Capítulo 2: Y todo el Nilo en la palabra Nilo

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Abandonaron el Devadán luego de que las heridas de Iblis sanaron; pero el ángel no podía volar, sus pies se arrastraban por el lodo, y las puntas de sus alas mayores estaban corroídas y grises.

Aeshma se ofreció a cargarlo sobre la espalda, pero Iblis le respondió que ni su corazón de djinn ni su novel musculatura podrían levantarlo, siquiera a unos pocos centímetros del suelo. (Pues no hay en este mundo quien pese más que Iblis.)

Aeshma se preguntó qué idea tendría de sí misma esa criatura parecida a un ramillete de plumas, que de vez en cuando se inclinaba y levantaba del camino algún insecto o herbajo para examinarlo con expresión ceñuda.

- Entonces, Ishvara, realmente quieres ir a Egipto.- dijo Aeshma y observó con preocupación el paisaje montañoso que los circundaba.- Pero si ni siquiera estamos a la vista de las Puertas de Persia.

"Me dijiste que tus asuntos requerían una solución más que urgente. ¿Cómo pretendes que vayamos a pie? Dirijámonos hacia el puerto para que el viaje se haga más corto.

Iblis se volvió hacia él y sonrió por segunda vez en dos meses.

- El viaje será más corto de lo que imaginas, Legado. Para que sepas en la mañana habrás despertado y habrás llegado.

Aeshma se cruzó de brazos y levantó una ceja, observando al ángel desde su soberbia altura.

- Otra vez te burlas de mí, Ishvara. Bien sé yo que nos llevaría meses, y espero que no pase del año, pues creo que no has tenido en cuenta al invierno.

"En fin, elegí la ruta más larga, para no pasar por Sumer; y de eso, me estoy arrepintiendo.

- Ve a hacer una fogata, Ashmeday- replicó Iblis con sequedad.

A los pocos minutos el ángel descansaba junto a la lumbre, mientras el firmamento chispeaba sobre sus cabezas.

- Para olvidarse de la oscuridad es que el moribundo inventó las canciones de cuna.- dijo, con un brillo de metal en los ojos - ¡que se le transformen en conjuros de muerte, y en la cuna perezca!.

Aeshma, que vigilaba de cerca la presa que asaba, dio un respingo y apartó los desordenados mechones negros que cubrían sus agudas orejas de djinn.

- ¿Acaso para quien protegía a las crías humanas es algo terrible de escuchar?- replicó Iblis.

- Algo muy feo de decir, Señor, y si no tienes cuidado, en tu próxima vida renacerás como un animal, o lo que es peor, en alguno de los cuatro infiernos.

El rostro del Arcángel se demudó y farfulló con su voz de adulto:

- ¿Qué es esa repugnante cosa?

- El conejo que cacé esta mañana. Si te molesta iré a comerlo a otra parte.

- No "esta" repugnancia. Me refiero a la que acabas de decir.

Los ojos de áspid lo miraron no sin temor:

- Ah, ya estás enojado nuevamente. ¿Qué es lo que dije ahora?

- No sé qué de mi habla malvada. En cuanto a pagar por mis iniquidades, lo estoy haciendo con creces, pero, dime:

"¿Cómo es que supones que haya otra vida después de la presente?

Aeshma apartó un segundo el conejo que sus dientes destrozaban y se limpió la base del rostro con el antebrazo.

- No lo supongo, Iblis. Lo sé.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2016 ⏰

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Legado de Iblis. Los seguidores del Sendero SiniestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora