Capítulo 3

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(Si quieres una mejor lectura y sumergirte en el papel, mientras lees, pon la canción The Moment de Yiruma) Empezamos.


Pasaron unas cuantas horas después de despertarme de aquella siesta, exactamente cuatro, ya eran las siete y media, empezaba a caer la noche. Ahora me sentía extraño, algo más débil, como si me hubiesen arrancado las fuerzas nada más despertarme, de golpe. No tenía hambre. No me quedaba cansancio acumulado. Aunque había gente que cuanto más dormía peor se encontraba, yo iba por el  contrario. Mis piernas casi no respondían al levantarme de mi cama.

-¿Y yo qué hago ahora?- me alcé. 

Miré a ambos lados de la habitación, esperando encontrar alguna cosa interesante con la que pudiese entretenerme. Como mucho; mi cuaderno de dibujo sobre el escritorio, pero no me apetecía dibujar, y la consola, pero no me apetecía jugar, ya hacía años que la dejé a un lado. ¿Por qué sentía que mi vida dejaba de tener sentido en aquel momento? En realidad, era normal, a los dieciséis años es cuando una persona tiene que decidir y saber como va a emparejar su futuro. Y el mío era un enorme y desordenado caos: ni estudios terminados, sin trabajo y, por si fuera poco, ausente de una pareja.

 Era avergonzante y nunca me atrevía a decir que jamás llegué a tener una triste novia. Ni siquiera la típica compañera de clase que tenías en el colegio y que os ibais a un lugar apartado a daros besos. Nunca había dado un beso. "Tranquilo, ya llegará el momento preciso para encontrar a tu alma gemela" solía decir mi querido hermano mayor. Lo esperaba con ansias, pero no al punto de estar desesperado.

Me guardé las llaves de mi casa en el bolsillo del pantalón y entrelacé las cordoneras de mis zapatillas antes de salir por la puerta principal. Creí necesitar aire fresco, para despejarme y dejar de pensar tanto en lo que me depararían los próximos años. Ya empezaba a ser costumbre pararme delante de aquel callejón, comprobar la longitud de este, ver el parque al final y adentrarme. Así hice. De nuevo, una silueta, casi no la podía percibir del todo bien.

-Hola. No esperaba encontrarle aquí.- dije yo, haciendo crujir las maderas sueltas del puente.

Se trataba, nuevamente, del profesor Kayto.

-Me sentía algo mal, al llegar a casa me he dormido sobre el sofá y he tenido unas cuantas pesadillas, necesitaba despejarme.

Apoyado en la baranda, me miró y comprobó mi veraniega vestimenta. Se separó de la barra, se quitó su chaqueta y me la colocó por encima de mis hombros. Mis mofletes, al igual que toda mi cara, se enrojecieron, notaba como mis mejillas ardían, pero no entendí por qué.

-Esta noche hace un poco de frío, y tu vas y me vienes en manga corta. Te vas a resfriar.- Me gustó que se preocupase mínimamente por mí, aunque fuese dentro de aquel contexto.

Permanecí en silencio. Él suspiró.

-¿Le ocurre algo?

-¿Cuántas veces te he dicho que no me trates de usted? Solo tengo veinte años.

-Con esta van dos. Es difícil.

-Lo mío también. ¿Sabes? Sé que solo eres uno de mis alumnos, -me pegó un pinchazo el corazón- pero en solo un día, me he sentido tan cerca de ti, que te has convertido en un amigo para mí. Es extraño. Verás, tengo un problema, y si no lo soluciono cuanto antes me voy a herir. A mí y a la persona que entra en el conflicto. Si me hago daño, me da igual, lo que no me gustaría sería afectar a mi contrario. A demás, podría repercutir en mi trabajo. Me despedirían.

-Se trata de alguien especial, ¿cierto?

-Demasiado. Quizás me puedo haber precipitado. Es especial de una forma diferente. Encima, la persona no tiene ni idea de que le he cogido cariño tan pronto. Puede sonar muy tonto, incoherente, pero esa persona y yo hemos conectado, de alguna forma, en muy poco tiempo. Me da miedo no poder conseguirla, perder para siempre la oportunidad de demostrar mi amor. 

-Tranquilo, ya llegará el momento preciso para encontrar a su alma gemela, -savias palabras de mi hermano- creo, y no me haga caso, pues nunca he tenido la experiencia de conocer a una mujer, que debería demostrárselo, por mucho que le cueste. A partir de aquí, ver como evoluciona todo. Usted es un gran hombre, le aseguro que no defraudará a la chica.

-No es una chica.- rió.

Mi boca se selló automáticamente. Me miró de reojo, cogió mi mano, girándose por completo hacia mí. Agarró mi cintura, pegó su pecho contra el mío, podía notar sus latidos, acelerados. Poco a poco, su cabeza, a la vez que la inclinaba, se acercaba. Sus labios rozaron los míos, sin llegar a unirse. Todavía sin pegarse, dijo:

-Perdóname. No he debido hacer eso.- rectificó mirando fijamente mis ojos. Los suyos se movían nerviosos.

Se separó y salió del parque a paso ligero. Anonadado, observé como se marchaba, con un enorme nudo en la garganta y muchas ganas de echarme a llorar. Una pequeña lágrima recorrió mi rostro y acabó en mi barbilla, terminando en el suelo. Me había encogido por el miedo.

-Su... chaqueta.

La cogí, la miré y la envolví sobre mi cuerpo. Era tan grande, olía tanto a él, a su colonia, su fragancia. Me sentía terriblemente mal, aunque no hubiese tenido culpa de nada.

-No sé qué acaba de pasar. 


Volví a mi casa, todavía atemorizado. 

Nunca tuve esa sensación.

Nunca.

Camino sin destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora