Camino a la gloría

IV Deber

No tardó mucho en que el ejercito del general Dorian se allá hecho famoso por todo el mundo, los 30 guerreros con su general ganaban todas las batallas, a veces no necesitaban entrar en la lucha ya que el miedo y el respeto que imponían lograba que los reyes se rindieran a sus pies. Todos querían a Dorian y él a sus guerreros, y junto a Ícaro todo era más fácil, tenía ideas nunca antes vistas, que les ayudaba en la batalla, como si fuera el hijo de un genio, aunque no recordaba todavía nada.
Una mañana el rey Minos le llamó, para ponerle a prueba y ver si era tan ágil y astuto para la batalla como decían, sería una prueba como ninguna que haya conocido Dorian. Solo él podría ir a la prueba, para mostrar sus dotes de general, aunque no estaría solo, estaba una persona que también iba a hacer la misma prueba, se llamaba Teseo.
Minos les explicó el desafío: "Irán por el laberinto que a creado Dédalo..."
A Ícaro le vino los recuerdos al escuchar ese nombre, era... era el nombre de su padre, y estaba encerrado en el laberinto, ya lo recordaba todo, también que perdió la memoria al caerse al mar por volar con unas alas, creación de su padre para que escapara del laberinto pero Ícaro voló muy cerca del sol y las alas hechas de cera y plumas se desintegraron cayendo al mar. Ícaro grito a Dorian que por favor rescatara a su padre y esté con un gesto afirmó que lo haría.

Cuando entraron por lados opuestos en el laberinto sin arma alguna, el rey Minos dijo que solo uno podría salir del laberinto, sería una carrera de vida o muerte para encontrar la salida y acabar con la vida del otro.
Dorian empezó a correr por los caminos y cada ves que se encontraba sin salida volvía por sus pasos y seguía buscando una salida. Era la construcción mas grande jamás vista, un laberinto único e inmenso lleno de caminos sin salida, años y años son los que trabajo Dédalo e Ícaro en este laberinto y por alguna razón el rey los dejo encerrados. Dorian llevaba todo el día en el laberinto creía que volvía al principio siempre, las paredes lo estaban volviendo loco la soledad y el silencio sepulcral lo empeoraban, unas veces veía huesos de animales o de personas, no hacía mas que aumentar sus dudas y que podría haber algo que come animales y humanos.
A la mañana siguiente luego de estar caminando todo el día en el laberinto nuestro joven general cazó con sus propias manos unas palomas que estaban cerca y con astucia las atrapo, lo único que pudo comer en tan insólito lugar, si quería sobrevivir tendría que encontrar la salida pronto o moriría de hambre o lo mataría lo que vive en el laberinto. Cerca del mediodía encontró un claro en el laberinto con una fuente con agua, se emociono pensando que había llegado pero no muy tarde descubrió que solo llevaba un tercio del laberinto, por aquí había más cuerpos y sangre por todos lados, puede ser que muchos llegaban hasta aquí y poco después eso los encontraba.
Había una pequeña choza hecha con plumas y huesos se preguntó si alguien vivía ahí.
-¿Hola?¿Hay alguien?. Pregunto Dorian preparado para pelear.
-Si. Respondió una voz desde dentro de la choza.
Apareció un anciano sumido en la miseria, los huesos marcados en la piel por la inanición, la cara arrugada y con manchas producto del sol, tendría unos ochenta años o más incluso se movía y hablaba lento.
-¿Quién...eres...muchacho?. Dijo con dificultad.
-Soy Dorian, ¿y usted quién es?. Dijo con amabilidad al ver al anciano tan debil.
-Soy...Dédalo... o lo era...
-¡Eres el padre de Ícaro! ¡El gran inventor!. Habló Dorian con un poco de melancolía al ver al padre de su amigo tan avejentado, él recordaba que Ícaro le había dicho que tenía unos cuarenta y cinco años, la soledad y la mala alimentación había pasado factura a su viejo cuerpo
-¿Ícaro?¿Está vivo?. Una lagrima recorría su mejilla -Lo vi caer al mar por volar muy cerca del sol.
-Esta vivo, no recordaba nada solo su nombre, y su mente funciona como un genio. Le habló ayudándole a que el anciano se centrará. -Recordó todo cuando el rey Minos pronuncio tu nombre y me pidió que te rescatara.
-Mi niño...mi hijo... Dijo sollozando el anciano Dédalo. -Te ayudaré a salir de este laberinto así podré ver a mi hijo.
Dédalo le contó cómo había construido el laberinto, y porque lo había construido. El rey tuvo un hijo muy apuesto, y su padre alardeaba de ser igual de bello que los dioses, Poseidon dios de los mares escucho las calumnias que decía Minos y decidió convertir a su hijo en el Minotauro, mitad hombre mitad toro. En ese momento Dorian entendió el porque de la sangre y los hueso que había visto, era la comida del Minotauro. El anciano sobrevivió mucho tiempo escondiendo su olor con la sangre y las entrañas de las víctimas, Dorian estaba en problemas, pelear con una bestia para poder escapar pero no tenía ningún arma a su alcance.
Dorian utilizó los huesos para hacer sus armas, un hueso de la tibia lo corto dejando una punta muy afilada y lo ato a un hueso de fémur para hacer una pequeña lanza y con las paredes de la choza que estaba bien armadas para no dejar pasar el agua lo utilizo para armar un escudo, que mucho con el minotauro no serviría pero para derrotar a Teseo sería suficiente.
Una vez preparados el anciano y el joven general se pusieron en camino hacia la salida esperando evitar al Minotauro y a Teseo.

Caminaron todo el día, la noche había caído, se iluminaban con una antorcha que habían fabricadocon huesos y trozos de ropa de la gente mutilada, aunque el anciano había construido el laberinto no recordaba muy bien como salir y tardaron más de lo pensado. Cuando la Luna llena estaba en todo su esplendor no necesitaban la antorcha, ya que esta alumbraba como el Sol, Dorian escuchó unos pasos bestiales, como nada de lo que había escuchado antes, empezaron a ser mas rápidos los pasos como si estuviera corriendo, no lograba saber de dónde venía el ruido, en ese mismo momento Dorian se preparo para la batalla, las nubes taparon la gran luna, todo quedo a oscuras, se escucho un fuerte golpe.