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— ¿Estás seguro de que no hay pistas? — Darren caminó dentro de la casa, sin tocar nada, intentando encontrar una mínima pista.

— No, niño — Respondió Robertson, el jefe policial de este caso — Mira, la señora Ellis investiga y yo busco las pistas. Tu trabajo es defender al demandante, eres un abogado; no un criminalista, no sé que haces aquí.

Darren ignoró el comentario y siguió caminando por la casa sin hacer ningún ruido. La casa era grande, sin duda los McCarthy eran unas personas de mucho dinero.

Entró a todas las habitaciones, intentó encontrar algo, pero no había nada.

No había ni una sola pista, y aunque ya le habían dicho aún quedaba cierta esperanza.

Robertson miraba con mucha atención el periódico, leyendo cada línea. Parecía que en cualquier momento tendría, literalmente, los ojos en el periódico.

No le prestó mucha atención y volvió a revisar inútilmente, de todos modos no sabía mucho del tema.

Robertson se levantó y se acomodo la gorra. Abrió los ojos como platos y leyó muchas veces la hoja, tantas que perdió la cuenta. Volvió a sentarse.

Darren se dio por vencido y se sentó al lado de Robertson, mientras tomaba un poco de agua que había en la nevera.

Aunque estaba caliente y posiblemente envenenada... pero tenía sed.

Los ojos de Robertson iban de un lado a otro pero leía la misma línea. Aún no salía del shock.

Darren pensó que quizá a un narcotraficante lo habían matado y luego huído en su bote de oro o algo así, últimamente esas eran las únicas noticias que le importaban al policía obeso.

— ¿Qué pasa, Robertson? — Dijo el muchacho poniendo una mano en su hombro.

— Eh... — Tragó saliva — Mira esto — Señaló un artículo.

Darren agarró el papel y lo primero que leyó fue la fecha, era un periódico muy viejo, no tenía sentido que se emocionara tanto por algo que pasó hace cinco años.

Cuando estaba a punto de leer el artículo que señalaba, alguien tocó la puerta.

Darren se levantó y caminó a la puerta. La abrió lentamente, esa puerta de madera pesaba más de lo que parecía.

Al otro lado de la puerta se encontraba una niña.

Parecía tener unos ocho años. Era extremadamente adorable con su vestido verde y su cabello rubio.

Parecía una pequeña Tinkerbell. Sonreía, sonreía abiertamente. 

— ¿Qué pasa, pequeña?

Robertson volteó la página, no se había dado cuenta de que el artículo no había terminado.

— No encuentro a mi mami — Hizo un puchero pero rápidamente fue reemplazado de nuevo por la sonrisa — Y no conozco a nadie, soy muy pequeña, así que vine a ver si podían ayudarme — Sus palabras no concordaban para nada con la sonrisa y felicidad que representaba su cara.

Era muy contradictorio, la verdad.

Robertson terminó de leer el artículo y allí sí sintió que se desplomaría al piso. Tenía problemas desde pequeño, si descubría algo de gran magnitud podría desmayarse.

Y sentía que iba a hacerlo.

Darren, ajeno a lo que le pasaba a Robertson, seguía mirando a la niña con cierta confusión, sin embargo, la dejó pasar.

— Claro que te ayudaremos, linda — Le sonrió y pasó sus manos por su cabello, haciendo que se despeinara un poco.

La niña peinó su cabello rápidamente con las manos y miró a Robertson que seguía mirando la hoja en shock total.

— ¿Le pasa algo? — Señaló al policía, ladeando la cabeza e intentando buscar una explicación.

Darren vio a Robertson y frunció un poco el ceño. Se acercó a él lentamente.

— ¿Robertson? — No se movió — Robertson, amigo — Lo llamó un poco más alto. Él parpadeó varias veces y lanzó el periódico a otro lado. Aunque no fue muy lejos porque no tenía muchas fuerzas.

— Eh... — Comenzó a balbucear. No podía ser posible, él sabía que lo que había leído no tenía sentido.

Darren recordó a la niña y se incó frente a ella. La niña sonrió abiertamente de nuevo.

— ¿Cómo te llamas? — Le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

La niña abrió la boca dispuesta a responder la pregunta pero Robertson interrumpió, se levantó del sillón y se escuchó un chillido, algo raro si todo se veía súper caro en la casa.

— Darren — Estaba sudando — Tengo algo importante que decirte.

La niña jaló la camisa de Darren, odiaba quedarse con la palabra en la boca.

— ¿Qué cosa? — Miró a Robertson.

Robertson empezó a jadear tratando de normalizar su respiración.

La niña volvió a jalar de su pantalón y esta vez Darren sí la miró.

— Te estaba respondiendo... — Explicó la niña. Robertson le tocó el hombro a Darren ya más calmado — Me llamo Claire Ellis — Dijo rápidamente.

Y Robertson dijo al mismo tiempo:

— Claire Ellis no existe.

Inocente #PBMinds2016 #CarrotAwards2017 [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora