Necesitada

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                     Anya era una chica solitaria, aquella chica que creía que no le importaba a nadie, aquella quien se ahogaba en sus pensamientos día y noche.
Solía quedarse despierta hasta tarde, amaba las noches lluviosas, mirando al techo mientras escuchaba las gotas de lluvia golpear en dirección a su ventana mientras escuchaba música, en ocasiones acompaña su soledad con su libro favorito, una taza de café amargo y unos cuantos cigarros. 

                     Su vida cotidiana consistía en levantarse temprano por las mañanas, lamentando dormir tan tarde y ver las ojeras en su pálida piel frente al espejo, lavar y maquillar un poco su rostro, más tarde bajar a tomar café y tomar algo para desayunar. Ir de camino su escuela observando a su alrededor, con la mirada perdida en el horizonte, escuchando buena música que le ayudara a despejar su mente; todo era aburrido a simple vista. Observaba a cada persona a la que se topaba, chicas con grandes pestañas, ojos luminosos, cabello largo y un buen cuerpo, un maquillaje natural, una belleza natural que comparándose con ella hacía que su autoestima bajará aún más; mientras miraba sus ojeras, sus ojos pequeños escondidos detrás de unos lentes de armazón café. Sin embargo aquellas chicas, todas aquellas desprendían un aire de feminidad inigualable que hacia captar la mirada de hombres por varios minutos.

                     Así eran sus mañanas en la escuela, sus actividades después de esta eran aburridas y comunes a los ojos de las personas, pero, había algo en ella que la hacia diferente: Sabía apreciar pequeños detalles de la vida, momentos que pueden ser irrelevantes para algunos o demasiado absurdos para darles esa atención; gustaba de caminar en la noche mientras escuchaba su canción preferida y observaba a la gente caminar en diferentes direcciones, ver su expresión de angustia, estrés, felicidad, preocupación.. Tantas emociones y sentimientos diferentes que se reflejaban en el rostro y vibra de quien pasaba a su lado.
 

                      Le molestaba ver a sus compañeros de clase abrazándose sin ningún motivo ni razón; a sus ojos esto era un desperdicio de afecto, hacen que pierda la esencia: hay un gran significado y una inmensidad de sentimientos por los que quieres tener a esa persona especial cerca de ti.  

- ¿Por qué demostrarlo si no lo sientes en ese momento? -dijo en voz baja-.

Como siempre, nadie la escuchó. Su tono de voz era tan delicado que pocas veces incluso cuando intentará siempre lograba perderse entre los murmullos de sus compañeros de clase. 

                      Durante su niñez deseaba tener una gran cantidad de amigos, sin embargo para su mala suerte; solo se acercaban aquellos quien querían burlarse de ella, chicos que jugaban bromas de mal gusto, chicas que siempre la menos preciaban y le destrozaban el autoestima. A medida de que fue creciendo rodearse de gente innecesaria en su vida, ese era el porque tenia tan pocos amigos. Aprendió a conocerse a si misma, sus ratos sola le ayudaron a convertirse en alguien que no dependiera de nadie más. 

De cierta manera se había acostumbrado a esa soledad que la rodeaba.


Cafeína con olor a lluviaWhere stories live. Discover now