CAPITULO 1

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"Usó su olvido, una de sus mejores armas,

lo cual no hizo daño a mi cuerpo

(sólo me destrozó el alma)"

Edgar Pareja.

Nick Castellan...

Un año me había tomado encontrarla; ciertamente no había esperado menos.

Alguna vez me había dicho que el lobo era su animal favorito y últimamente entendía porque. Apenas había entrado en la habitación sintió el cambio en el ambiente, o más bien, nos sintió a nosotros. La amenaza. Sus hombros se tensaron, se irguió, inclinó su cabeza para escuchar con mayor facilidad, y de esa forma sutil que la caracterizaba -casi como si mirara el mundo con curiosidad- empezó a estudiar su alrededor. La mujer a su lado pasó a un segundo plano.

Si no hubiera bajado tanto la guardia -y yo no conociera todos sus trucos- nos habría visto con facilidad. Pero ese no era el caso. Sabíamos que dependía de su sentido de la escucha más que de cualquier otro, que sus ojos podían estudiar una habitación en segundos, que su intelecto solo era vulnerado por su paranoia, y que confiaba excesivamente en su instinto.

A simple vista, era una estudiante más. Se camuflaba de la misma forma que una cría de lobo puede ser confundida con un cachorro domesticado. Nadie notando que sus afilados colmillos estaban listos para atacar.

Mirarla dolía. Me recordaba que cabía la posibilidad de que ella ya no fuera la persona que yo conocía. Me recordaba la brecha que crecía día a día entre nosotros. Me recordaba la presión en mi pecho que había sentido desde esa mañana en que había despertado sin ella en mis brazos. No era una ocurrencia extraña en ese tiempo, su reloj biológico solía tenerla levantada y entrenando al alba. Pero, ese día, algo se había sentido mal. Muy mal.

Inconscientemente lo sabía. Sabía que se había ido.

Había notado, sin darme cuenta, los cambios en su comportamiento.

Las miradas de añoranza, los momentos en que su silencio parecía ocultar mil palabras, la intensidad detrás de sus desesperadas caricias, incluso la duda de cada decisión que tomaba -ella jamás dudaba.

Ahora, se veía diferente. Su cabello lucía, por primera vez en años, el color castaño que llevaba cuando nos conocimos. Sus uñas llevaban un esmalte metalizado que reemplazaba los vinotintos que solía usar. Su ropa era mucho más modesta. Y debajo de sus ojos había un poco de maquillaje, ese mismo que odiaba usar.

Busqué sus ojos en un último intento desesperado por encontrar a la mujer que había sido mi hogar. Quizas no habia sido solo la guardia baja, parecía agotada. Al parecer, yo no era el único que no había vuelto a dormir bien. Pero ahí, en esa mezcla escarlata y avellana, se encontraba la misma mirada calculadora y astuta que ocultaba la dulzura y fiera protección que ella mantenía reservada para mí.

Había venido buscando respuestas a muchas preguntas y había encontrado la que más necesitaba.

Nuestra pequeña guerra había comenzado.

Nuestras miradas se encontraron y no tuve que tocarla para saber que su piel se había erizado. Expectante.

Nyara Moreno...

Indiferente a lo que sentía, había un hecho claro, tenía que escapar. Había una conversación que no estaba lista para tener, respuestas que no podía dar, y una vulnerabilidad que no tenía ninguna intención de sentir. Mis ojos se dirigieron a las únicas puertas del aula y me maldije mentalmente por haber elegido los asientos del centro por culpa de Zara.

LA PRINCESA DEL BAJO MUNDO [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora