Un lugar llamado hogar.

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EL JUGADOR NÚMERO 12 DE RAKUZAN.

Un lugar llamado hogar.

Kouki sabe mejor que nadie cuáles son sus puntos fuertes y por supuesto está consciente de todas y cada una de sus debilidades.

Ama los libros, es bueno en la mayoría de las clases, es un buen observador, apoya incondicionalmente a sus amigos, hace todo lo posible para no ser una carga.

Aun así depende demasiado de las personas a su alrededor, es demasiado tímido, suele perder la concentración con facilidad y es un miedoso de primera.

Eligió unirse al equipo de básquet de Seirin, pero sólo es un novato, aún está dando sus primeros pasos en el básquet, quizás su amor por el deporte no era tan fuerte como el de Kuroko o el de Kagami, aun así Kouki lo disfrutaba, era feliz incluso si tenía que calentar la banca, fuera uno, dos, incluso tres años, él no podría dejarlo, a su escuela, su equipo: su familia.

Ya vendría, una oportunidad de jugar...

Y cuando el momento por fin llegó, su cuerpo no podía dejar de temblar, se sentía tan diminuto al estar dentro de la cancha, los rivales (Kaijo) se veían intimidantes, sobre todo su capitán y su As: Kasamatsu Yukio y Kise Ryouta. Aun así Kouki no flaqueo (gracias a la ayuda de Kuroko) pudo ayudar a su equipo, sintió por primera vez la chispa de pasión que comenzaba a inundar su corazón.

Comenzó a amar el básquet.

Su esfuerzo da frutos, todo el cansancio, el sudor derramado, las noches en vela, las lágrimas que derraman cuando nadie veía, todo por fin era recompensado. Su presencia en la cancha duró poco tiempo, aun así logró dictar un nuevo ritmo, hizo algunas canastas y le devolvió al equipo la tranquilidad que necesitaba.

Sonrió con tranquilidad y satisfacción, su entrenadora al igual que sus compañeros le daban ánimo y lo felicitaron por su excelente desempeño, su trabajo estaba hecho, ahora sólo tenía que confiar en sus senpais y por supuesto en la luz y sombra de Seirin.

Ellos no podían perder.

Minutos más tarde Kouki se encontró absorto en el juego, la admiración que sentía por sus compañeros sólo seguía creciendo conforme los segundos pasaban, su rival por supuesto no se quedaba atrás.

Fue un juego lleno de adrenalina, emocionante hasta el último segundo, siendo Kuroko quien anotó la canasta que definiría el juego.

Después de esa experiencia Kouki comenzó a entender mejor a sus compañeros, comenzó a entender mejor la pasión y el amor hacia ese deporte en específico, dedicaba más tiempo al entrenamiento, sus pensamientos poco a poco comenzaron a llenarse solo de básquet, anhelaba jugar de nuevo con todos sus compañeros, porque eso era lo que disfrutaba más del deporte, jugar en equipo, sabía que sus compañeros estarían ahí para él.

Confiaba en su equipo.

Pero la dura realidad lo golpeó cuando en la final de la Winter Cup, tuvo que marcar al capitán del equipo de Rakuzan: Akashi Seijūrō, temblaba como una hoja a merced del viento o como había escuchado después: como un chihuahua a merced de un feroz león.

Nunca se consideró ni bueno, mucho menos malo para el básquet, pero ese mismo día entendió cuán débil era y se odio por su propio conformismo, se daba excusas baratas y sin ningún fundamento, 'ellos son unos prodigios' 'tienen un talento innato' '¿Cómo podría yo compararme con ellos?'.

Al final, Seirin había ganado la copa y se coronaban como los número uno de Japón, para Kouki ese título era mucho, quizás sus senpais y compañeros lo merecían, pero él no. No se sentía merecedor de un título tan grande como ese.

EL JUGADOR NÚMERO 12 DE RAKUZAN. |AkaFuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora