1. Renacer

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8 de Diciembre de 1980, 9 AM


Desperté a lado de Yoko, no podía esperar a salir con ella a algún lugar como el día anterior.
Me ha hecho sentir bien el estar con ella en estos últimos días, y eso es lo que ha provocado duda en la decisión que he tomado hace ya un par de semanas: Volvería con Paul.

La sensación de plenitud que McCartney me provocaba con cosas tan simples como hacer rozar nuestras manos es algo que ninguna mujer ha podido lograr.

Hace un par de años había hablado de esto con Yoko. Le dije que todos los humanos nacemos bisexuales, y esa es mi opinión en realidad, claro que no le dije que el amor de mi vida no era ella, sino un hombre, y no cualquier hombre, era ese al que tanto odia.

-John...-musitó la japonesa sacándome mis pensamientos. Puso una de sus finas manos en mi mejilla, yo le sonreí.

-Hoy será otro gran día.-le susurré dulcemente y le di un fugaz beso en los labios.

Mi mujer estaba muy entusiasmada por todo lo que ocurría entre nosotros. Teníamos un hijo de 5 años, y un matrimonio estable después de mucho tiempo. Todo era miel sobre hojuelas, sobre todo por mi nueva forma de actuar con Sean, no iba a lastimar a otro de mis primogénitos como ya lo hice con Julian. Enmendaría mis errores con la mujer antes de dejarla, de nuevo. Tenía que buscar una manera para no dañar a Sean al separarme de su madre, porque definitivamente, no pienso alejarme de él.

♦♦♦

El auto en el que viajábamos Yoko y yo se estacionó justo frente al Dakota. Quería llegar lo más pronto posible a mi casa para ver a mi hijo dormir, y después ir a descansar un poco. En cuanto puse un pie en el asfalto, me encaminé a la entrada del edificio. Recorrí unos cuantos metros hasta detenerme por un grito emitido por Yoko detrás de mi. No tuve el tiempo suficiente para darme la vuelta y responderle, un enorme dolor en la espalda me impidió hacerlo.

Escuché otro disparo, dos, tres, cuatro, hasta caer al suelo del vestíbulo y perderme por un momento. Los gritos de Yoko pidiendo ayuda eran desgarradores, sentía una de sus manos acariciar mi cabello con calma, pero aún sin dejar de gritar. Cuando volví a abrir los ojos pude divisar que estaba dentro de una ambulancia, no podía entender absolutamente nada, pero me esforzaba por mantenerme despierto, lo intenté hasta no poder más y caer inconsciente.


Todo lo que me rodea es color blanco, aun no distingo ninguna figura que pueda decirme en donde estoy, o tan siquiera, si estoy bien. No sé cuanto tiempo pasó, tal vez 2 o más horas, quizá un día, dos, puede ser que esté muerto y todavía no lo he notado. ¿Quizá estoy en el cielo? Ja, claro que no. Es patético tener miedo de encontrarme con Dios a estas alturas, porque, sé que ese inexistente sujeto de barbas blancas tendría muchísimas cosas que reprocharme.

Pasé el tiempo pensando en estupideces como la anterior, hasta llegar a comprender todo; A John Lennon le habían disparado 5 veces en la espalda. Increíblemente y venciendo todos los pronósticos médicos, estaba vivo en una cama de hospital pensando en cómo sería una conversación con Dios.

Un tipo de bata blanca abrió un poco la puerta. Una tímida sonrisa se asomó de sus labios al verme despierto, se acercó lentamente a mi.

-¿Puede decirme su nombre?-me preguntó amablemente.

-¿De verdad no me conoce?-le dije de vuelta, el doctor rió bajo y se dirigió a la puerta.

Después de que el galeno salió de la habitación, una Yoko Ono totalmente emocionada se apareció en el umbral de la puerta. Corrió hasta mi y besó mis labios.

-¡Estás vivo, John!-era la primera vez que la veía llorar.

-Entiendo que estés decepcionada, mujer.

-¡Ay, John!-me abrazó intentando no hacerme daño, pero inmediatamente se alejó de mi y me miró con severidad. Se limpió las lágrimas del rostro y volvió a ella ese aspecto impenetrable.

-Paul está afuera, y quiere verte.

Starting Over [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora