AC Syndicate: Despues De Starrick

Llegamos

Evie

Luego de un par de formalidades extras, nos dirigimos a la sede de Asesinos en Crawley. O al menos donde era la última vez que estuvimos aquí.

-- Evie, Jacob ¿cuántos primaveras tienen cada uno? -- indagó la joven.
-- De hecho, somos gemelos -- respondió Jacob haciéndose el galante.
-- ¿Estás de broma? Justo he oído hablar sobre unos gemelos, parte de la hermandad -- No se lo esperaba al parecer.

-- Sin duda, quienquiera que te lo haya dicho, se refería a nosotros -- Me incluí en su conversación -- Después de todo, no debemos ser tantos los miembros de la hermandad con un gemelo --

((.....)) 

-- Llegamos... -- Se supone que estamos en nuestros años mozos, pero, Jacob e Evie Frye, sin necesidad de preguntarlo entre ellos, se sienten como unos ancianos de 70 años o más

Dios se apiade de nosotros; aunque sea una vez, que nos deje irnos de ésta ciudad sin cargar un cuerpo de Frye.

Perla

-- Que empiece la diversión -- dije para romper el ambiente incómodo que se formaba -- Busquemos a los superiores del lugar.

-- Supongo que George seguirá reinando aquí -- comento Evie, disimulando sus nervios, ¿por qué?

-- Entremos -- Jacob tomó las riendas de la mini conversación.

Nos adentramos en un pequeño establo, el cual esta siendo carcomido por el paso de los años sin cuidado humano. Al entrar, habían dos trampillas, una contra la pared izquierda y la otra en el suelo.
Si fuera por mí, hubiera tomado la segunda, ya que de la primera suponía nos llevaba afuera del establo; pero ellos, después de todo, tienen mas idea que yo de este lugar... Y eligieron la primera opción.

Nos metimos por la pequeña trampilla; tanto Evie como yo pasamos bastante bien, en cambio, Samuel y Jacob casi quedan estancados, solo porque Dios quiso ver qué nos depara, pudieron seguir. Henry paso rozando los costados bastante bien.
Debían ser alrededor de unos 20 metros bajo tierra, con giros y todo, de caño por donde gateamos. Nunca imaginé que cinco Maestros Asesinos estaríamos gateando como bebés, buscando a alguien que no sabemos si todavía respira. Nada es verdad, todo esta permitido...

Cuando Evie, quien iba al frente, dijo que estábamos justo en la puerta, nos pusimos todos nuestras capuchas. Todavía corríamos el riesgo de que hubieran templarios en lugar de asesinos.

Ella abrió la puerta y grácilmente rodó hasta salir de allí, acción la cual copiamos los demás al estar suficientemente cerca de las salida.

Salí del pasadizo y me puse en posición ofensiva. Cuanta seguridad se tiene con nuestro estilo de vida.
Jacob, Henry y Samuel salieron detrás mía y adoptaron su versión de la posición que hicimos con Evie. Todos con las hojas ocultas, seguros de atacar si es necesario.

Nada ni nadie. Comenzamos a caminar despacio y sin hacer ruido, después de todo, el lugar se encontraba oscuro.

Decidimos separarnos en dos grupos; Henry, Samuel y Jacob por un lado e Evie y yo por el otro. Caminamos un poco mas relajadas, pero alertas igualmente. Nos separamos bastante de los otros, lo necesario para que nos ataquen y no se enteren. Diablos, ese lugar era enorme.

Ladridos. Pero no cualquier tipo de ladridos. Lobos. Los muy malditos tenían lobos; sin duda alguna eran templarios.
Mi compañera al parecer sintió los mismos ruidos del otro lado, ya que susurró quedándose sin aliento "Jacob... Henry...". Samuel, no te hagas daño, o la tía me matará si vivo.

Quince lobos se acercaban hacia nosotras, bien hambrientos. Saltó uno sobre mí, pero logré acuchillarlo lo suficiente para matarlo. Catorce. Seguimos así hasta que quedaron cinco.
Las dos, jadeantes de tanto luchar, recibimos otro ataque: dos a por Evie y otros dos a por mí. Me encargué fácilmente de los dos que me atacaron, pero Evie no corrió con esa misma suerte. Los que la atacaron eran mas grandes y feroces, realmente daban mucho miedo.
Ambos sobre ella mordiendo con rabia el bastón que separaba esas hileras de mortales dientes de la cara de Evie. Maté a uno y, mientras tanto el otro aprovecho para morder mi hombro izquierdo. Ahogué un grito y lo maté con rabia.
Pero aun quedaba uno, el cuál me arrojó al piso e intento morder mi sien izquierda, acción que no logró porque Evie le lanzó un dardo entre las orejas.