizacion de cómo estaban divididos los edificios, notando que iba por mal camino.
"¿Hili? ¿Qii qiiris?" Le imitó el contrario, sólo que en tono burlón. Justo cuando Jungkook iba a quejarse, Jimin le interrumpió.
"¿Dónde estás? Porque ya llegaste, ¿Cierto?"
"Sí, voy para los dormitorios. Bueno, estoy en la entrada de los dormitorios." Soltó su maleta y abrió la puerta, entrando cuando ya hubo tomado su equipaje de nuevo. Miró a la derecha y a la izquierda, confundido de por cuál pasillo debía irse.
"¡Ok, no te muevas, voy para allá!"
Eso fue lo último que dijo su hiperactivo amigo antes de cortar su llamada. Obedeciendo lo que le dijo, permaneció quieto, moviendo su peluda cola de lado a lado lentamente. Alzó sus orejas al escuchar unos pasos apresurados, girando su cabeza en dicha dirección, encontrándose con Jimin corriendo felizmente.
Park Jimin era de la misma familia animal que él, con la diferencia de que pertenecía a la especie Cuón, o perro salvaje asiático, bastante sociable a comparación suya. Otra similitud entre sus especies era que la de Jimin estaba también en peligro de extinción.
"Jimin, no me saltes encima, por favor, no, no, no, ¡NO!"
A pesar de sus plegarias, terminó haciéndolo de todas formas. Para evitar que se cayera le tomó por los muslos, y suspiró agradeciendo tener fuerza en los brazos para poder sostenerle. Si no fuera su amigo no lo hubiera sostenido y dejaría que se caiga como su naturaleza esquiva le demandaba, pero al tenerle cariño decidió evitarlo.
"Te extrañé mucho Kookie, venga, dame un besito." Pidió el mayor, juntando los labios y abultándolos hacia el pelinegro, quien alejó el rostro, riéndose en voz baja. Jimin bajó sus redondeadas y grandes orejas, haciéndole pucheros.
"No hagas eso, pareces un pez."
Jimin se hizo el indignado, y se bajó de encima suyo, alzando una mano frente a la cara del menor. "Habla con la mano." Jungkook rodó los ojos, y para dejarlo contento, le dio un beso en la mejilla con toda la vergüenza del mundo, teniendo escalofríos por lo que acababa de hacer. El pelirrojo alzó alegre sus orejas rojo ocre, y meneó de lado a lado su exhuberante y esponjosa cola del mismo color, sólo que era pardo oscuro en la punta.
"Muy bien Jungkookie, vamos a tu habitación." Sonrió el pelirrojo, jalándole del brazo por el pasillo de la izquierda, y acariciando una de las piernas del más alto con la cola en una muestra de afecto.
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"¿Ya terminaste?" Se quejó por quinta vez Jimin, cansado de esperar a Jungkook. Desde que llegaron al cuarto del menor había comenzado a desempacar sus cosas, tardándose demasiado a los ojos del híbrido pelirrojo, quien había peinado su cola para matar el tiempo, e incluso le había puesto pequeños listoncitos de distintos colores.
"Que hartante eres. Y sí, ya terminé." Se acercó hacia el mayor que estaba tendido en su cama, mirando al techo, pero que se levantó en cuanto Jungkook pronunció la última palabra, agitando la cola y quitándose lo que minutos antes se había puesto.
"¡Bien! Vamos, como es tu primer día no tienes clases, pero será mejor que dejes todo listo para mañana. Te enseñaré el lugar, e iremos por tu horario." Le tomó del brazo, y al igual que antes, lo jaló consigo fuera del cuarto, llevándoselo a quién sabe dónde.
Lo que ambos no notaron, fue como un par de ojos les miraban desde lejos con total curiosidad, especialmente observando a la figura de cabellos oscuros a la que detalló de pies a cabeza.
Lo lechosa que era su piel le incitaban a morderla y dejar marcas por doquier, su mandibula parecía haber sido trazada delicadamente por el mejor de los artistas, y sus carnosos y sensuales labios rosas que son capaces de volver loco a cualquiera que los vea. Cada parte de aquél cánido parecía ser mejor que la anterior y eso le encantaba.
El dueño de los penetrantes y oscuros ojos sonrió entre las sombras, enseñando sus filosos caninos capaces de arrancarle la piel a alguien sin problema alguno. Al haber perdido a su objetivo de vista, desapareció en un abrir y cerrar de ojos sin dejar ratro alguno.
Ese híbrido iba a ser suyo cueste lo que cueste.