Jungkook y Jimin se sentaron juntos una vez llegada la hora del almuerzo, integrándose luego a ellos Seokjin tras encontrárselo en la fila para comprar alimentos. Hablaban desde el disgusto que sentían hacia algunos profesores o alumnos hasta sobre qué harían en los días libres, aunque Jungkook no participaba mucho de sus conversaciones y sólo soltaba pequeñas risitas cuando algo le causaba gracia.
A medida que transcurrían los minutos el menor removía el pollo desmenuzado sobre su ensalada de lechuga, comiendo ya sin preocuparse de comprender de qué hablaban los dos chicos luego de haberse distraído y perdido el hilo de conversación.
Dejó salir un suspiro de sus labios, causando que los mayores le viesen curiosos. Seokjin estuvo a punto de decir algo, antes de verse interrumpido por el ensordecedor ruido de los gritos de todas las muchachas del lugar, que llamó la atención del pelinegro y buscó la razón de aquello.
"Uf, otra vez lo mismo." Se quejó irritado Jimin, cubriéndose los oídos y evitando mirar en la dirección que todos hacían, pero sus ojos terminaban desviándose hacia allí de todas formas, ansiosos de ver cierta figura entrar a la cafetería.
"¿Qué ocurre?" Preguntó confundido Jungkook, su duda siendo respondida cuando escuchó a una chica explicar a la velocidad de la luz que venían los chicos más ardientes que verás en tu puta vida.
Agitó la cola ansioso de saber de quiénes hablaban, y apenas escuchó el ruido de la puerta de la cafetería ser abierta el mismo aroma que sintió en la primera clase de la mañana llegó hasta su nariz. Se creía incapaz de explicar con palabras a qué olía, pero sólo sabía que le nublaba los sentidos y se sentía volar entre nubes.
"¡OPPA! ¡OPPA!"
Seokjin miró asqueado a la chica que gritaba como si le estuviesen quitando los órganos estando viva aún. Sí, los chicos estaban guapos pero que se calmara un poco, de seguro ni siquiera llegasen a hablarle con el tonto color de cabello que tenía, ni con la ropa que fuese probable compró en la calle y no en una tienda decente. Su sentido de la moda interior lloraba por la triste escena.
Jungkook por su lado buscaba con la mirada al dueño de dicho aroma. Podía recordar su rostro y cómo no, si parecía estatua griega.
En su búsqueda se topó con la presencia de Namjoon y la de Yoongi, uno de ellos saludando con un pequeño movimiento de su mano a algunas de las hormonales chicas, y el otro ignorándolas y viéndose incluso fastidiado por todo el alboroto que armaban. Habían tres chicos más que no había visto hasta ahora y a los cuales tampoco les prestó mucha atención.
"Cabezas huecas." Se escuchó decir a Jimin y segundos después un ruidito de aceptación de Seokjin.
"¿Sucede todos los días?"
"Siempre. Ya sea en los pasillos, en la cafetería o en el salón de clases."
El grupo de dioses griegos se sentó en una mesa lo suficientemente espaciosa para todos ellos, levantándose algunos para comprar comida y los demás cuidando el lugar, cambiándose de tarea una vez que regresaban.
Jungkook trataba de no verse muy obvio, pero estaba casi que babeando por el otro chico. Incluso sonreía como un tonto con tan sólo mirarle hablar o comer. Jimin con lo observador que era logró notarlo, dándole un sutil golpe con el codo a Seokjin para llamar su atención e indicarle con la cabeza que viese al menor. Movieron sus ojos desde el pelinegro hasta el chico de la mesa varias veces para estar seguros de no equivocarse y Jimin no entendía por qué le miraba tanto.