Abandonaron el Devadán luego de que las heridas de Iblis sanaron; pero el ángel no podía volar, sus pies se arrastraban por el lodo, y las puntas de sus alas mayores estaban corroídas y grises.
Aeshma se ofreció a cargarlo sobre la espalda, pero Iblis le respondió que ni su corazón de djinn ni su novel musculatura podrían levantarlo, siquiera a unos pocos centímetros del suelo. (Pues no hay en este mundo quien pese más que Iblis.)
Aeshma se preguntó qué idea tendría de sí misma esa criatura parecida a un ramillete de plumas, que de vez en cuando se inclinaba y levantaba del camino algún insecto o herbajo para examinarlo con expresión ceñuda.
- Entonces, Ishvara, realmente quieres ir a Egipto.- dijo Aeshma y observó con preocupación el paisaje montañoso que los circundaba.- Pero si ni siquiera estamos a la vista de las Puertas de Persia.
"Me dijiste que tus asuntos requerían una solución más que urgente. ¿Cómo pretendes que vayamos a pie? Dirijámonos hacia el puerto para que el viaje se haga más corto.
Iblis se volvió hacia él y sonrió por segunda vez en dos meses.
- El viaje será más corto de lo que imaginas, Legado. Para que sepas en la mañana habrás despertado y habrás llegado.
Aeshma se cruzó de brazos y levantó una ceja, observando al ángel desde su soberbia altura.
- Otra vez te burlas de mí, Ishvara. Bien sé yo que nos llevaría meses, y espero que no pase del año, pues creo que no has tenido en cuenta al invierno.
"En fin, elegí la ruta más larga, para no pasar por Sumer; y de eso, me estoy arrepintiendo.
- Ve a hacer una fogata, Ashmeday- replicó Iblis con sequedad.
A los pocos minutos el ángel descansaba junto a la lumbre, mientras el firmamento chispeaba sobre sus cabezas.
- Para olvidarse de la oscuridad es que el moribundo inventó las canciones de cuna.- dijo, con un brillo de metal en los ojos - ¡que se le transformen en conjuros de muerte, y en la cuna perezca!.
Aeshma, que vigilaba de cerca la presa que asaba, dio un respingo y apartó los desordenados mechones negros que cubrían sus agudas orejas de djinn.
- ¿Acaso para quien protegía a las crías humanas es algo terrible de escuchar?- replicó Iblis.
- Algo muy feo de decir, Señor, y si no tienes cuidado, en tu próxima vida renacerás como un animal, o lo que es peor, en alguno de los cuatro infiernos.
El rostro del Arcángel se demudó y farfulló con su voz de adulto:
- ¿Qué es esa repugnante cosa?
- El conejo que cacé esta mañana. Si te molesta iré a comerlo a otra parte.
- No "esta" repugnancia. Me refiero a la que acabas de decir.
Los ojos de áspid lo miraron no sin temor:
- Ah, ya estás enojado nuevamente. ¿Qué es lo que dije ahora?
- No sé qué de mi habla malvada. En cuanto a pagar por mis iniquidades, lo estoy haciendo con creces, pero, dime:
"¿Cómo es que supones que haya otra vida después de la presente?
Aeshma apartó un segundo el conejo que sus dientes destrozaban y se limpió la base del rostro con el antebrazo.
- No lo supongo, Iblis. Lo sé.
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Legado de Iblis. Los seguidores del Sendero Siniestro
PertualanganEn una vida corta mucho pesan las decisiones. En una vida inmortal, pesan mucho más. Aeshma el Deva, Ashmeday, Asmodeo, el Príncipe de los Demonios, por algo tan simple como el amor se convierte en el Legado de Iblis, quien ascendiera de la Gehenna...