Capitulo 3: Todos Invitados

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  Evan se bajó, agotado, de su caballo para ir a la siguiente y última casa. Cuando había aceptado sin quejas ese trabajo nunca imaginó que iba a ser tan exhaustivo. Hasta ahora había calculado más de 300 jóvenes dispuestos a ir a la fiesta a conocer al príncipe, todos con sus voces chillonas gritando emocionados y desesperándose por no tener ropa, pero no había encontrado al niño que conoció en la librería.

Lo único que le reconfortaba era de la mirada agradecida de aquellos jóvenes de familias muy pobres que de otra manera jamás podrían haber ido a un evento de esa magnitud. A ellos no les interesaba conocer al príncipe, el evento en sí era lo que les emocionaba y la manera de agradecerle le enternecía. Incluso le habían invitado tantas galletas y postres que creía haber aumentado 5 kilos durante todo el día.

Fijó la vista en la última casa que le tocaba visitar, elegante pero nada presuntuosa, ubicada en la cima de la colina saliendo del pueblo. Era una hermosa casa que contaba con un granero y un establo. Parecía tener hasta un huerto. Dejó el caballo amarrado en un poste cercano y se acercó a tocar la puerta. Esperó un rato pero nadie contestó. Golpeó nuevamente.

Unos pasos presurosos se escucharon y la puerta se abrió un poquito, dejando ver unos bellos ojos verdes que lo miraban sorprendidos. Evan no necesitó más para reconocer a Aldair.

- Hola – le dijo sonriente. El niño abrió un poco más la puerta, dejando ver su delgado cuerpo, bajo una camisa que le quedaba algo grande, y su rostro sonrojado, al parecer la carrera para abrir la puerta lo había agotado un poco.
- Hola – le dijo azorado. Aldair había reconocido a ese apuesto caballero que conoció cuando compró el libro de cocina. No había dejado de pensar en él, imaginándose escenarios increíbles para volver a verlo. Y ahora estaba ahí, tocando a su puerta. No pudo evitar morderse el labio, gesto no pasó desapercibido para el castaño.
- Me alegro de verte de nuevo – le dijo Evan apoyándose en el marco y sonriendo al rubito.
- Aldair ¿Quién es? – se escuchó una voz antes de que el chico pudiese responderle.
- Es el Guardia Real del palacio – respondió el menor sonrojado y un poco bajito al darse cuenta que el mayor aun no se había presentado. Evan sonrió por dentro. "Así que el pequeño no me ha olvidado" pensó alegre. Unos pasos más se acercaron y se abrió la puerta completamente dejando ver a un muchacho larguirucho y poco agraciado.
- ¿Un guardia del palacio? – preguntó al no escuchar la fresa completa del menor. A Leandro no le interesaba tratar bien a un simple guardia - ¿Y tú porqué sigues aquí? Largo – le dijo al menor, el cual se alejó rápidamente de ahí algo asustado. El guardia frunció el ceño. No le había gustado para nada ese gesto tan arisco, especialmente si iba dirigido al pequeño ángel. - ¿Qué quiere? – preguntó el chico sin dejar la pretensión. Evan se mordió el labio para no pelearse con ese muchacho que ya le había caído pésimo. Suspiró y pronunció la frase que había repetido más de cien veces durante el día.
- Todos los jóvenes del reino están cordialmente invitados al baile real organizado en nombre del príncipe. Toda invitación es personal e intransferible – dijo formalmente leyendo el pergamino con su discurso. Vio al joven larguirucho sonreír emocionado (si esa mueca horrible podría considerarse emoción) y extender la mano.
- Está bien, dame la invitación – le exigió. Evan sacó un sobre lacrado y una pluma
- ¿Cuál es su nombre? Por favor – le preguntó ya arto de ese muchacho, él quería ver a Aldair.
- Leandro Idígoras – le respondió. El guardia escribió el nombre en el sobre y puso su sello para luego extendérselo de mala gana. El joven ni le agradeció y se dispuso a cerrar la puerta. El guardia puso el pie para impedirlo.
- Pero acá viven más jóvenes ¿no? – le dijo. ¿Acaso no iba a llamar a Aldair y a su hermano? Leandro lo miró con mala cara.
- Un sobre más para mi hermano, Aldair de Lyon – le dijo de malhumor. Leandro extendió la mano para recibir el sobre pero Evan no se lo dio – La entrega de la invitación es personal - El chico lo miró con más odio pero llamó su hermano – Aldair, ven acá - El niño apareció rápidamente, Evan sonrió al suponer que el ojiverde solo se había escondido, y se acercó la puerta. Miró al guardia sonrojado.
- Esta es tu invitación – le dijo amablemente entregándole el sobre sin evitar rozar sus dedos con los del niño. Este sonrió azorado y apretó la carta en su pecho.
- Gracias – le dijo bajito. Leandro miró la escena sospechoso pero no dijo nada.
- Ahora ya se puede ir – le dijo.
- Pero acá vive un joven más – le dijo. Esta vez el muchacho lo miró enfurecido.
- Acá no vive ningún otro joven – le respondió con la mandíbula apretada.
- La Guardia Real lo sabe todo – eso era mentira, pero no podía decirle que ya los había conocido, al ver como trataba al menor lo mejor era evitarle problemas – y sabemos que acá vive un muchacho más. Leandro se rehusaba a decir el nombre del odioso ceniciento.
- No está en la casa – dijo Leandro enojado – así que no puede darle invitación.
- ¿Es eso verdad? – le preguntó el Guardia al niño. Este lo miró y luego miró a su hermano que lo miraba como diciendo "si dices que sí está te mato"
- Así es, no está – dijo asustado. Evan se quedó callado.
- Ya lo ve, ahora se puede ir – dijo cerrando la puerta. Se escucharon pasos alejándose y cuando Evan ya se iba a ir esta se abrió despacito.
- Espera – escuchó una vocecita y se giró apresurado - ¿Le...le podría dar yo...la...la invitación a mi hermano? – le preguntó temeroso girando el rostro a cada rato. Evan lo miró enternecido y le habló bajito.
- Claro, si tu me lo pides no te lo puedo negar – sonrió coqueto - confío en ti – le dijo. Aldair se sonrojó y le regaló una hermosa sonrisa – ¿Cuán es su nombre?
- Isaac de Lyon – le dijo. Evan lo hizo todo rápidamente y le entregó el sobre pero cuando el niño estiró la mano él se la sujetó - ¿Qué...qué haces? –le preguntó nervioso, posando sus ojitos verdes sobre el mayor.
- Nada – le dijo – solo quería decirte que eres lo más hermoso que he visto en mi vida y esperaré ansioso verte en el baile – le soltó sin más. Así era Evan directo y al grano. El menor se llenó de sentimientos y se mordió el labio.
- Gracias, yo también esperaré verte – pero cuando se dio cuenta de lo que dijo se tapó la boca y lo miró con los ojos bien abiertos - Adiós – le dijo avergonzado y cerrando la puerta. Se apoyó en ella y suspiró acariciando su mano.

Evan caminó despacio, sintiéndose sobre una nube, y subió a su caballo casi sin darse cuenta. Se fue de esa casa cabalgando sonriente y soñador. Definitivamente ese baile sería muy interesante.

Por otro lado, ya cuando se hizo de noche y mientras se llevaba a cabo la cena, Leandro comentaba animado con su padre sobre el baile real.

- Y la invitación fue personal – le dijo el muchacho enseñándole su carta a su padre – pero acá dice que los padres pueden acompañarnos. ¿Por qué crees que hayan hecho un baile justo ahora?
- Esto es porque obviamente el príncipe ya está en edad casadera – le dijo Alejandro – Es tu oportunidad hijo, debes conquistar al príncipe – ambos, padre e hijo, se miraron cómplices - Ahora hay tantas cosas por hacer debemos buscarte el mejor atuendo – le dijo pensando en como hacer que su hijo se viera espectacular.
- Pero el baile es mañana ¿crees que podamos ir al otro pueblo? – le preguntó.
- Obviamente mi tesoro, ya todos estarán buscando ropas en estas tiendas y no podemos dejar que te vean igual que los demás – Alejandro miró al otro lado y vio a su otro hijo comer en silencio – ¿y tú también estás invitado?
- Eh...sí...- le dijo sonrojándose al recordar a Evan, el apuesto Guardia Real.
- El guardia que vino le ha echado el ojo al enano este – le dijo Leandro a su padre haciendo que Aldair se sonrojara comenzara a sudar frío - ¿eso podría ser conveniente no? Aunque sea un guardia cualquiera nos podría ayudar a conocer mejor el príncipe – le preguntó a su padre.
- Claro, tú siempre tan inteligente mi cielo – le dijo sonriéndole, luego miró con expresión fría al menor – bueno, un guardia es lo mejor que podría aspirar – le dijo. Este evitó decir que no era un guardia cualquiera sino EL Guardia Real, pero era mejor quedarse callado – ya en el baile podrías seducirlo y pedirle que nos acerque más al príncipe – prácticamente se lo ordenó.
- Se...¿Seducirlo? – preguntó azorado. Él nunca había seducido a nadie, aunque Evan era tan guapo. Se sonrojó al pensar esas cosas.
- Para algo debe servir esa cara de niña – le dijo Leandro malicioso. Aldair lo miró dolido – además eres un debilucho, no sirves para otra cosa, por lo menos sácale provecho. Tener favores de la guardia nos conviene. – al menor se le llenaron los ojos con lágrimas ¿Así que solo servía para "eso"?
- Ya no tengo hambre – dijo y se levantó para irse a buscar a la única persona que realmente lo quería.
- ¿Y al estúpido no lo han invitado no? – preguntó Alejandro sin siquiera mirar a su hijo menor.
- No, le dije que no estaba y ni se molestó en insistir felizmente – le respondió para seguir con su cena.

Aldair fue a la cocina y vio a su hermano apoyado en la pared estrujando un trapo y con el rostro sombrío. A Isaac nunca le había importado no ser invitado a los eventos sociales ni nada por estilo, estaba tan acostumbrado que eso no le afectaba al mínimo. Lo que le dolía tanto era haber escuchado toda la conversación en el comedor y saber que la única oportunidad para poder volver a ver al hermoso príncipe se había esfumado. Obviamente él no iba a ser invitado porque no era nadie en esa casa, pero saber que el príncipe buscaría pareja en ese baile y no podía ir le rompía el corazón. Tenía ganas de salir a romper cosas al granero.

- Hermano ¿Estás bien? – le preguntó Aldair preocupado. Estaba seguro que había visto lágrimas en los ojos de su adorado hermano.
- No es nada pequeño – le dijo el mayor dándole una sonrisa tranquila.
- Hermano, tengo algo para ti – le dijo sacando el sobre lacrado y entregándoselo. Isaac no podía creer lo que veía. ¡Era la invitación para el baile! ¡Incluso tenía su nombre encima!
- Cómo...¿Cómo conseguiste esto? – le preguntó mirándolo fijamente. Aldair se sonrojó.
- Bueno...se lo pedí a el guardia...- dijo mirando al piso – la invitación era para ser entregada personalmente, pero me la dio para ti.
- ¿El guardia que te echó el ojo? – le preguntó burlón hasta que una idea hizo click en su cerebro. – espera...¿acaso era el Guardia Real? ¿el de la librería? – preguntó con el ceño fruncido.
- Eh...pues...sí, el mismo – él no le mentía nunca a su hermano. Isaac recordó molesto a ese hombre que se notaba a leguas que quería comerse a su hermanito. Luego recordó que gracias a él tenía una invitación.
- Tendremos que agradecerle entonces – le dijo - ¿y te gusta?
- Ehh??....pues...no se – dijo sonrojado. Isaac lo miró con la ceja alzada – bueno, tal vez un poco...¿No estás molesto? – le pregunto dudoso.
- Aldair – le dijo abrazándolo – es todo un honor que el Guardia Real se haya fijado en mi hermanito y si te gusta no hay problema – le acarició la cabeza al menor - ya tendré una charla con él...tú todavía estás muy niño.
- Isaac! – gritó avergonzado, pero sabía que su hermano lo decía con cariño. - Gracias Isaac – le dijo abrazándolo – sabes, tú mereces más que nadie ir a ese baile – le soltó - si el príncipe se fija en ti sería genial.
- Sabes...te voy a contar un secreto – le dijo. Isaac necesitaba compartir el secreto con alguien y nadie más que su hermanito podía ser de confianza. – Yo conocí al príncipe...hace 10 años...pero solo fue por un momento, él se había perdido y yo lo quise ayudar, pero los guardias se lo llevaron - Aldair lo miró asombrado – es tonto ¿no crees? Que me guste alguien que solo vi un ratito y hace tanto tiempo.
- No es tonto! Es....es increíble! ¿Crees que te reconozca? – le preguntó.
- No se...él era pequeño, no lo creo. – miró a su hermano y sonrió – pero gracias a ti puedo ir a comprobarlo.
- Genial!...creo que ya se fueron – dijo al escuchar el comedor en silencio – Isaac, cuando se vayan al otro pueblo...¿podremos salir a pasear? – le pidió con los ojitos brillantes.
- Jajaja...está bien, será tu premio, ahora anda a dormir – le dijo despidiéndose del menor.

Isaac dejó a Aldair y se fue a limpiar el comedor. No podía creerlo ¡Tenía una invitación! Ahora podría conocer al príncipe pero ¿lo podría reconocer? Sonrió para sí mismo quitándose esa idea. Se habían visto por menor de 20 minutos y hacía 10 años. Era imposible que el príncipe lo recordara, pero fácil podría conquistarlo o por lo menos ser amigos. Habían tantas posibilidades y tantos escenarios que pensar en eso le hacía doler la cabeza. Lo mejor era tener paciencia.

Ya en su habitación abrió la trampilla que daba a un cuartito en el techo y ahí desempolvó un baúl. Con parsimonia lo abrió y sacó el contenido. Un hermoso traje para bailes y eventos estaba ahí envuelto entre terciopelos. Su padre se lo había dado antes de conocer a Alejandro para cuando fuera grande y quisiera algo para usar en los eventos sociales. El baile en el palacio era la oportunidad perfecta para estrenarlo, solo tendría que lavarlo y arreglar algunas cosas. Sacó el traje y lo dejó sobre su escritorio, felizmente ni Leandro ni su padrastro entraban nunca a su cuarto, así que no había problema en dejarlo ahí. Era un hermoso traje de color verde suave pero con arreglos en las muñecas. No era el último grito de la moda pero serviría para dar una buena impresión.

Al día siguiente todos se levantaron muy tempranito. Alejandro se llevó a sus dos hijos al otro pueblo, obviamente con previo trabajo oral para Leandro por parte de Isaac, y por fin dejaron la casa en silencio. El rubio aprovechó para ir al pueblo a que una costurera amiga suya le arreglara algunas cosas roídas del traje, dejándolo como nuevo. Cuando llegaron él solo de dedicó a cocinar y ayudarlos ya que Leandro se la pasaba gritando por todos lados que le faltaba algo y demás.

Alejandro sin embargo había sido notificado que el rubio mayor había ido a arreglar un traje al pueblo por lo que aprovechando el caos de la casa fue al cuarto del chico. Y ahí estaba, el hermoso traje que su hijastro iba a usar. Mostrando una calma que dama miedo se acercó a la cama y comenzó a cortar el traje con una tijera. Lo dejó hecho trizas tanto así que quedó irreconocible. Satisfecho con su trabajo salió y se cambió. El carruaje ya había llegado así que llamó a Isaac. Este, que había estado ayudando al menor a colocar su propio traje, se acercó receloso.

- Ya nos vamos, espero que cuides la casa – le dijo con una sonrisa maliciosa. Esto hizo sospechar al rubio pero no se inmutó.
- No hay problema – le respondió.
- Pobre Ceniciento – dijo Leandro, burlón, envuelto es el carísimo y bello traje que su padre le había comprado. Todo en negros y rojos pero de una tela suave. Lástima que la cara no se la podían cambiar.
- Adió – se despidió el menor sin tristeza porque sabía que el plan del mayor era cambiarse cuando todos se fueran y llegar al palacio a caballo. Aldair estaba en un sencillísimo traje celeste sin arreglos ni nada. Su padre no lo quería ver resaltar en esa fiesta.

Isaac esperó a que el carruaje desapareciera en la lejanía para luego correr a su habitación a arreglarse, pero lo que encontró lo hizo caer de rodillas. El hermoso traje de su padre estaba hecho jirones sobre su cama, incluso la invitación con su nombre había sido cortada en pedazos. Enojado con todos y consigo mismo por ser tan confiado, salió corriendo del cuarto hacia el establo para golpear las maderas. Tiró todo lo que encontró, gritando con fuerza y haciendo asustar a los animales. Ya exhausto y triste cayó llorando al suelo. Todas sus ilusiones se destruyeron, la única oportunidad para volver a ver al príncipe había sido destruida. Dejó que las lágrimas cayesen y escondió el rostro entre las rodillas

- Y como siempre estoy solo....¿acaso nunca nadie me va a ayudar? – preguntó enfurecido.
- Aww no llores pequeñín! Ya estoy aquí para ayudarte – escuchó una voz algo chillona detrás de él. Asustado se levantó y vio a un hombre, de unos 30 años y poco regordete, sentado en el aire y mirándolo con cariño. Llevaba una túnica lila llena de corazones y flores. Isaac casi se cae al ver que el hombre flotaba...FLOTABA!
- Qué...¿quién rayos eres tú? – le gritó buscando algo para defenderse. Cogió un palo y lo colocó amenazadoramente frente a él. – ¡Aléjate ser infernal!
- Ay cielito bello, saca esa cosa fea de acá – dijo haciendo un puchero y con un moviendo de la varita que llevaba el palo desapareció. Isaac lanzó un chillido asustado. – ok, ahora sí...mira, yo soy tu hado padrino! – le gritó con una gran sonrisa y lanzando chispitas alrededor de él.

Isaac lo miró alucinado. Había pedido ayuda pero le habían mandado a la reina de la primavera. Lanzó un suspiro...¿Y ahora?

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