Capítulo 9

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Una puerta se abrió dando paso a unas escaleras en forma de caracol.

- Tú primero Bella - dijo el joven haciendo arder una antorcha.

- ¿Vendrás conmigo? - dijo ella.

- Voy detrás de ti.

La chica comenzó a bajar los escalones con mucho cuidado. A su espalda pudo oír como una pesada puerta se cerraba. A los cinco escalones de llegar al suelo, una cegadora luz se abrió paso. La chica se paró al llegar y el chico le tomó la mano y tiró de ella hacia fuera. Ante ellos se encontraban dos caballos cargados con cosas esenciales para la supervivencia: provisiones, tienda de campaña, cerillas,... El chico subió a uno de los dos caballos de hermoso pelaje negro.

- ¿Te acuerdas de como se montaba a caballo? - le dijo a la chica tomando las riendas.

- Creo que sí - ella ya tenía un pie sobre uno de los estribos de la silla cuando oyó una voz que gritaba su voz: su hermano - ¡Eduardo!

- Me han contado lo del rey - le dijo este.

- Yo estaba allí. Solo espero que se recupere.

- Bella, tenemos que irnos - le dijo el príncipe.

- Ya voy - dirigió la vista a su hermano -. Por favor, cuídate.

- Lo haré, y espero lo mismo de ti. Ahora sal de aquí - la ayudó a subir al caballo.

- Te quiero Eduardo.

- Y yo a ti - tras eso le dió una palmada en el lomo al caballo, que corrió dejando una humareda de polvo a su paso.

El príncipe la seguía de cerca a la misma velocidad que ella. No aflojaron el ritmo hasta que se aseguraron de salir de la pequeña comarca. Cuando se hubieron alejado de allí los dos frenaron y se miraron preguntándose el uno al otro con tan solo la mirada qué hacer.

- ¿Y ahora qué haremos? - preguntó al fin ella.

- Deberíamos dirigirnos al pueblo más cercano para cambiar de ropa. Llamamos mucho la atención.

Enseguida los dos retomaron el ritmo y en menos de una hora ya estaban en el pueblo más cercano. Se bajaron de los caballos y los llevaron atados de las riendas hasta el mercado principal.

Allí, intentaron convencer a un vendedor de ropajes para que les vendiera dos trajes. Por suerte, entre las provisiones encontraron una bolsa de monedas, de las que le dieron unas veinte por los trajes.

Bella escogió un vestido hasta los pies de color negro con un velo, con el que poder ocultarse, en un color verde. El príncipe se llevó un traje de camisa y pantalón en color azul marino.

Aprovecharon para comprar algo de fruta para los caballos y más provisiones para el viaje.

Cuando paseaban por el mercado, Bella se paró en el puesto de una mujer de cabellos blancos que vendía flores. Se inclinó para olerlas cuando oye el sonido del hierro chocando con otra espada de hierro. Cuando levanta la vista se encuentra con un rostro oculto que tiene su espada sobre la cabeza de ella. Pero para su suerte, el príncipe ha podido frenarla con su espada de hierro.

- Corre - le insta Erik.

La chica se aparta, al igual que toda la gente de la plaza del mercado, cuando el hombre aparta su espada y se coloca en modo de defensa. Erik también lo hace. El hombre corre hacia el príncipe y le ataca con la espada pero el príncipe es más rápido y lo esquiva. El hombre cae y se lleva consigo uno de los puestos de fruta allí puestos, pero no se rinde y vuelve al ataque, aunque esta vez el príncipe también lo esquive y le dé un pequeño corte en uno de sus costados. Este se queja y se vuelve a levantar, pero esta vez el príncipe le propina un puñetazo que lo deja en el suelo sin espada.

- ¿Quién te manda? - dice el príncipe furioso clavando levemente la espada en el cuello del hombre en el suelo.

- ¡No lo diré!

- ¡¿Quién te manda!? - dice clavando más fuerte su espada.

- ¡Está bien lo diré! - el príncipe soltó su agarre -. Dan una recompensa.

- ¿Por qué la darán?

- Por traer la cabeza de un príncipe rubio y una muchacha de cabellos morenos.

- ¿Quién dió esa orden?

- El rey.

Erik apartó su espada y cogió la del hombre que los había atacado. Mientras tanto, Bella había acudido en ayuda de la mujer del puesto de flores, que había quedado atrapada bajo su puesto en la trifulca. La sacó de allí y la mujer le dió una cálida sonrisa de agradecimiento.

- Vámonos - le dijo el chico ya en el caballo.

Erik había preferido no llamar por su nombre a la chica, para que les fuera más fácil esconderse.

Ella se subió al caballo y siguió al joven. Se escondieron en un callejón deshabitado y bajaron de los caballos.

- Ya no podemos pedir ayuda al rey del pueblo, está compinchado con los enemigos - dijo él mirando al suelo.

- ¿Y ahora qué haremos?

- Tengo un plan.

Los dos se pusieron a hablar y cuando terminaron se fueron a buscar un lugar para dormir.

(...)

A la mañana siguiente, en el palacio del rey, un hombre enmascarado había afirmado haber encontrado al joven fugitivo. El rey ordenó que pasara. Este desgraciado hombre llegaba al salón principal acompañado de cuatro guardias y del joven Erik esposado cabizbajo.

- ¡Al fin encontramos a la rata vagabunda que va armando el caos por mi ciudad! - dijo el gordo rey sentado en su trono -. ¡Y todo gracias a este buen hombre! ¡Entregadle su recompensa!

Acto seguido, unos hombres altos y musculados se dispusieron a dar al enmascarado veinte bolsas con doscientas monedas cada uno. Pero el rey miraba inquieto la figura del príncipe.

- ¿Donde está la chica? - dijo frotando su perilla.

- ¿Qué chica? - dijo en enmascarado.

- La chica que acompaña a la rata callejera.

- Con él no había ninguna chica.

- ¡¿Qué!? - dijo el rey espantado.

- Él estaba durmiendo solo.

- ¡¡Imposible!!

Entonces el príncipe Erik rompió las cadenas como si de arcilla se tratase. Cogió la espada del hombre enmascarado que ni se había inmutado. Dejó tirados en el suelo a los guardias que le estaban atacando. Luego fue a por los guardias del rey y cuando llegó a él, clavó su espada en su cuello y le hizo una marca que sin duda dejaría una cicatriz.

- Para que recuerde con quién no debe aliarse - le dijo antes de salir del espacioso salón del trono.

El "hombre" que lo había capturado se descubrió el rostro.

- Lo conseguimos - dijo la voz de la dulce Bella cuando estuvieron lo suficientemente lejos para no ser oídos.

Ya fuera, la chica se descubrió el rostro. Ella aún seguía con los pesados sacos de oro cargados. Él la ayudó a cargarlos en los dos caballos y luego se montaron para salir al galope de el pueblo.

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Hola a todos de nuevo. Espero que os haya gustado el capítulo. Gracias por los comentarios de apoyo, y ya sabéis, votad y comentad.

BESOS

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La Princesa Perdida #Wattys2016 #ConcursoMejoresTemas {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora