6-Buscando.

54 7 2
                                    

Natasha se encogió de hombros a modo de <<sí>>. ¿Por qué no? Al fin y al cabo no teníamos nada qué perder o sí...Bueno,la verdad es que aquel joven podía vernos como a cuatro locos salidos de una fiesta, que aún tenían ganas de divertirse a costa de cualquier incauto. Unos turistas sin mejor cosa que hacer que pasarse los días entre juerga y juerga. Pelayo me miró de reojo animándome a preguntarle al joven. De todas formas nadie se habría atrevido a preguntarle de no estar yo allí.

-¡Perdona! ¿Tienes un minuto? Me acerqué para que se diera cuenta de nuestra presencia, ya que el chico caminaba bastante distraído.

-¿Es a mí? Asentí sonriente mientras me encogía de hombros.

-¿Podríamos realizarte una pregunta?

El chico imitó mi gesto de hacía menos de un minuto y contestó -¡Sí,claro! ¿Por qué no?

-¿Por qué no? Rió Natasha al oído de su hermano totalmente divertida. ¿No era una casualidad qué aquel chico contestara tal y como lo había hecho ella? 

 El joven se cruzó de brazos y nos dedicó una mirada extrañada. ¿A qué estábamos jugando? Con total seguridad se había dado cuenta de que no queríamos preguntarle por una dirección concreta o por el camino correcto para llegar al puerto. 

-Ya podéis hacerme la pregunta o...¿Es que vais a tardar mucho rato? 

-Bueno...Digamos que no...Al menos la pregunta que te vamos a plantear es bastante breve...Luego si conoces la explicación...Pues...

¿Pregunta breve y explicación extensa? Justo en ese momento su rostro se definió con una expresión más consternada que la anterior. ¿Qué estaba sucediendo? 

-Verás-comencé-¿Podrías decirnos lo que ves ahí arriba? Le indiqué con el dedo índice derecho la pequeña azotea u observatorio de la casa. 

-¿Yo? ¡Pues qué voy a ver ahí! ¡Nada! 

El joven prosiguió su camino como si tal cosa, sin parar de reír. ¿Acaso aquel preculiar grupo había pretendido tomarle el pelo? Era más que obvio que se trataba de una broma. En la azotea de aquella vivienda semirruinosa no había absolutamente nada que percibir, que no fueran las desvencijadas ventanas. Desde luego la gente cada vez estaba peor. 

-Nada...No era la persona eligida, chicos. Suspiró Alejandra. 

-¿Y si espérasemos un poco? Propuso Natasha. Al fin y al cabo como diría el refrán...

-Sí, tal vez sea conveniente esperar un poco.

 Nos pusimos a dar vueltas y a charlar sobre asuntos dispares y absurdos, tal y como si nos encontrásemos en la sala de espera de un dentista, cosas de la vida. No habrían pasado aún quince minutos, cuando apreciamos la figura de un hombre que cruzaba, mirando a ambos lados de la carretera, entre coches aparcados hacia nuestro lado de la calle. 

-Este hombre puede ser ¿no? Pregunté al igual que había hecho cuando divisé al joven que subía por la calle con las manos en los bolsillos y tarareando una canción.

-Pudiera ser. Comentó Alejandra apoyada en un saliente del muro del chalet. Aquel día en concreto se encontraba rendida y sus pensamientos no tenían más dueño que una buena cama, en la que tumbarse y poder dormir durante felices horas y horas. 

-¡Oiga,disculpe!-Interpelé al hombre, ya que parecía no darse demasiada cuenta de nuestra presencia-¿Puede ayudarnos? <<De esta ya nos tiramos de cabeza. Que después de lo del chico...>> Me dije para mis adentros, probablemente para autoconvencerme. Como se suele decir: el no ya lo teníamos. Así que no teníamos nada que perder. Si el hombre nos hablaba de la historia bien, y sino esperar y a la tercera va la vencida. Ya solo se trataba de probar suerte. 

 -Desde luego. ¿Os hábeis perdido? Pelayo dudó qué responderle, pero Natasha le indicó, fingiendo un leve ataque de tos, que se mantuviera callado. Al fin y al cabo yo llevaba la iniciativa y como luego nos explicaría ella, sentados en una cafetería al borde de la playa, ninguno de los tres podía permitirse meter la pata al desconocer mi ya cavilada respuesta. 

-No sois de por esta zona ¿cierto? El hombre, que parecía ser una persona bastante afable, nos dedicó una leve sonrisa. Le respondimos de la misma forma y me sentí afortunada de haberlo parado, ya que tenía aire interesado en lo que íbamos a preguntarle. ¿Conoceríamos por fin de la historia del chalet número 28?

-La verdad es que no. Contesté prontamente. No hacía falta demasiadas aptitudes detectivescas, para averiguar en menos de dos minutos que no éramos del lugar. El hombre comenzó a reír y pasados unos segundos, su rostro adoptó de nuevo aquella sonrisa afable.

-Somos turistas. Comentó Alejandra que se había mantenido callada durante un largo rato, puesto que no había encontrado nada realmente interesante que decir. Y ella no era persona de hablar por hablar. Si carecía de un tema poseedor de una consistencia casi científica, prefería resguardarse bajo el tejado de las palabras de los demás. El asentimiento era su mejor amigo en casos de ese tipo.

-Ya veo. Pareció observarnos de arriba abajo,probablemente para saber si teníamos buenas intenciones o si simplemente queríamos divertinos un rato. Al menos en esta ocasión no dimos la última impresión. El hombre retomó su primera impresión, por la que nos había dedicado aquella sonrisa, y escogió una posición fija en la que detenerse.

-Creo que hemos dado con la persona correcta. Le susurró Natasha muy cerca del oído derecho de su hermano Pelayo, tras haberse dado la vuelta evitando parecer una joven descarada y sin cortesía de tipo alguno.

-Y bien, ¿para qué precisáis mi ayuda? Mis primos a mi espalda, el hombre ante mí e incluso las gaviotas que nos sobrevolaban la cabeza, debieron de descifrar el código de la pura alegría en mi rostro, mediante una sonrisa que acababa de iluminármelo. Aquel señor estaba dispuesto a ayudarnos.

-Es sobre algo que hemos presenciado por a...No me dio tiempo a continuar mi oración: <<Es sobre algo que hemos presenciado por aquí cerca>> iba a decirle al completo; pero el me interrumpió antes.

-¿Sobre este chalet? E indicó con una inclinación de cabeza la parcela, no sin antes introducirse ambas manos en los bolsillos.

-Sí, para que vamos a mentirle. Intervino Pelayo con un gesto despreocupado. ¿Para qué dar más vueltas? ¿Terminar aburriendo a aquella persona, de afable apariencia que al menos tenía ganas de escucharnos? ¡Eso nunca! Un par de horas más, rectifico, un par de minutos más sin conocer la verdad y terminaríamos subiéndonos por las deterioradas paredes, debido a la visita de la inquietud, que con un dedo en posición de negar nos advertiría de que tenía paga larga estancia. 

-Me lo imaginaba, chicos, me lo imaginaba. 

El chalet número 28Donde viven las historias. Descúbrelo ahora