3. STEVEN: Vestidos ridículos

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Daba cierta pena su mirada, perdida y temerosa a la mía, evitándola lo más que podía, incluso podía asegurar que miraba con mayor gracia aquellos cadáveres yacentes al piso que a mí, su salvador. Su mirada de odio suplantaba en menor medida el miedo que sentía, no podía ocultar sus emociones aunque lo intentara. Pero para ser algo sincero, gracias a aquella chica rubia había conseguido algo que creía perdido. Poderes. Cada vez se asomaban con mayor fuerza en mi camino, dejándome libre el paso a la venganza.

Lo único sin desatar eran sus piernas, pero esas si las podía quitar ella misma. Mi cuerpo se encontraba calmado y renaciente, aquellas almas habían creado en mí la antigua sensación de satisfacción que me había sido arrebatada tiempo atrás, cuando fui expulsado de lo que yo llamo cielo y paraíso, conocido por muchos como el infierno.

Su mirar denotaba los sentimientos encontrados que tenía, no podía ocultarlos o mejor dicho, no podía dejar de tenerlos, era una simple humana que vivía en la ignorancia y tentaciones que se le ofrecían, debatiéndose entre lo que era malo y lo que era bueno, para ir a lo que ellos esperaban como el "cielo". Ser ángeles por los buenos actos que habían logrado en vida. Estupideces. Un ángel nace ángel y un demonio se queda así. Ninguno puede cambiar al otro bando por más que quiera hacerlo, la sangre pura no puede mancharse al igual que la sangre contaminada no puede purificarse. Los humanos son la digna demostración del mal experimento que se había creado. Una combinación de odio y amor falso que se alojaba en el "corazón humano". Eso es lo que denotaba esa chica.

Pero a comparación de muchos, ella si parecía un ángel.

Si no fuera por sus ridículos vestidos y su aura apagada, me inclinaría delante diciendo las palabras que a los contaminados se nos obliga a decir, las palabras inconscientes se quedaron atascadas en mi garganta con una sonrisa maliciosa. Ella no era un ángel.

—¿Y bien? —susurré acercándome a ella — ¿Dónde está mi dinero?

Había seguido al trío de mala muerte para quitarles lo que "ganaran", pero por alguna razón sólo pensé que le quitarían su dinero, más allá tal vez la secuestraban, no que la golpearían. Observarlos desde la oscuridad del callejón fue aburrido y poco productivo, al menos hasta que sus almas llegaron a mí, putrefactas e inútiles, pero de todos modos me hacían recordar a mi antiguo yo. Sin dejar de mirarla, pude notar la cantidad de temor que alojaba en su cuerpo, más de lo que un niño siente al escuchar ruidos en su casa, no había hecho el más mínimo intento por quitarse la soga de sus piernas y mucho menos había intentado hablar.

—No tengo dinero conmigo —dijo ella.

No vociferó nada más, simplemente se quedó sosteniendo mi mirada con perspicacia, sus ojos morados —un color demasiado inusual— parecían no querer rendirse ante el viento frío que se veía venir por el norte. Si bien decían que lo único que lo único que hace a un callejón sin salida lo que es, es un pequeño obstáculo de madera entre la mitad de una calle y otra, quería decir que esta se había convertido en una nueva pasada. Gracias a mí y mis grandes habilidades de controlar la potencia de mis ataques.

—Lástima pequeña —dije amenazando con atar de nuevo sus manos —, o me lo das por las buenas, o puedo continuar con el plan de aquellos tres.

Movía hábilmente la soga entre mis manos, pasando del dedo índice al anular ignorando el dedo medio, las emociones mezcladas en su mirada me enorgullecían. No era la primera vez que ocasionaba aquello en una mujer humana. Usualmente caían rendidas ante el egoísmo de mis ojos y el sarcasmo de mis palabras, aunque claro, siempre las encontraba en ocasiones optimas en las cuales yo quisiera tener algo que ver con ellas. No en una noche fría en medio de un callejón. Con una chica que probablemente salve mi trasero de ser expulsado de aquellos departamentos.

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⏰ Última actualización: Jul 12, 2016 ⏰

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