capítulo 4: la Visa a tu corazón

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Pablo procedió a pasar por la puerta del edificio, se dirigió a Abdel Jalîl, un sirio cuyo trabajo era administrar la mano de obra barata y repartir tareas, era flaco como una escoba y siempre tenía su barba hasta la altura del pecho, con una complexión similar al café con leche.
Le encargó a pablo limpiar el excremento de ave que abundaba en la terraza, tarea que con gusto se dirigió a cumplir con la esperanza de encontrar un poco de soledad que ni en su acinada casa ni en las áreas menos concurridas del edificio podían ofrecer.
Subió las escaleras reservadas a los trabajadores hasta la azotea, prosiguió a abrir la puerta esperando ver un lugar desolado, sólo visitado por aves pasajeras que dejan materia que pablo tendría que limpiar.
Pero fue Bienvenido por algo diferente, al dar un paso frente a la puerta no tardó en darse cuenta que tenía compañía.
Escucho un delicado suspiro, seguido de un pequeño lloriqueo casi infantil, parecía venir de adentro del rústico cobertizo hecho de algunas maderas usado para evitar q la lluvia corría las herramientas de mantenimiento. Dudo si abrir la puerta, podía sentir un intenso hedor a alcohol, sería un ilegal pero podía hacer dos más dos, sabía que quien sea que este ahí quería estar sólo, pero también sabía que su curiosidad era una muy profunda. Lentamente abrió la oxidada plancha de aluminio que servía de puerta hacia un costado, y vio a aquel que hombre, Donald Trump, en el piso rodeado de botellas de licor pareciendo una suerte de Ángel de nieve aunque no podría estar más lejos de lo angelical, llorando boca abajo impregnado por su propia orina.
Pablo estaba atónito y no sabía que hacer, pasarían unos minutos antes de que intentará hacer algo...

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