Día cuatro: jueves

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Karen vio llegar a Megan ese día con una expresión distinta a todos los anteriores. Ya no estaba empeñada en esconderse u ocultar su rostro bajo la cortina de cabello negro, sino que tenía una mirada decidida y llevaba los cuadernos abrazados al pecho. Incluso se podría decir que tenía las mejillas coloreadas de salud, pero no podía confirmarlo. Su amiga siempre tenía un tono pálido y enfermizo. 

—Oye, ¿quién eres tú y qué has hecho con Megan? —le dijo en tono de burla mientras le dedicaba una sonrisa. La recién llegada sentía el olor a sandía del chicle de Karen desde la puerta del salón. Sin dudarlo, se sentó en el asiento de atrás y con un estruendo dejó sus cuadernos sobre el pupitre.

—Dime, ¿quién era la novia de Jacob?

Karen frunció el ceño; aquella interrogante la tomó completamente por sorpresa.

—¿Por qué lo preguntas?

—Necesito saberlo. Ayer prácticamente me expulsó del Gimnasio.

Megan vio cómo su interlocutora tragaba saliva y desviaba la mirada hacia la ventana, contemplando el mencionado lugar. No pudo evitar mirar allí también. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y no pudo negar que le carcomía la curiosidad. No era una chica chismosa, pero aquello le estaba haciendo mella y no iba a dejarlo hasta descubrirlo.

—Obviamente que lo haría —le respondió al fin. Su voz era casi un susurro—.  Fue allí donde ella se suicidó.

La puerta del salón se abrió de un golpe y ambas muchachas saltaron en su asiento. Jacob entró con los ojos fijos en Megan, como si hubiera oído lo que estaban hablando, pero no dijo nada y se sentó en su lugar de siempre. Se quedó quieto un instante mientras era escrutado por la mirada de las chicas hasta que largó:

—¿Y a ustedes qué les pasa?

Ambas volviero a dar un respingo y, negando con la cabeza, volvieron a sus posiciones, aunque era más que obvio que escondían algo. Jacob apenas sacudió la cabeza esbozando una leve sonrisa que apenas Megan percibió. Los demás alumnos comenzaron a entrar y los tres se mantuvieron en silencio en lo que restaba de la mañana. 

Al mediodía, ambas amigas fueron hasta el enorme roble y Karen sacó de la mochila un sándwich de pan flauta y con mucho relleno de queso, jamón, tomate y lechuga. Megan hasta podía ver el borde blanco de un huevo frito, pero pensar en comer hizo que se le revolviera el estómago. Negó con una mueca cuando su amiga le ofreció una mordida con la boca llena de comida.

—¿Quién era esa muchacha? ¿Por qué no me lo quieres decir? —indagó mirando hacia el Gimnasio.

Karen masticó ruidosamente unos segundos antes de tragar sonoramente.

—Nunca dije que no te lo diría —acotó, mientras pasaba la lengua por los dientes para quitarse una lechuga que se le había quedado metida entre los frontales. Con un chasquido la quitó—. No la llegué a conocer, cuando ingresé en este Instituto ella ya había muerto. No sé su nombre.

Megan se la quedó mirando por un instante.

—¿Nunca te dio curiosidad saber? —preguntó con asombro. Karen negó.

—No soy tan chismosa. ¿Por qué quieres saberlo tú? —Mordió nuevamente el emparedado, llevando a la boca más de la mitad del pan.

Megan no dijo nada cuando vio que Jacob las observaba apoyado en tejido metálico que rodeaba el Instituto. Estaba demasiado lejos como para haber oído la conversación, así que no tuvo nada que temer. Aún con la mirada fija en el muchacho, quien tampoco quitaba los ojos de ella, pensó que sí había una forma de saber lo que había ocurrido.

Vidas fugaces [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora