Capítulo 9: rencor y reencuentro

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Al percatarse del fuerte olor de la orina que fue añejada sobre el por horas, Donald se despertó, sintiéndose pegasoso y asquerosamente tibio.
Totalmente desconcertado de lo que transcurrió durante su siesta, prosiguió a revisar una de las cámaras de observación que previamente había desplegado.
Al observar la grabación, se dio cuenta que para su desgracia que esa unción no fue obra de un animal, sino de una manada mixta d mexicanos, puertorriqueños y otras etnias que el tanto despreciaba, pero ahora ese desprecio degeneró en un odio, odio que fue plantado en su corazón y regado por las uretras de aquellos a los que sólo ofreció una mirada fría y condescendiente, pero ahora ese sentimiento degeneró en asco profundo. Pasaron años, Donald escaló la escalera social y económica desde el fondo, solamente con el pequeño empujón de un mísero millón de dólares, el sabía que el podría llegar a la sima para someter a aquellos que compartían la misma sangre que los que ultejaron su dignidad. Pero un día, mientras deambulaba en su Torre, símbolo de su triunfo. Diviso a una cara conocida, uno de los trabajadores que se encontraba en servicio de limpieza del baño. Recordó entonces, ese sólo hombre, que gracias a la cinta de vigilancia supo, que había intentado al menos protegerlo de las despiadadas vegigas que lo atormentaron en su momento más vulnerable. Atónito por un momento por cuán pequeño era el mundo o por cuán cómico Dios se creía; Decidió llamarlo a su oficina...

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