IV. Gula

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-. Los personajes no me pertenecen bla bla bla pasáoslo bien (?).-


Yona estaba agachada sobre un arbusto de bayas recogiendo su fruto mientras Hak, en postura indolente apoyado contra un árbol observando cómo trabajaba. 

-Haaaak...-Dijo ella en tono de queja. 

-Diiiiiime.

-Ayúuuuudame.

-Te haría ser demasiado dependiente de mí, Princesa-Sonrió maliciosa y perezosamente, sin moverse de su posición.

Yona infló los mofletes y miró con el ceño fruncido hacia su guardaespaldas. 

-Muy bien, entonces me las comeré yo todas.

Él sonrió indulgentemente.

-No sería muy buena idea, Princesa. Esas bayas manch-

Hak no pudo ni terminar su frase antes de que la muchacha pelirroja, sin hacerle caso, comenzara a engullirlas mientras se manchaba las palmas, los labios y la zona de al rededor de su boca. El muchacho se quedó apoyado en el árbol, pensando que era muy infantil y que estaba muy mona así de sucia. Una... belleza salvaje que no había podido tener en el castillo.

En cuanto hubo acabado, Hak se acercó a ella y se acuclilló a su lado.

-Muy tarde, Hak-Dijo ella, sonriendo con cierto aire de superioridad-. Ya no que-

-Sí que queda.

Fue esta vez Hak quien no le permitió terminar la frase, cogiendo las manos de Yona por el dorso, la parte que no estaba manchada, con las palmas hacia arriba. Se las acercó al rostro y comenzó a lamer las manchas entre rojas y rosas, saboreando en ellas el sabor algo difuminado de la fruta y el propio sabor de la piel de la muchacha.

Mientras tanto, Yona se hallaba en un shok total. Sintió un déjà vú y se vio a sí misma en una situación similar, con miel desbordándole las manos y su guardaespaldas bebiendo de ella. En esa situación todo se había salido de su propio control, tenía la respiración desbocada y el corazón le iba a mil. Justo como ahora. Y por un momento le vino a la cabeza la idea de repetir y salir corriendo, pero... No podía. Simplemente no podía. El lado que había entrado en pánico era la parte más gritona pero más pequeña de su cerebro. El resto sentía una paz extrañan, como la calma entre los ataques de una tempestad.

Poco más tarde, Hak hubo terminado con las manos de la ex-princesa. Alzó la cabeza y escuadriñó los labios de la pelirroja. Con cuidado, colocó su mano derecha en la nuca de Yona y la atrajo lentamente hacia sí mismo, dándole tiempo a moverse o a alejarse, pero la pelirroja no hizo nada, sólo se dejó mover, como una hoja por la brisa de verano. Finalmente el guardaespaldas estuvo lo suficientemente cerca de ella como hacer lo que tenía en mente: Lamer la zona manchada cerca de sus labios, centrándose en su tarea. 

Yona estaba roja no, lo siguiente. Pese a ello disfrutaba de las atenciones del hombre,  notando cómo su cálida lengua recorría sin prisas su piel, limpiándola y quedándose con el sabor de las bayas. Se sentía bien, y cerró los ojos disfrutando completamente de aquel roce sencillo pero que era bienvenido. 

Un rato después, notó cómo Hak se alejaba de ella. Que dejaba de limpiarla. Abrió los ojos, confundida para ver al hombre acercarse de nuevo (O tal vez nunca llegó a alejarse) y comenzar a pasar su lengua sobre sus labios. La muchacha se quedó sin aliento al notar la mínima distancia entre ambos cuerpos, al darse cuenta de que básicamente se estaban besando. En pocos lamentones Hak terminó de limpiar los labios de la muchacha, y ésta, decepcionada pero todavía roja como un tomate, abrió la boca para decir algo, pero esa idea murió en seguida cuando el muchacho la besó. 

La besó de verdad, moviendo sus labios lentamente contra los de ella, dejando claro qué era lo que sentía por la pelirroja. Yona tardó un poco en reaccionar, mas lo hizo, tratando de devolver el beso torpemente hasta que de repente notó al pelinegro morder su labio inferior. Ella abrió la boca, entre sorprendida y a punto de quejarse, pero de golpe la lengua de Hak se dio la autoridad para entrar en la puerta que Yona había dejado abierta. Eso hizo acallar a la muchacha de golpe, consiguiendo que se sonrojara más y que hiciera pequeñas tentativas de seguir el beso al muchacho. 

Finalmente se separaron cuando sus pulmones clamaban por algo de oxígeno. Se miraron, ella con la cabeza inclinada hacia abajo, avergonzada y con las mejillas ardiendo; y él, tranquilo, con los ojos fijamente puestos en ella. De repente, sonrió y dijo:

-Te dije que quedaban bayas, Princesa.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2016 ⏰

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