Epílogo: Unas ideas diferentes

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Mis padres me abandonaron a temprana edad y por esa razón me vi obligado a refugiarme en un gran bosque. Al principio todo fue muy difícil. Mis únicos pasatiempos fueron hacer apuestas sobre mi propia supervivencia e intentar acercarme a los pokemon.

Esperaba que la muerte me llegara; y creí que mi fin estaba cerca en una fría noche. Mi cuerpo tiritaba a pesar de mis esfuerzos por mantener la temperatura corporal. De repente sentí cómo mis ojos comenzaron a cerrarse contra mi voluntad. Mi pulso por momentos era más débil y cuando creía que todo había terminado, que mi corta vida había llegado a su fin; sentí un suave pelaje junto a mi fría piel. A duras penas pude abrir los ojos para observar al pequeño pokemon de color negro que se había acurrucado cerca de mí para proporcionarme calor. Fue en ese instante cuando comprendí que toda la humanidad estaba equivocada.

-Zorua... te prometo que os ayudaré –Susurré con un hilo de voz –haré libres a todos los pokemon.

Desde aquel momento me convertí en el amigo de los pokemon. Viví como uno más de ellos, me acostumbre a alimentarme de las mismas bayas que esos pequeños seres comían, dormíamos juntos y para mi sorpresa Zorua se convirtió en mi fiel compañero de aventuras. Siempre estaba a mi lado y me alertaba de todos los peligros que acechaban el bosque; a cambio yo lo protegía de los furiosos Darumakas, pues por muy extraño que parezca, desarrolle un extraño don que me permitía conversar con los pokemon. Los entendía y ellos parecían comprenderme; hasta el punto de que conseguía tranquilizarlos.

Todo mejoró desde entonces, mi estancia en el bosque se transformó agradable, mi relación con los pokemon mejoraba por día y no me sentía solo. La soledad del principio había desaparecido. Zorua se convirtió en algo más que un compañero, era como el hermano que nunca tuve; y el resto de pokemon pasaron a ser los amigos que tanto extrañaba al principio de mi llegada a aquel bosque. Fueron todos esos pequeños seres, los que otra gente usaban para combatir, los que me hicieron sentir querido. Ellos me habían demostrado que para los pokemon los humanos éramos seres iguales. No se creían superiores y en ningún momento intentaron atacarme. Fue eso lo que me hizo reflexionar. Yo era pequeño, un niño abandonado, y mi opinión no le importaría a nadie; pero me juré que eso cambiaría. Les prometí a todos mis pequeños amigos que en un futuro serían libres, que los humanos los tratarían como a iguales; y en ningún momento los obligarían a combatir; haciéndolos sentir inferiores.

Los días transcurrían rápidos, cada vez eran más los pokemon que se acercaban a mí: Purrloins, Minccinos, Deerlings e incluso algunos Darumakas

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Los días transcurrían rápidos, cada vez eran más los pokemon que se acercaban a mí: Purrloins, Minccinos, Deerlings e incluso algunos Darumakas. Todos ellos jugaban conmigo, me hacían sentir el niño más feliz del planeta; pero aquella felicidad se acabó cuando Zorua emitió un grito de alerta.

-¿Qué te pasa amigo?

En ese momento todos los pokemon comenzaron a emitir sus característicos gritos. Algo no iba bien y mi deber era protegerlos.

-¡Escondeos!

Tras mi orden todos los pokemon desaparecieron entre los matorrales. Todos, excepto Zorua que me miraba fijamente con miedo en sus ojos.

-Vete amiguito, escóndete –Le ordené pero Zorua se mantuvo junto a mí –Estaré bien... te lo prometo.

A pesar de mi insistencia, Zorua no se movió. Entonces pude escuchar unas extrañas voces. Voces que me transportaron a mi nacimiento. Eran palabras humanas, pero no lograba entender lo que decían. Supuse que sería algo normal después de tanto tiempo sin relacionarme con mi especie. Las voces cada vez estaban más cerca. Miré a Zorua. El pequeño pokemon a pesar de temblar de miedo se mantuvo en todo momento junto a mí. Me agaché y lo tomé entre mis brazos aportándole la mayor seguridad posible.

Varios hombres y mujeres emergieron de los arbustos. Vestían de blanco, con un gorro coronado por un extraño símbolo azul. Parecían muy peligrosos, pero en ningún momento mostré tener miedo. Tenía que mantenerme fuerte, no solo por mí, sino por mis amigos. De repente, a todos aquellos humanos que me rodeaban se unió un ser que caminaba ayudado por un bastón. Se abrió paso entre sus secuaces y se detuvo frente a mí. Me miraba fijamente a los ojos con una amigable sonrisa. ¿Será buena idea confiar en él? Eso me pregunté, pero al sentir a mi pequeño amigo temblar obtuve rápidamente la respuesta. Debía alejar de aquel bosque a todos aquellos extraños o el resto de mis amigos estarían en peligro.

Di un paso al frente y enlacé mi mano con la de aquel hombre de elegantes ropajes.

-Te convertirás en alguien importante –Me dijo el hombre mientras acariciaba la cabeza de Zorua –Me encargaré de que toda la humanidad conozca tu nombre

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-Te convertirás en alguien importante –Me dijo el hombre mientras acariciaba la cabeza de Zorua –Me encargaré de que toda la humanidad conozca tu nombre... me llamo Ghechis y seré tu instructor.


Pokemon: Amor entre rivalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora