XVII

221 16 4
                                    

Las piernas de Brook temblaban, con anticipación, o con ansiedad, o simplemente por pánico. Sus manos, con las que se aferraba a cada lado del marco de la ventana, temblaban también. Uno a uno, sus dedos fueron soltándose y, con un suspiro, Brook se inclinó hacia el frente...

Escuché un chirrido, una exhalación y un grito lejano. Había corrido con una velocidad inhumana hasta la ventana, y había alcanzado Brook por los tobillos antes que pudiera dar un paso hacia el vacío. Mis propias manos me parecían ajenas mientras Brook se tambaleaba, se inclinaba de nuevo hacia atrás y caía sobre mí. Cerré mis ojos al golpear duro contra el piso, sintiendo de inmediato un segundo cuerpo aplastándome. Me escurrí sobre el suelo buscando liberarme para poder respirar, pero no podía; cada músculo, cada hueso se había paralizado y solo sentía el agudo dolor de los pulmones vacíos y un peso sofocante que se quitaba de encima lentamente.

Brook se lanzó a un costado para permitirme inhalar. Por un momento, mientras me recuperaba, apoyé el rostro contra la fría losa. Poco a poco los destellos blancos que veía tras mis párpados fueron desapareciendo, y abrí los ojos. Vi a Brook arrodillado a mi lado, con el rostro preocupado, pálido. Su boca se movía, pero la voz tardó en llegar a mis oídos.

—¡Lance! ¿Estás bien? Perdóname, Lance, no quise lastimarte. Lance, responde...

De repente, junto a Brook, estaba el señor Wells, con rostro incrédulo.

—¡¿Qué rayos sucedió aquí?! —gritó, y con el gritó alertó también a la secretaria, que de igual manera corrió hacia mí y puso expresión de tragedia. Antes que cerraran el pasillo y declararan alerta amarilla, me arrastré como pude hasta la pared. Alcé una mano para incorporarme y sentarme de espaldas contra ella, pero mi muñeca protestó de inmediato. Hice una mueca de dolor que pareció alarmar más a los presentes, y cambié de mano para poder erguirme.

Brook se acercó un poco más. —Lance, te lastimaste —dijo, tomando mi brazo entre sus manos. Sus dedos todavía temblaban mientras levantaban la manga de mi chaqueta, revelando una inflamación no muy bonita que se había apoderado de mi muñeca—. Tienes que ir a la clínica. Te ayudo a ponerte de pie, vamos...

Se acercó al lado de mi brazo sano, acomodándolo sobre sus hombros. Me rodeó por la cintura y contó hasta tres antes de levantarse, llevándome con él. Mis rodillas también protestaron cuando empezamos a dar cortos pasos hacia la pequeña área de espera, pero no era algo para quejarse. Inhalé profundamente y caminé, luchando porque mi postura lograra calmar un poco a Brook, que me sostenía casi como si fuera una figura de cristal.

Se detuvo repentinamente, y volteó hacia un señor Wells perplejo, y una secretaria enmudecida. —Eh —dijo, pausando para aclararse la garganta—, yo me ocuparé de él. Está bien. Sentimos la conmoción.

Sin esperar una respuesta, salimos de ahí. Nos dirigimos lentamente hasta las escaleras, y Brook se detuvo frente a ellas, hesitando.

—Puedo bajar perfectamente bien, sabes. No es necesario que hagas esto... —intenté quitar mi brazo de sus hombros, pero Brook me sostuvo con fuerza para impedirlo.

—Claro que es necesario —contestó él, sin verme a los ojos—; esto es mi culpa, es mi responsabilidad. Te llevaré a la clínica.

Había una resolución extraña en su voz. Se escuchaba como una mezcla de culpa y shock. Brook respiraba pesadamente; todo su cuerpo se movía mientras intentaba contenerse, sostenerme, caminar sin llamar mucha atención, probablemente para que nadie se acercase.

Nos dirigimos a otra de las entradas del gran edificio. Poco a poco, el lugar se iba llenando de más personas, de estudiantes y otros empleados, y Brook solamente se ponía más nervioso con cada nueva cara que pasaba. Su mano en mi cintura se aferró de mi chaqueta como si yo estuviera guiándolo a él, cuando en realidad era lo contrario. No podía culparlo. Sabía que tenía que decirle que había sido un accidente, que no era su responsabilidad, pero yo mismo me encontraba confundido por lo que había sucedido. Él no lo había dicho, y yo tampoco, pero era claro que Brook se había visto tentado por la altura. Había estado a punto de saltar.

Colla VoceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora