Capitulo 4: El Encuentro!!!

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  Isaac miró otra vez al su "hado padrino" con el ceño fruncido y mirada desconfiada.

- Entonces...solo para entender – dijo sentándose sobre la paja – me harás un traje del aire o algo por el estilo y un carruaje de...¿una calabaza?.
- Siiii! – respondió el hado dando vueltas en el aire y dejando salir chispitas de colores – y esos ratoncitos bellos serán excelentes choferes – agregó señalando a dos ratones que estaban bajo el marco de la puerta. El rubio resopló y decidió que, aunque ya se había resignado a no asistir al baile, podría dejar al loco hacer un poco de su magia.
- Está bien...si tu lo dices, no pierdo nada si te dejo intentarlo – dijo. El hado lanzó un chillido emocionado y se acercó para jalarlo de la mano y levantarlo.
- Ok...a ver guapo quítate esto – dijo tratando de quitarle la camisa. Isaac se la quitó y lo observó mientras este lo rodeaba tomándole medidas con esa varita – hmmmm sí que estás en buena forma... aysh si tan solo me dejaran tocar un poquito – dijo pasando sus dedos por los abdominales. Isaac alzó una ceja – uy tú si que estás bue...
- NO LO TOQUES! – se escuchó una voz estruendosa que sobresaltó a los dos hombres – Limítate a hacer tu trabajo!!
- Ya ya...que aburrido – dijo el hado haciendo un puchero y volviendo a tomar medidas.
- ¿Qué rayos fue eso? – casi grita Isaac todavía asustado. Esa voz se había oído horrible.
- Ah...¿eso? Mi jefecito...es un gruñón, pero no le hagas caso – dijo restándole importancia – ya lo tengo! A ver...¿cuáles eran las palabras mágicas? – se rascó la cabeza con la varita. Isaac lo miró enfuruñado – ah! Sí...jiji perdón...¡bibidibabidibu! – gritó dando giros y logrando que Isaac quede envuelto en una luz fuerte, tanto que el muchacho tuvo que cerrar los ojos mientras sentía un cosquilleo por todo el cuerpo. – awwwww! Esta vez sí que me lucí...mírate! – dijo apareciendo un espejo.

Isaac abrió los ojos y se quedó sin palabras al verse. El traje que llevaba era incomparable a cualquier cosa que él haya visto antes, sencillo pero a la vez muy hermoso. La tela parecía haber sido hecha de estrellas, tan suave y brillante...y el corte! Era perfecto para su cuerpo. Lo zapatos parecía de cristal (pero no lo eran) sino de algo suave pero sin ser transparente. Era todo tan irreal. El traje de su padre no era feo, algo pasado de moda tal vez, pero no había punto de comparación con el traje que el hado le había hecho. Incluso su piel parecía suave y su cabello estaba brillante. Por un momento el rubio pensó que se iba a echar a llorar de la emoción.

- Wow... - dijo dándose una vuelta y volviendo a mirarse en el espejo. Tocó la tela con precaución, él era algo tosco y no quería romper esa tela tan bonita – me veo increíble! Gracias! – soltó emocionado. Parecía incluso algún muchacho rico o de buena familia. No quedaba nada del joven pobre que realmente era.
- Yo nunca me equivoco cielo! – le dijo apoyando el mentón sobre su hombro y mirándolo con cariño – Te ves espectacular...nadie se te podrá resistir...y eso no es todo! ¿Dónde está mi calabaza? – le dijo emocionado para luego salir disparado del granero en busca de su calabaza.

El menor lo siguió y vio como lo que antes había sido una calabaza terminaba por convertirse en un hermoso carruaje y los ratoncito se transformaban en dos dulces y lindos caballeros.

- Ahora sí...estás listo para el baile – le dijo el hado indicándole a uno de los choferes que abriera la puerta.
- Pero... - Isaac se mordió el labio – todo es muy bonito y te lo agradezco, pero...no tengo invitación y sin eso no podré entrar.
- Aysh! – dijo golpeándose la frente – no te preocupes! – y moviendo la varita hizo aparecer una invitación con la firma y sello del Guardia Real – acá está. Isaac la tomó y al leer el nombre se sorprendió.
- Pero acá dice..."Un ángel".
- Exacto, eso eres tú – dijo sonriéndole – solo hay algo que debo advertirte antes de que vayas al baile cariño. – El hado suspiró, esa era la parte que odiaba a la hora de realizar los deseos...las condiciones – este hechizo solo durará hasta la medianoche, luego deberás irte de allí o sino morirás – Isaac se sorprendió de eso, pero lo aceptó...él solo quería la oportunidad de asistir - ...y no le podrás decir tu nombre a nadie por eso deberás usar esto – le dijo haciendo aparecer un hermoso antifaz para luego colocárselo. Con eso era imposible reconocerlo. El hado hizo un puchero. – lo siento, pero son las reglas precioso.
- No te preocupes – le sonrió – ya has hecho bastante con darme esta oportunidad...yo...solo deseo verlo de nuevo, sé que no puedo aspirar a nada más – agregó triste.
- Nadie merece esto más que tú precioso – le dijo sonriendo dulcemente – solo tienes que confiar, tu destino está ahí...y si no puedes divertirte con los choferes – dijo con tono pervertido lo que hizo que Isaac se sonrojara y comenzara a reírse - ....ahora vete! No quiero que llegues tarde! – y a empujones lo hizo entrar al carruaje.
- Gracias! – le gritó Isaac y pero luego bajó del carruaje – Espera! Falta algo! – y corrió hacia su habitación. El hado lo miró extrañado pero como el joven llegó tan rápido como se fue, no le preguntó nada. Simplemente lo volvió a meter en el carruaje y dio la orden de partir. Isaac estaba feliz, al fin vería a Rick.

Mientras tanto en el palacio, Rick se movía nervioso e inquieto tras la cortina que los separaban del salón principal. Su padre Alesio, a su lado, lo miraba enternecido sabiendo que el muchacho estaba esperando a su persona especial, el cual al parecer no se había presentado. Hasta ese momento más de 200 jovencitos habían llegado junto a sus padres. Felizmente el palacio era tan grande que había espacio para todos. Se podía notar que todos ellos habían hecho su mejor esfuerzo en arreglarse y tratar de sobresalir, y sin embargo, su príncipe estaba cabizbajo.

- Papá – le susurró su hijo - ¿Tú crees que venga? – preguntó mirando a todos los jóvenes llegar a través de la cortina. Alesio acarició la cabecita de su hijo y lo abrazó.
- Si sigue en el pueblo por supuesto que vendrá...pero prométeme que no te vas a abstraer por pensar en esa persona hijo – le dijo preocupado – muchos chicos y chicas han hecho su mayor esfuerzo para venir, lo mínimo que esperamos es que les agradezcas con tu atención.
- Lo haré papá...pero si él aparece no te prometo nada – le sonrió. Su papá suspiró resignado.
- Y ¿cómo sabrás que es él? No lo has visto en 10 años cielo.
- Lo sabré – respondió Rick totalmente seguro y sacando la figurita que muchos años atrás le había regalado el niño misterioso. La miró con cariño y le dio un beso antes de volverla a guardar. Había soñado con ese momento por 10 años y él sabía que iba a reconocer a su ángel en cuanto lo viera.

Evan se acercó a los dos pelinegros y les sonrió. Estaba radiante ya que había visto a Aldair entrar al castillo. No necesitaba nada más para ser feliz.

- Ya han llegado todos – informó.
- ¿Todos? – gritó Rick – imposible, deben faltar.
- A lo mucho serán unos 10 o 20 jóvenes que no han llegado – dijo – pero casi todos avisaron que no iban a asistir.
- No puede ser...él todavía no llega – dijo Rick tratando de sonar seguro. No quería pensar que posiblemente su ángel se encontrara entre esas personas.
- Lo siento cielo, pero no podemos retrasar el baile solo por ellos – le dijo su padre.
- Pero papá! – le dijo su hijo haciendo un puchero.
- Me lo prometiste hijo.
- Está bien... - dijo resignado. Nunca nadie le podía negar nada a Alesio.

Se dejó llevar con padre y su puso su mejor sonrisa al entrar al iluminado salón. Lo recibieron con aplausos y murmuros de apreciación. Tuvo que saludar a la interminable lista de jóvenes...el conde tal, el lord tal, el hijo del carpintero...todos estaban ahí, mirándolo como si fuese el último pedazo de pan sobre la mesa.

Rick suspiró agotado tratando de acordarse de todos los nombres o por lo menos las caras, pero ninguno le llamaba la atención. Sonrió falsamente a la voz chillona de unas chicas pero se congeló al ver al ser que estaba entrando en ese momento por la puerta principal. Y no fue el único. Muchos muchachos y muchachas voltearon al ver al hermoso joven con antifaz bajar por las graderías. El traje era brillante y parecía adaptarse al perfecto cuerpo que escondía. El antifaz le cubría casi todo el rostro, pero era imposible no darse cuenta de la belleza que emanaba a cada paso. El baile se lleno de murmuros emocionados y miradas de envidia y de deseo. Pero para Rick todos habían desaparecido. En ese momento solo existían el hermoso rubio con antifaz y él. El chico rubio caminó hacia una de las esquinas y se quedó quieto observando a todos y a la vez a nadie. Cuando sus ojos se posaron en Rick este se sonrojó como nunca antes lo había hecho.

Esa persona lo llamaba con su presencia y sin decir más avanzó de prisa entre los muros, esquivando a todos los que querían hablar con él, para acercarse al joven que en ese momento se llevaba una copa de vino a los labios. Habían pasado demasiados años como para acordarse la apariencia física de su ángel pero solo había una forma de comprobarlo. No había forma de equivocarse con eso.

- ¿Y porque un antifaz? – le preguntó el menor a Isaac, este casi se atraganta con la bebida pero se repuso rápidamente. Rick lo había sorprendido.
- Se me da mejor el misterio – le respondió sonriéndole y apreciando al menor. Rick estaba bellísimo, definitivamente los años habían sido buenos con él. El cabello negrísimo y lacio, y esos hermosos ojos azules que lo cautivaron aun siendo niño. ¿Pero acaso lo reconocería o solo le había parecido curioso el nombre?. Rick estaba tan nervioso que se mordió un labio al sentir el corazón latiendo rápido y el mayor casi se derrite.
- ¿Y se puede saber tu nombre? – le preguntó acercándose un poco más. Felizmente que las gruesas columnas y estatuas lograban darles un poco de privacidad.
- Es un secreto – le respondió. Rick se acercó más pero hizo como si se resbalara para caer entre los brazos de ese joven.
- Ups...lo siento – dijo abrazándose a ese cuerpo que lo rodeó con sus brazos para atraerlo hacia él.
- ¿Estás bien? – preguntó Isaac preocupado. En ese momento el corazón del príncipe comenzó a latir desbocado por la cantidad de sensaciones que lo llenaron. Protección, calidez, seguridad, todo lo que sintió cuando hacía 10 años se había perdido y un ángel lo había cuidado. Se aventuró a coger la mano del joven y llevarlo hacia el salón. Había esperado demasiado tiempo para tener a ese ángel entre sus manos y no lo iba a dejar escapar. Ya no había duda que él era ese ángel que había esperado con tanto anhelo.
- Sí, señor ángel, pero me deberá conceder este baile – dijo el menor. Isaac lo miró extrañado. ¿Señor ángel? pero sonrió y se dejó hacer. Posiblemente esa sería la única oportunidad que tuviese con el príncipe así que haría todo lo que él le pidiera.
- Jamás te lo negaría – le dijo. Vio que Rick saludaba a los músicos. ¿Algo extraño no? Sin embargo los planes del pelinegro eran otros.

Los músicos entendieron la seña del joven heredero y comenzaron una pieza muy suave y romántica. Rick se les había advertido previamente que solo tocasen esa pieza cuando él les avisara. Isaac se sorprendió del cambio repentino en la música pero aprovechó para hacerse más a él y dejó que el menor le guiara. Los reyes miraban curiosos la escena ya que su hijo les había dicho que aquel único muchacho con el que bailaría la pieza central del baile, era el elegido.

- No soy el mejor bailarín – le dijo sonrojado. Felizmente el antifaz le cubría casi todo el rostro. Maldita su familia que nunca lo llevo a un baile o le enseñó a moverse en sociedad.
- No te preocupes – le dijo el menor infundiéndole seguridad – soy el mejor profesor.

Y ante las miradas atónitas de todos los invitados ambos bailaron la pieza mirándose a los ojos y dejando que el mundo girase sin percatarse de ellos. En ese momento solo existían ellos dos. Ambos enamorados del otro pero sin saberse correspondidos. Era tan cálido el ambiente que muchos otros jóvenes se animaron a bailar con aquellos que les gustaran y prontamente el salón se llenó se alegres risas y murmuros.

Alesio y su esposo, el Rey, miraban atentos a los dos jóvenes. El Rey apretaba la mano de su marido, preocupado por su hijo y por su elección. Ese joven de antifaz era un completo desconocido para todos y eso le traía mala espina. Alesio trató de tranquilizarlo. Él sabía que su pequeño solo estaba completamente enamorado y se alegró de que el joven ese existiera y decidiera asistir al baile.

- Tiene un palacio muy hermoso, su alteza – comentó Isaac. Casi se había asustado al ver el imponente palacio y compararlo con su propia situación.
- Gracias – le dijo el menor sin dejar de mirarlo a los ojos. Esos hermoso ojos verdes que lo cautivaban cada vez más - Lo más hermoso es nuestro jardín... Además es mi lugar favorito.
- Me imagino...si es tu favorito debe ser el lugar más bello – le dijo acariciando el rostro del menor. Este se sonrojó y volvió a tomar su mano.
- Entonces déjame enseñártelo – y sin escuchar respuesta lo guió hacia los jardines. La concurrencia los vio pero nadie dijo nada. Era obvio que el príncipe ya había hecho su elección ¿Pero quién era ese joven?

Caminaron juntos sin soltarse de las manos, cada uno sumido en sus pensamientos. Isaac todavía sin creer estar al lado del hermoso príncipe y Rick feliz de saber que su ángel realmente existía. Llegaron hasta una pérgola llena de almohadones de colores y rodeada de altos arbustos y rosales que impedían que alguien los viera. Era el lugar perfecto. El mayor se maravilló de la hermosa vista de los jardines.

- Mi príncipe – le dijo Isaac una vez que se sentaron en una de las bancas acolchonadas – tengo algo para ti – y sin esperar respuesta metió la mano al bolsillo y sacó una figurita de madera. Rick lo miró asombrado y no pudo evitar abrazar al mayor y sollozar. El rubio se sorprendió – No quería hacerle llorar su alteza.
- Llámame Rick – le pidió el pelinegro sin soltarlo. Isaac lo apretó más fuerte sobre su pecho. Rick suspiró al sentir de nuevo la calidez y la sensación de protección que tanto había añorado – Así que realmente existías...
- ¿Cómo? – preguntó el rubio sin entender.

Rick no le respondió, solo atinó a alejarse un poco y sacar de uno de sus bolsillos la figurita de madera que hacía 10 años el mayor le regaló. Isaac no lo podía creer.

- La guardaste...
- Todos estos años esperé para verte – le dijo Rick con una sonrisa triste - aunque todos me decían que estaba loco y que en verdad no existías...yo sabía que sí...que algún día volverías a aparecer... – se quedó callado y volvió a abrazar a Isaac -...que vendrías por mí...- agregó bajito.
- Rick...- y sin poderlo evitar levantó el rostro del menor y le depositó un beso. El príncipe no dijo nada pero lo miró sorprendido – siempre quise venir por ti...pero no podía...
- Pero ya estás aquí...– y esta vez fue Rick quien inició el beso.

Isaac dejó que el muchacho se trepara encima de él y se sentara a horcajadas sobre sus piernas. Él lo sujeto e intensificó el beso. Era increíblemente adictivo. Rick abrió la boca y dejó que el rubio metiera la lengua. Si así eran los besos se sentía orgulloso de nunca haber dejado que nadie lo besara, para que su ángel fuese el primero. El rubio nunca se había sentido tan caliente con solo besar a alguien y que esa persona fuese Rick lo hacía mucho más excitante. Le lamió los labios, la barbilla, el cuello y todo lo que tenía al alcance, mientras sus manos bajaban y comenzaban a masajear esas redondas nalgas.

- Eres tan hermoso Rick – le dijo sin poder evitarlo – te deseo tanto – y volvió a besarlo con ganas. Por un momento se asustó de ir muy rápido con el chico, pero este correspondió a todos los roces.

El príncipe sintió la dureza del mayor encontrarse con la suya propia y no lo dudó más. Comenzó a quitar el hermoso traje que cubría a su ángel. Isaac se sorprendió un poco pero se dejó hacer.

- ¿Estás seguro? – le preguntó cuando Rick lo dejó sin nada en la parte superior.
- Nunca había estado más seguro de algo – le respondió mordiéndose un labio nervioso – yo también te deseo...te he estado esperando tanto...

Isaac no necesitó nada más y cargó al príncipe hasta los almohadones para luego depositarlo allí. Le quitó la ropa suavemente, acariciando y lamiendo toda la piel que iba descubriendo. Rick gemía despacito y se arqueaba cada vez que el rubio le lamía el ombligo o los muslos, pero nunca tocando el miembro erguido.

El mayor lo dejó totalmente desnudo y se levantó para despojarse de su propia ropa. Su miembro saltó a la vista, grande y grueso, al ver la hermosa vista de tener al príncipe totalmente expuesto y con el pecho rojo de la excitación. Rick, por otro lado, se relamió al verlo...era perfecto. Alto, fuerte, pero no muy musculoso, bronceado..."si tan solo se quitara el antifaz" pensó. Se levantó un poco para ponerse de rodillas frente a su ángel. Cogió tímidamente el enorme miembro y pasó la lengüita despacito. Disfrutó sentir el temblor en el cuerpo del mayor y el suave gemido que lanzó. Lamió de nuevo y se dejó embriagar por los sonidos y las suaves embestidas que hacía el chico rubio. Era tan excitante sentir la inexperiencia del príncipe tratar de darle que placer que sintió que se iba a correr con solo verlo, por eso lo detuvo suavemente y lo besó para recostarlo de nuevo y abrirle las piernas. Lamentablemente era consciente que tenía muy poco tiempo y debía de aprovecharlo.

- No me cansaré de decirte lo hermoso que eres – le dijo antes de descender y comenzar a lamer con ganas el miembro del menor y luego introducírselo de una en la boca. Rick lanzó un sonoro gemido y se arqueó al sentir esa lengua y esos labios devorarlo. Las mamadas del rubio eran incomparables (años de práctica) – pero no tenemos mucho tiempo mi amor...
- Ahhhhh...- gimió al sentir como esa lengua hacía maravillas. No entendió lo que el mayor le dijo -...¿poco tiempo?

Isaac no le respondió y solo descendió más para separar las firmes nalgas con sus manos e introducir la lengua con ganas. Al principio Rick se sobresaltó al sentir esa intrusión pero una vez que perdió los nervios su cuerpo tembló. El príncipe estaba tan excitado que la zona ya estaba húmeda por lo que solo tuvo que hacer una presión más para que la entrada comenzara a extenderse y lograr introducir la lengua por completo. Rick se empujaba contra esa deliciosa lengua sin contenerse. El rubio chupó y mordió un poco lo que causó estremecimientos en el cuerpito del pelinegro. Con unos últimos lengüetazos dejó el ano del menor lo suficientemente abierto para meter dos dedos y moverlos como tijeras.

- Ahh...hmmmmm – gemía Rick - ....me voy a venir...
- Y lo harás amor...- le dijo sacando los dedos y comenzando a introducirse en ese hermoso cuerpo. Estaba tan estrecho que era obvio que ese niño le estaba entregando su virginidad. Que hermoso era saber que él también lo había extrañado y que doloroso no poderle decir quien era – pero lo harás conmigo dentro.
- Ahhhhhhh – Isaac le levanto aun más las piernas para hacerse espacio.

Rick gritó al sentirse lleno de ese miembro tan grande pero la preparación anterior lo había dejado lo suficientemente listo para recibirlo sin dolor, solo con una leve molestia. Isaac comenzó a embestirlo con suaves estocadas y una vez que lo sintió cómodo estas se convirtieron en rápidas arremetidas. Y es que el menor le pedía más duro y más profundo.

- Te amo – le dijo el príncipe abrazándose a su cuello y besándolo con pasión. – no me importa quien seas...te amo!
- Yo también mi amor...- estaba tan caliente, tan estrecho, tan húmedo – te amo tanto..- Isaac le hacía el amor entregando todo su ser en ello.

El sentirse lleno y la mano áspera sobre su miembro hicieron que el príncipe se corriera primero dejando la mano del rubio manchada con su tibia esencia y este, al sentirse apretado y tan cerca del clímax, se salió de ese cuerpo y se vino sobre el vientre del menor (todos sabía que el príncipe era fértil y no era su intención embarazarlo...por lo menos en ese momento). Ambos suspiraron y se abrazaron. Isaac se echó a su lado y dejó que el príncipe se abrazara a él. El momento era tan perfecto, piel contra piel abrazos y besos, todo parecía irreal. Y en medio de las caricia las campanadas comenzaron a hacerse escuchar con fuerza. Isaac se sobresaltó y empujó suavemente a Rick para comenzar a cambiarse rápidamente.

- ¿Qué sucede amor? – le preguntó el príncipe confuso.
- Me tengo que ir – le dijo con dolor. Casi se le rompe el corazón al ver la carita asustada y llena de dolor del pelinegro.
- No! No te puedes ir! – le gritó Rick tratando de detenerlo pero este se vestía con presteza. No había olvidado las reglas del hado y si quería volver a ver a su príncipe tenía que estar vivo primero.
- Lo siento mi amor, tengo que irme...- le dijo dándole un beso y comenzando a irse pero Rick se cubrió con uno de los telares y lo sujetó por la cintura.
- Por lo menor dime quien eres para buscarte – le pidió sin poder evitar que las lágrimas rodasen por sus mejillas. No era justo! Por fin lo había encontrado...¿porqué tenía que irse? – por favor te lo ruego...aunque sea dime tu nombre...algo...lo que sea!
- No puedo...no puedo decirte quien soy ahora- le dijo con todo el dolor de su alma tratando de no girar hacia el menor que estaba destrozado. Lloró por la impotencia de no poder decirle su nombre. No es que no lo intentara pero cuando quería decirlo su lengua se trababa y ningún sonido salía de su boca.
- Pero me dijiste que me amabas! – le gritó – no me puedes hacer esto! No puedes irte después de regresar a mí!
- Y te amo...pero tengo que irme...- le dijo soltándose - pero voy a regresar a ti. – Comenzó a bajar las gradas de la pérgola pero Rick no se detenía.
- No podrás! Nunca te dejarán acercarte al palacio...no podrás regresar, esta era la única oportunidad – lloraba y trataba de sujetarlo pero el mayor no lo dejaba – Si te vas me obligarán a casarme con quien sea...por favor.... – lloraba Rick.
- Encontraré la forma de regresar...nos volveremos a ver - le gritó mientras se alejaba. Las doce campanadas ya iban a terminar y tenía que correr sino quería morir ahí mismo.
- No! – gritaba Rick – no me dejes! – trató de correr tras de él pero se tropezó con la sábanas y cayó de rodillas llorando. Lloró largamente y cuando se cansó y las lágrimas dejaron de caer se levantó con una convicción y fue a buscar su ropa – No voy a esperar 10 años de nuevo mi ángel – comenzó a decir y tomó las dos figuritas de madera para mirarlas con amor – Yo te daré la oportunidad de regresar – y a paso lento regresó al palacio para irse directo a su habitación a planear la estrategia para hacer que su rubio regresara.

Evan lo siguió y tocó la puerta de su habitación. Lamentablemente por estar "ocupado" con cierto niño, había perdido de vista a su príncipe durante todo el baile y ahora había escuchado a los demás guardias comentar que el muchacho había entrado por una de las puertas traseras con la ropa desarreglada y directo a su cuarto. El Guardia Real no esperó invitación e ingresó al lugar. Rick estaba echado sobre sus sábanas viendo con cariño dos figuritas de madera.

- Mi príncipe – le dijo acercándose a la cama y arrodillándose ante ella – esto es lo más extraño que me ha sucedido en mi vida – dijo en susurros.
- ¿Tiene que ver con cierto chico con antifaz? – le preguntó. Evan lo miró asombrado.
- Así es Rick – y se acercó para enseñarle la invitación que llevaba en la mano – mira lo que le dio a mis guardias...lee el nombre del joven – y le señalo que decía "Un Ángel". Rick lo miró asombrado pero no dijo nada – te juro que yo no firme esa invitación...y sin embargo el sello y mi firma son infalsificables...no lo entiendo – le dijo consternado. Él estaba seguro que no había firmado nunca esa carta. Ni siquiera había visto al joven, solamente fue informado que un joven con antifaz se había presentado como "un ángel".
- Es él...es mi ángel Evan! – dijo emocionado – Estuve con él...pero se fue.
- Tuvo el descaro de irse? – preguntó extrañado.
- Tuvo que irse...pero no te preocupes. Ya tengo todo listo para que regrese – y sonrió con tranquilidad.
- Sólo ten cuidado príncipe, esto es muy raro.
- No es raro Evan, es perfecto...

Isaac llegó a las justas a la carroza y casi llegando a la casa esta de desarmó volviendo a convertirse en una calabaza. El hermoso traje también desapareció y fue reemplazado por sus viejas y remendadas vestiduras. El sueño se había acabado por ahora.


***********


Por otro lado Leandro salía de entre los arbustos del palacio real con una sonrisa maligna. Estaba horriblemente feliz de comprobar esa historia que un día escucho, que el estúpido le contaba a su hermano menor en la cocina, sobre cierto encuentro del joven con el príncipe hacía 10 años.

"Te odio tanto que podría reconocerte aun con ese antifaz" pensó "Y ni pienses que te quedarás con el príncipe.....ceniciento".


















  CONTINUARÁ!!!!!!  

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