La novia eterna

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Claudia era una joven que desde niña soñaba con el día de su casamiento. En su tiempo libre se pasaba mirando revistas de bodas donde además de consejos, se mostraban vestidos de novia. Su madre, quien también esperaba con ansia su unión matrimonial, debido a que era su única hija, la alentaba para imaginar una magna celebración.

La obsesión de una boda especial había llevado a las mujeres a hacerse dueñas de una tienda de vestidos de novia. Ahí llegaban muchas jovencitas adineradas que estaban apunto de contraer nupcias, pues el negocio era de los mejores del estado.

Un buen día, Claudia conoció a un hombre, un hombre empresario textil, del que se prendó al instante. A él, la muchacha tampoco le resultaba indiferente. En pocos días, iniciaron un noviazgo muy intenso. Ella solo pensaba en el día que Mario, como se llamaba el novio, le pidiera matrimonio y dar paso, por fin, a los preparativos de ese gran día.

Sin embargo los meses transcurrían y él no daba señales de unir su vida con la de Claudia. El comportamiento de este se volvió insoportable, pues cada vez eran mas las presiones que ejercía sobre el tema del matrimonio; Mario no le quedó más remedio que hablar con ella. La mujer visiblemente molesta le dio un ultimátum: o se casaban o la perdía para siempre.
Agobiado y sin otra alternativa, le pidió matrimonio esa misma noche, ya que Claudia organizó una reunión familiar para "pedir su mano" y formalizar su compromiso, poniendo fecha y hora de la boda. Como la novia estaba ansiosa de contraer matrimonio, pidió que la celebración fuera lo mas pronto posible, por lo que el enlace se realizaría exactamente un mes después.

Eligió el vestido más hermoso del almacén y ordenó a su madre no vender otro vestido igual a ése, ya que deseaba que fuera el único, durante mucho tiempo. Supervisó meticulosamente cada detalle de la ceremonia religiosa y de la fiesta, pero al parecer se había quedado sola en dicha organización, ya que Mario mostró un desinterés evidente desde el día en el que le pidió matrimonio.

Él no se involucró en los preparativo, al contrario, quería olvidarse por completo del suceso, pues le provocaba un desagrado inexplicable; confundido pensaba que tal vez había dejado de amar a Claudia y que sería un grave error casarse. Sin embargo, no tenia el valor para cancelar todo, de tal forma, que se resignó y apesadumbrado continuó con su vida.
El gran día había llegado, Claudia no había pegado un ojo en toda la noche, fue la primera en levantarse y en verificar que todo estuviera bajo control. Las familias más importantes del estado habían sido invitadas, ya que se trataba de un magno acontecimiento. Puntualmente, la novia llegó irradiando felicidad a la iglesia.

La mayoría de los invitados se extrañaron al ver que la primera en e llegar era ella y no el novio, como se acostumbra; pero tomando en cuenta el día de su boda se había convertido en una obsesión, los asistentes se dedicaron a esperar a Mario.

Habían transcurrido ya casi treinta minutos de la hora establecida para la ceremonia religiosa y el novio no llegaba ni daba señales de vida. Diversos comentarios empezaron a escucharse, pero a Claudia nada le importaba, pues estaba segura de que su amado llegaría.

Al cabo de una hora, la madre del novio arribo a la iglesia; apenada se acerco a Claudia para informarle que Mario se había marchado de casa la noche anterior y que nada sabía de él. Ella al oír esto comenzó a llorar inconsolablemente. Los invitados se fueron retirando poco a poco, hasta que la novia y su familia se quedaron solas en el templo.

Cuenta la leyenda que Claudia cayó en una terrible depresión, lloraba día y noche; además, se había rehusado a quitarse el vestido de novia, por lo que este ya lucia muy sucio. Su madre le suplicaba cambiarse de ropa, sin embargo, ella enloquecía cuando intentaban despojarla del atuendo; con lágrimas en los ojos, sólo atinaba a decir que quería ser una "novia eterna" y con ello viviría en su fantasía.

Se dice que la madre también comenzó a perder la razón al ver que su hija moría lentamente día a día. Luego de tanto pensar, tomó una difícil decisión, le cumpliría su ultimo deseo: ser una novia eterna. Para evitar que se demacraran aún más su cuerpo y rostro, la convirtió en un maniquí, en el más hermoso de su tienda de vestidos de novia.

Dice la gente que por las noches Claudia sale de su aparador y recorre al almacén buscando a Mario, al culpable de su desdicha. Como no larga dar con él, la leyenda cuenta que cada persona que se encuentre con ella, después de cerrar la tienda, desaparece sin dejar rastro. Lo curioso es que cada día siguiente, el negocio, un nuevo maniquí aparece al lado de la novia.

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