03 de mayo de 1960

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Un nuevo día comenzaba. Un nuevo día. En un nuevo lugar. Con las mismas personas de siempre. Bueno... A a excepción de dos muchachitos, cuyo día había empezado unas dos horas antes que el de los demás.

Sí era cierto que todos de llevaban bien con todos, pero Loreto y Felipe llevaban el significado de amistad a otro nivel. Alguna vez leí en el periódico que las vacas escogen a una "mejor amiga" desde que son jóvenes y, cuando las separan, pueden llegar a deprimirse tanto que mueren de soledad y tristeza. Bueno, algo así pasaba con ellos, pero, claro, ellos no eran vacas, eran sólo unos niños.

Felipe nació diez meses antes que Loreto. Durante esos diez meses, Felipe fue un bebé normal, demasiado normal para el tipo de familia a la que pertenecía. Su hermana, Janet, de dos años en ese entonces, trataba de enseñarle a bailar únicamente con los brazos, a pintar hormigas con un pincel, a esconder sus juguetes para que le compraran más, a robar la vaselina de su papá para hacerse peinados locos...

Pero nada hacía que se separara de su biberón ni de la televisión. A excepción de una pequeña criatura que acababa de salir del vientre materno: Loreto Lugo Silva.

Desde que la vio, empezó a sonreír tanto como nunca lo había hecho. Desde que la vio, comenzó a hacer gestos y señas graciosas. Desde que la vio, sus ojos adquirieron cierto brillo extraño que no desapareció jamás. O al menos eso es lo que los demás dicen.

Como todo el día de ayer estuvieron ocupados, los amigos no tuvieron oportunidad de celebrar el cumpleaños de Lore. Felipe no podía dejar pasar su cumpleaños numero catorce, simplemente no podía, por lo que decidió compensárselo el día siguiente.

Felipe se levantó tempranísimo, según él a las 3:23 de la mañana, pero tal vez exageró un poco, cómo saberlo. Guardando silencio, sacó de su maleta todos los materiales que había empacado y los llevó a un jardín del hotel por el que habían pasado ayer al llegar. El lugar estaba un tanto apartado, pero cuando Felipe dijo que cuando lo vio, supo que ese tenía que ser el lugar, aunque tuviera que recorrer tal distancia con tal peso sobre sus hombros.

Sin lugar a dudas, el lugar era hermoso, tenía una fuente de piedra en el medio, rodeada por un banco circular que la cubría entera. Arbustos y plantas complementaban al precioso jardín.

Al final, un precioso picnic con un mantel a cuadros una canasta llena de comida y finos cubiertos, acompañados con música exquisita.

Pero, estamos hablando de los Lugo y de los Moreno. Con "un mantel a cuadros" me refiero a uno hecho con viejos exámenes de matemáticas del año pasado con raíces cuadradas —se acerca un poco ¿o no?— y sobre todo el mantel escrito con plumón rojo "ya estas vieja, ve ahorrando para los servicios funerarios". Y abajo de eso con una letra más pequeña se leía "sabes que te quiero, mi leche de cabra". Leche de cabra era Loreto y leche de cochino era Felipe. Era un chiste interno que surgió hace años —del cual Loreto ya ni se acordaba por cierto— durante una conversación llena de ...llamémoslas dudas existenciales.

Con "una canasta llena de comida" hablo de una maleta anteriormente vaciada por Felipe y llenada de nuevo con dulces y burundangas que él solo había comprado con sus ahorros y, cada uno de los empaques ya estaba abierto, según "leche de cochino" debido a una "inspección de salubridad", según yo, debido a un glotón en potencia.

Con "finos cubiertos" quiero decir tenedores, cuchillos y cucharas traídas Dios sabe cómo desde su casa hasta Chile que por cierto ni siquiera necesitaron para comer.

Y la "música exquisita" en realidad se trataba de una grabación repitiéndose que él tomó de Horacio tocando la flauta como todo un experto. En desafinar.

Al terminar su obra maestra, colocó una nota que decía "Si ves esto no lo toques. No es para ti" tratando de asegurar que ninguna persona que estuviera en el hotel se acercara a su pequeño gran regalo.

Salió del hotel y buscó en las calles un puesto que vendiera globos de cumpleaños. Fue difícil, pero encontró uno perfecto. No.

La verdad es que por más que buscaba no encontraba ningún maldito globo de cumpleaños, así que lo que logró conseguir fue un globo que encontró atado a un poste que tenía escrito con un marcador negro: "Perdón por la pérdida". Yo no sabía que globos de esos existieran en éste planeta.

Y toda ésta travesía se la contó a Loreto durante el día de picnic. Hablando de Loreto, cuando Felipe llegó al hotel de nuevo, tomó la colcha de Lore como pudo y la metió en ella como si fuera una bolsa. Suerte para Felipe que tuviera sueño pesado, aunque no tanta para Loreto, que era un blanco fácil de bromas y jugarretas. Se la llevó arrastrando, para ver hasta dónde podía llegar sin despertarla, hasta la golpeó levemente con un escalón sin lastimarla y ella ....¡seguía dormida! Cuando llegaron, la desempacó y la en acostó encima de los exámenes. Sólo faltaba esperar. Y vaya que esperó un buen rato.

Felipe se dio cuenta de que su "cartel" no había funcionado como pensaba ya que alguien había tenido la gentileza de llevarse unos chocolates consigo aunque estuvieran mordidos, cuando se lo contó a Loreto más tarde, rió tanto que se le salió una lágrima. Loreto seguía dormida y Felipe se empezaba a aburrir, así que decidió hacer lo que mejor sabía hacer. En la maleta encontró un chocolate ya derretido por el sol y se lo embarró a Loreto en la cara. ¿Tal vez serviría para el cutis, no?

Al despertar Loreto, se dio cuenta de lo que tenía en la cara y se dio cuenta de que la tuvo que haber llevado a rastras, ya que le dolía tremendamente la espalda. Al principio se echaron a reír, pero después, Loreto sintió un sentimiento de venganza que tenía que saciar y se le ocurrió embarrarle el chocolate en la cara a Felipe, un poco de su propia medicina. ¿Que cómo lo hizo? Lo hizo de la primera manera que cruzó por su mente: un beso en los labios.

Logró su objetivo, Felipe quedó igual de manchado que ella, pero ninguno de los dos sabía lo que había pasado, ninguno de los dos había pensado del otro de esa manera, ninguno de los dos volvió a hablar de eso, ninguno de los dos se sintió raro, ninguno de los dos le dio mucha importancia, sin embargo, ninguno de los dos se arrepentía de lo pasado y ninguno de los dos olvidó jamás ese beso. Segundos después, ambos volvieron a reírse de ellos mismos como lo hacían segundos atrás, como si nunca hubiera pasado nada, dejando el beso en el olvido.

Respecto a lo que los demás hicieron ese día, no tengo idea. Lo único que sí sé es que Janet estuvo esperando a Loreto para salir "en búsqueda de un nuevo amor". Aunque, sin darse cuenta Loreto ya lo había encontrado sin siquiera salir del hotel.

Cuando vuelva a ser feliz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora