Siento como la tela de la media resbala por mi cuerpo desnudo, distingo como va tensionando suavemente mis piernas, y a la vez mis glúteos, me miro en el espejo y veo como las pantimedias negras resaltan mi estilizada figura, al tensionar perfecta y suavemente, mis glúteos rosados, haciendo que se levanten un poco y sean más agradables y apetecibles para los hombres.
Camino frente al espejo y me observo de una forma y otra, me miro desde diversos puntos y checo las fortalezas y debilidades de mi cuerpo, en pocas palabras descubro lo bueno que está, veo que se encuentra, en su mejor momento, ni muy joven, ni muy viejo, está en el perfecto punto en el cual ningún chico, sería capaz de resistirse a los encantos de mi cuerpo y mucho menos a mí seducción.
Me apresuro a sacar de mi closet lo que me voy a poner esta noche, algo con que verme sensualmente atractiva, algo con lo cual pueda llamar la atención de cualquier persona que me vea, sea hombre o mujer, saco una a una las prendas y voy descubriendo que ésta noche es algo especial, en ella descubriré algo que nunca había vislumbrado anteriormente, algo que me dejará perpleja y estupefacta.
Miro por un rato la ventana y logro ver del otro lado, a un chico hermoso a la vista, me acerco a ella, corro la cortina y lo observo detenidamente, me sonrojo al darme cuenta que en mi interior lo estoy deseando con fuerza, me muerdo el labio y suelto una risilla de satisfacción.
— ¿De dónde será ese chico? ¿Jamás lo había visto por aquí? —pregunté para mi interior como si alguien me fuera a contestar.
—Tendré que ir a presentarme.
Por un rato me alejé de la ventana, me sentí avergonzada, descubierta, como si alguien hubiera escuchado mis pensamientos —que estúpida —nadie escucha mis pensamientos —solo yo —me acerqué nuevamente hacia la ventana y contemplé otra vez aquél ser divino que habían vislumbrado mis ojos grises.
Entre más lo contemplaba, más lo deseaba, se hacía irresistible a mi cuerpo, ese chico, con tan solo mirarlo, me excitaba todita, en pocas palabras, sentía que me volvía loca, como perro en celo.
Al parecer, está esperando a alguien, ese puede ser un buen momento para ir a platicar con él, un rato y así saber cómo se llama, de dónde es y por dónde vive o en qué escuela estudia, semejante belleza no la desperdiciaré ni la dejaré escapar tan fácil.
Me apresuré a ponerme lo que ya había elegido con anterioridad, no tan seductoramente, quería darle una buena impresión al chico, lo quería cautivar y dejarlo atónito ante mi belleza y por supuesto, dejarlo rendido ante mis pies y a mi servicio, como deben estar todos los hombres ante los encantos de una mujer seductora. . .
— Sucumbidos.
Bajé con precaución las escaleras del segundo piso y me dirigí hacia la puerta, iba lo mejor vestida y arreglada, no como salgo cada noche en la caza fortuita de hombres, sino al contrario, iba como toda una chica de mi edad en busca y conquista de un hermoso chico fantástico.
— Ahí está —me atajé ruborizándome.
— ¿Qué me sucede? ¿Por qué me siento tan nerviosa? Soy una experta en hombres.
Detuve mi caminar por un momento, sin saber que hacer o que decir, me armé de valor y me fui acercando sigilosamente al chico, entre más me acercaba a él, mi corazón se ponía más frenético, me detuve en seco, miré al cielo, suspiré y continúe mi caminar decidida a lo que iba, sin temor.
El chico se encontraba recargado en un poste justo en la calle de enfrente, atravesé con cuidado la avenida —temerosa en mi interior —pero con paso firme.
— El chico despedía un olor agradable, muy fresco y atrayente, era una fragancia exquisita que solo lo caracterizaba a él, vestía con una chamarra negra de cuero, unos Jeans ajustados y unos zapatos color negro, sus manos eran grandes y suaves a la vista, pero fuertes como las debe tener todo un hombre —todo un galán —el pantalón azul que llevaba, dejaba al descubierto su trasero —un muy buen trasero —me saboreé, no dejaba nada a la imaginación, y eso hacía que me sintiera más atraída y vulnerable hacia él, no sabía si él, seria cazado por mí, o yo terminaría rendida a sus pies y entre sus brazos.
— Lo deseaba con todas mis fuerzas.
Me paralicé al cavilar todo aquello.
No puedo permitirme sentir esto —estoy aquí para una misión importante —me atajé fuertemente, no importa, que es solo dar una probadita de un delicioso pastel —que tanto es tantito —proseguí.
Sonreí y continúe mi caminar, estaba por atajar al chico cuando éste sintió mi presencia y se volteó rápidamente.
— Hola —saludó.
No contesté al saludo, me quedé boquiabierta ante tal belleza que acaparaban mis ojos, su rostro, estaba bien definido, facciones marcadas y muy bien acomodadas, sus ojos eran de color verde claro, y que decir de su voz, tan seductora que al momento que la escuché caí rendida a sus pies y a sus encantos, y su cuerpo, una hermosura, atlético y marcado, su camisa a cuadros dejaba entre ver sus pectorales apetecibles y su tez blanquecina me fascinaba y me ponía al borde de la excitación, con ganas, en ese momento, de arrancar sus ropas, como un lobo hambriento, desgarra a su presa, para saciar sus más bajos instintos pasionales.
— Hola —espeté con voz entrecortada.
— ¿Cómo estás? —preguntó.
— Enloquecida por ti —musité sin despegar la vista de su cuerpo y sin saber qué decía.
— ¿Perdón? —insistió con cara de asombro y flotándole en el rostro, una risilla de suficiencia y picardía.
— Digo, muy bien
— ¿Y tú? —sacudí la cabeza.
<< Estúpida, estúpida >> me regañé.
— De maravilla —sonrió.
Y volví a quedar boquiabierta ante tanta sensualidad.
— ¿Y qué te trae por acá?
— ¿Eres nueva en el barrio?
— No —atajé con fuerza.
El chico me miró asombrado.
— Pensé que conocía a todos los de la colonia.
— Digo, si —sonreí.
— Sí, soy nueva por aquí, vivo en la casa de enfrente, con mis tíos.
— Genial.
— Entonces nos estaremos viendo por aquí muy seguido, encanto.
El escuchar aquellas palabras me hicieron sentir única, estaba embelesada ante tanta sensualidad y belleza. Esas eran las palabras que usaba cuando estaba en la caza de hombres. . . No presté atención y seguí perdida en su mirada.
— Santiago —estiró su mano.
<< Santiago, que bonito nombre >>
— Rubí —correspondí y estiré la mano para encontrar la suya.
En cuanto nuestras manos se tocaron, se escuchó un enorme y fuerte estruendo en todo mi interior, como si una casa llena de cristales hubiera estallado dentro de mí, fue tan fuerte y abrumador, que me quedé allí como una tonta y estúpida colegiala, mirándolo y cayendo en las garras de un predador.

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EL ORIGEN DE LAS ALMAS: LOS GUARDIANES
FantasiRubí y Julio dos chicos que están cursando el último semestre de preparatoria, comparten un secreto muy peculiar. Se ven envueltos en una serie de acontecimientos extraños, despertando en ellos sus habilidades como lo suelen llamar. Sus sentidos son...