CAPITULO 2

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"If God is love,

the devil is infatuation.

I have been tricked by him 

more times than I care to admit.

Lust is a poser."

Nyara Moreno...

Se han ido.

Decía el mensaje de Jena y yo sentía una familiar sensación recorrer mi espina dorsal. Suponía que un alcohólico que volvía a probar el alcohol después de años sobrio podría entender mis sentimientos en este momento. Era un vicio que volvía a tentarme. Un año de desintoxicación no parecía haber sido suficiente. Mi mente no lograba decidir entre huir o atacar.

Fuera masoquismo o adicción, la presencia de mi antigua familia me hacía sentir aterrada y emocionada. Por un lado, quería continuar esta cacería. Quería ver si aun me quieren o si habían llegado a odiarme, saber si sus habilidades se habían agudizado durante el último año, descubrir que tan bien podían defenderse en un escenario tan trivial y común donde el entrenamiento que habían recibido no servía de nada, queria ver quien ganaba en esta pequeña guerra.

Quería ver si habían cambiado.

Queria ver si reconocia en el hombre que me habia seguido hasta aqui; al niño tonto que me habia perseguido durante años.

Pero por el otro, sabía que esto sería como sucumbir a la tentación. Atacar significaria acercarme a ellos, comenzar una estrategia elaborada que haría que gravitaramos el uno hacia el otro, y pronto en su rencor, perdón, afecto, y disciplina encontraría a mi familia nuevamente. Volvería y todo aquello por lo que me había esforzado durante el último año habría sido en vano. Significaba perder y yo no perdía. Jamás.

Además, si me habían encontrado ellos, alguien más podría hacerlo. Su nombre, el de un viejo fantasma que atormentaba mis peores pesadillas, hizo que mis músculos se tensaran preparados para atacar. No, Nick habría borrado mi rastro. Jamás habría permitido que él volviera a acercarse a mi. No después de lo que había sucedido la última vez.

Respire profundamente antes de centrarme en la decisión que debía tomar. Primero, debía esconderme el tiempo suficiente para descubrir que tanta información tenían sobre mí, cuando atacarian, y en donde. Lo más probable es que aparecieran primero en el departamento que compartía con Zara y esa era la razón de que ella y yo nos encontráramos empacando maletas en este momento. Iríamos al departamento de Riley y nos refugiariamos en la multitud que atendía el karaoke en el que ella trabajaba.

Y el plan habría funcionado si cierto cazador no se encontrara en ese momento a mis espaldas.

Si era sincera, debía admitir que había experimentado el síndrome de abstinencia antes. Así era cómo había conocido a la mujer de cabello verde y ojos esmeralda que había logrado que su novio Ryan activará la alarma de incendios y me permitiera escapar. El hecho de que Zara y yo compartiéramos rasgos físicos similares había hecho que un improvisado plan pareciera calculado.

Sin embargo, eso no lo sabía él, o eso creía yo. Al voltearme logrando que una de mis dagas amenazara con degollarlo, un simple ataque suyo directo a mi muñeca me había dejado con mi daga en mi cuello y mi espalda golpeando contra su pecho. - ¿Ibas a alguna parte?

Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil.

Y mil veces maldito porque el roce de sus labios en el lóbulo de mi oreja me hacía imposible pedirle que se detuviera. En otro momento, en otra vida, en una memoria... una daga no se habría encontrado presionada contra mi cuello sino su mano mientras me hacía girar para que sus labios rozaran los míos con esa violenta ternura que solo él era capaz de evocar.

Logan Reyes...

Otro dia, otro dia, otro dia. La moneda giraba burlonamente entre mis manos recordandome mis múltiples fallas en encontrar a cierto pajarito que había volado demasiado lejos. La psiquiatra seguía hablando sin parecer molesta por mi falta de atención. Sin saber que solo seguía viva porque había hablado con cierto pajarito antes de que este se perdiera. Una vez me diera la información que necesitaba, podría prescindir de ella. - Encontramos a Nyara, señor - dijo uno de mis guardias entrando en la pequeña habitación.

O podría prescindir de ella mucho antes de lo esperado.

El pajarito volvería a su jaula y ese era el momento en el que la psiquiatra tenía que volver a abrir su boca. - Logan, estás obsesionado. Esto no va a parar, necesitas tus medicinas. - Casi reí ante su ingenuidad, mi pajarito se habría bufado burlona al ver a esta mujer que pensaba que podía darme órdenes. Mi pajarito había sonreído igual que yo cuando la bala atravesó la cabeza de la psiquiatra.

- Llama a Tiana, dile que empaqué maletas, sus atenciones ya no son requeridas. Traeré a mi pajarito de vuelta.

Nyara Moreno...

El trance terminó cuando sentí como se preparaba para hablar, para pedir una explicación que me negaba a darle. Quería saber porque me había ido, sin embargo cómo podría explicárselo si no había palabras en mi garganta. Mi boca jamás había sido honesta, era una especialista en mentir, engañar, y manipular. Mi cuerpo, por el contrario, resultaba un libro abierto.

Y él lo sabía.

Eso le había salvado años atrás, esa mañana en la cual mi daga amenazaba su cuello; mi ira y arrogancia solo ocultando humillación, miedo, y curiosidad.

Y en ese entonces, aunque no conociera el motivo como sucedía en este instante, se había dedicado a mirar a través de las palabras. Sus manos viendo la poca fuerza que llevaban mis amenazas, la fanfarronería de la que se jactaban mis movimientos. Así había terminado con mi propia daga en mi garganta y sus labios a punto de susurrar en decadencia.

Podía perder y ganarlo todo.

Admitir que había huido porque estaba asustada de lo que podría pasarle a él o a cualquiera de los once. Admitir que había huido porque aun me perseguían los recuerdos de esa noche de abril. Admitir que había huido porque a veces me asustaba la falta de remordimiento ante la sangre que manchaba mis manos. Admitir que había huido porque quería saber que se sentía tener una vida normal.

Y aceptar que cada segundo que había pasado en este lugar me había hecho sentir como una mujer perdida. Contenta pero absolutamente entumecida.

Tan miserable como un adicto en rehabilitación.

Y el tiempo no me hacía olvidar la droga que me faltaba, sino desearla con más fuerza.

Por un instante sus labios me hicieron considerar perder y ganarlo todo, pues esa mezcla de dopamina y oxitocina era lo que más anhelaba.

Pero Noche Blanca jamás aceptaría el fracaso y me lo haría pagar con sangre.

El trance se había roto y, antes de que Nick pudiera pronunciar palabra, el infierno se desató. Un golpe directo a su nariz para luego utilizar su fuerza en su contra hicieron que pronto se encontrara en el suelo y mi atacante fuera Noa. Fuerte, atrevida, y feroz Noa. La mujer que había sido alguna vez mi enemiga, luego mi igual, y actualmente la segunda al mando. Todos nuestros combates terminarían en empate si su ira no la dominaría.

El precioso color dorado de su cabello solo era igualado por su intensidad para sentir.

Y el odio en sus ojos en respuesta a mi sonrisa arrogante me otorgó una victoria rápida.

Y luego cayó Sebastian.

Y después Sephora.

Seguida por Leo.

Cris y Will.

Veronica.

Diana.

Diego.

Tome la maleta mientras veía a Nick levantarse dispuesto a pedir una revancha. El combate terminaba en el momento que uno de los contrincantes terminaba en el suelo. Él había perdido, esta victoria me pertenecía, pero su postura me recordaba que nuestra pequeña guerra apenas comenzaba. Los dejaría jugar un poco más... antes de atacar.

Salí por la ventana, huyendo por la escalera de incendios. Sabía que Zara debía estar esperándome.

LA PRINCESA DEL BAJO MUNDO [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora