CAPÍTULO 3 : Séptima parte.

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~Narra Inés~

Ya habían pasado tres días desde que me encontraba entre los Gorvix y a decir verdad habían sido muy amables y hospitalarios, excepto Calum. Cuando hablamos por primera vez él había sido muy amable, pero al paso de las horas se había convertido en una persona completamente diferente ; me evitaba y siempre que yo intentaba entablar conversación con él me contestaba de forma cortante y bastante grosera, al final decidí hacer como si él no estuviera.

En aquel mismo momento me encontraba en el jardín delantero con Jesse.
El día era bastante soleado, pero a pesar de ello un fuerte viento hacía que mi pelo rojo volara en todas las direcciones haciéndome parecer una demente despeinada. Me crucé de brazos intentando protegerme aunque sea un poco del frío, la sudadera azul claro con lunares negros que me había prestado Lana no abrigaba mucho.

-Por favor Jesse, recuérdame por qué estamos haciendo esto.

Jesse se masajeó las sienes exasperado- Para saber qué eres y así averiguar para qué te siguen esos monjes malignos o encapuchados o como quieras llamarlos. Tú misma nos pediste que investigáramos, y este es el primer paso.

-Cierto- acepté- ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

-Vamos a ver si tienes algún tipo de poder. Empezaremos con la telequinesis que es lo que cualquier ser mágico posee. Intenta mover ese tronco- dijo señalando un enorme tronco de árbol podrido que estaba tirado sobre la hierba a poca distancia de nosotros.

-¡Esto es de locos!- exclamé, me parecía imposible hacer tal cosa.

-¡Tú si que estás loca!- gritó una voz más grave que la de Jesse. Sentí que algo duro por detrás de mí me golpeaba. Me llevé las manos a ese punto, dolorida.
Jesse y yo nos dimos la vuelta, y allí asomado por la ventana del tercer piso se encontraba Calum que me había lanzado un voluminoso libro.

-¡Loca!- repitió- ¡Que estás loca!- y terminado su "halagador cumplido" cerró la ventana con fuerza y se marchó.

Jesse se acercó a mí con pasos lentos y tranquilos aplastando la hierba a su paso.
Olía ligeramente a melocotón, inhalé su agradable aroma llenándome los pulmones y luego lo solté poco a poco.
Me colocó una mano sobre mi hombro y pude notar lo cálida que era incluso a través de la ropa que yo llevaba puesta.

-No le hagas caso- me aconsejó con voz dulze- Calum está...

-¿Loco?- sugerí

Jesse soltó una carcajada que luego dio paso a una encantadora sonrisa.

-Bueno, a lo que íbamos- estiró la palma de su mano con elegancia y de esta salió un humo rojo que rodeó sus dedos. Un leve movimiento en la distancia me llamó la atención, dejé de vigilar cómo Jesse hacía magia, me di la vuelta y descubrí que aquel movimiento era el tronco.
Ya no estaba posado en el suelo sino que flotaba unos cuantos metros envuelto en una masa de aire rojizo.

-¿¡Esperas que yo haga eso!?- pregunté incrédula.

Jesse bajó la mano y la madera cayó con estrépito sobre la hierba.

-No es tan difícil, solo tienes que visualizar al objeto haciendo lo que sea que quieres que haga y luego dejar que la magia fluya a través de tu mano- me dijo, como si él fuera un brujo y yo su aprendiz.

-Eso es lo mismo que dirían en una película.

-Solo inténtalo.

Cerré los ojos, imaginé al árbol rodando...estiré el brazo e hice lo mismo que Jesse, volví a abrir los ojos esperanzada de que haya rodado aunque sea un poco, pero la ilusión desapareció con la misma rapidez que había aparecido; el tronco seguía inmóvil en el mismo lugar, burlándose de mi- Creo que no puedo hacer magia.

-Eso o que vamos demasiado rápido, deberíamos dejarlo para más tarde- repuso rascándose la cabeza.

Bufé y me dejé caer sobre la hierba cruzándome de piernas, apoyé mis manos por detrás de mí para inclinarme un poco 《¿Cómo ha cambiado tanto mi vida?》pensé. Todas las noches me repetía la misma pregunta pero nunca se la hacía a nadie 《De todas las personas que existen en el mundo ¿Por qué yo?》

Nadie lo sabía. Nadie podía contestarme.

Jesse se tumbó de lado sosteniéndose sobre un codo y posando su cabeza en la palma de la mano. Era verdaderamente hermoso. Sus fuertes colores rojos en labios y ojos, su pelo negro...contrastaban demasiado con el blanco de su piel.
Eso sí, no era tan guapo como Calum, pero es que Calum se pasaba de la raya...

-¿Tengo monos en la cara?- me preguntó sonriendo maliciosamente. Se había dado cuenta de que estaba admirando su belleza (o eso creí)
Me sonrojé y bajé la cabeza creando una cortina con mi pelo alrededor de mi cara.-N-no- tartamudeé nerviosa.

-Vale. Menos mal. El otro día me asaltaron unos monos Capuchinos a la cara y yo no me enteré hasta que me lo dijo Maison.

Me reí- ¿Monos Capuchino?- Asintó serio, lo que me hizo reir aún más alto.

-No tiene gracia que alguien sea atacado y no se dé cuenta, sobre todo si es por monos Capuchinos.

-Es la hora de la merienda- avisó alguien por detrás de nosotros, nos dimos la vuelta sorprendidos por la repentina aparición. Era Maison acompañado de su amarga personalidad.

LOS QUE SE OCULTAN DE LA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora