Uno

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Me encontraba platicando con Doña Silvia como era de costumbre, la vieja no se callaba con aquello de su novela, comenzaba a hartarme.
-¿Querrá el licuado? -Pregunté con cierto tono de irritación, no es como que me gustara estar en ese lugar atendiendo gordas. Y bien, no es que tuviera nada de malo en el peso de una persona, sino en el nivel de irritación que tienen.

-Buenos días -Dijo una masculina voz, me recordó a Don Omar, aquel cantante tan famoso de cuyas canciones reproducían en el salón de frente de lunes a viernes. Era Bill, el instructor de zumba. Mi hermana había ido a un par de clases y había quedado prácticamente enamorada de ese tipo ¿Qué tenía de especial? Además de aquel cuerpo de semidios griego.

-Buen día ¿En que puedo servirle? -Dije con voz medianamente amable, ya antes había mencionado lo mucho que odio trabajar ahí.

-Un licuado de fresa -Portaba una gorra con tan famosa marca de la "palomita", nike.

-De acuerdo -Contesté comenzando a tomar las proteínas, frutas, leche.

-Con mucha leche por favor -Lo miré un instante, me sonrojé, él me había sonreído. Maldito engreído. Metí todo a la licuadora y tal como él me dijo agregué más de un ingrediente. Lo vertí en un envase color verde y le puse un sorbete en espiral entregándose junto a una carta de "dietas balanceadas" aunque, claro a él no le hacía falta nada de eso. -Hey, ¿No has entrado a ninguna de mis clases verdad?

-Ay no, que bueno -Comentó Doña Silvia, vieja chismosa

-No... No me gusta bailar

-Me ofendes, el zumba es más que una danza... No sé quien te metió tal idea por la cabeza, pero te la puedo sacar y meter otra -bebió directo de ese popote mientras miraba a otro lado. Viéndolo bien, de perfil, le daba un aire de Enrrique Iglesias. Quizá sólo era mi imaginación. Volví a sonrojarme violentamente mientras me cubría el rostro y acomodaba mi mandil color verde jodeme la vista.

En la pantalla arriba, comenzaba la tan dichosa novela de Doña Silvia, el rubio en cambio, sacó su celular y comenzó a teclear un par de cosas para después me llegase un mensaje.

Gracias por el licuado hecho con tan finas manos, me ha enamorado su sabor, regresaré mañana. Igual gracias por poner tu número en aquella carta de dietas, me ha servido más que las rigorosas dietas. ;)

Para cuando me voltee ya no estaba, sólo había un vaso vacío, un billete y un suspiro de la señora. Quizá mi hermana tenía razón. Era hermoso

Me Enamoré Del Instructor De ZumbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora