Cap. 2. -¿Donde estoy?

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Pasaron los días, yo no había podido hablar con mis padres, ni siquiera contestan mis llamadas. Me he dado cuenta que estoy sola desde siempre. Me encontraba en mi habitación a punto de salir para encontrarme con la doctora quien me llevaría con especialistas. Al abrir la puerta ahí estaban ellos, los productos de mi imaginación, con la misma sonrisa de siempre, esta vez traté de ignorar lo que me decían hasta que sentí una fuerza extraña jalando mi mano hacia a dentro de la casa.

-¡Déjenme! ¡Tengo que ir con los especialistas hoy!

¡No iras! ¡No tienes nada!

No te soltaremos.

¿Qué era esta fuerza? Se sentía tan real que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Una vez que estaba en el suelo, muchas voces comenzaron a aparecer: unas voces eran más fuertes, otras apenas las escuchaba, sentía que la cabeza me explotaría. Como pude salí de la casa, chocaba contra las paredes, esas voces no paraban, veía a la gente alejarse de mí, comencé a gritar y a correr, me caí al suelo y al abrir los ojos lo único que vi eran muchas luces y caras de gente que no conocía, las voces comenzaron a sonar tan fuerte que hubiera deseado morir en ese preciso momento. No supe que hacer así que me revolqué en el suelo esperando a que estas desaparecieran.

-¡Vamos agárrenla!

-¡Súbanla rápido!

No sabía lo que estaba pasando, yo seguía revolcándome en el suelo hasta que alguien me tomó bruscamente y me subió a un lugar frío y sólido.

Cuando las voces desaparecieron yo abrí los ojos y me encontraba en un cuarto sucio lleno de polvo.

-¡Qué hago aquí!

-¡Hey! ¡La número doce acaba de volver en sí! –Gritaba un hombre que pasaba frente a mí.

-Loca, estas aquí por agredir a aproximadamente siete personas. ¿No lo recuerdas? Ibas gritando en toda la calle y golpeando a quien se pusiera en tu camino.

-¿Esta es la cárcel?

-Esta es la cárcel de retrasados como tú, eres la número 12, al igual que todos los que están aquí tú puedes gritar pero no te dejaremos salir, estas avisada –dijo dándose media vuelta para retirarse.

Escuchaba voces, esta vez no eran dentro de mí imaginación, eran voces de las personas que estaban en otras celdas, gritaban de diferentes maneras, algunas gritaban que no están locas, otras pedían ayuda desesperadamente.

No sabía qué hacer, quería llorar, no podía creer que personas tan malas existían como para encerrar a seres humanos como si se tratasen de animales. Yo no lo hice intencionalmente, es más, ni sabía lo que estaba haciendo, yo sólo estaba estampándome contra las paredes, no agredí a nadie.

Pasaron días, la verdad no sabía cuántos, era un tormento estar ahí, perdí la noción del tiempo, había algunas veces que era tanta mi desesperación que me golpeaba en la paredes o llegaba a imaginar que podía abrir las paredes para sacar a todos de aquí.

-Número doce, ten tu comida. –Dijo un hombre aventando al suelo un plato con restos de comida.

-Quiero salir, ellos me dicen que alguien vendrá a rescatarme y a todos los demás también.

-Valla, ya estas más loca de como llegaste.

No sabía lo que estaba diciendo. Me sentía pésimo, había pasado tanto tiempo desde que yo me había duchado, las voces de las personas que estaban en otras celdas eran parte de mi tormento, ya no podía distinguir mis voces internas.

En las paredes veía caras que hablaban en un idioma desconocido para mí. Un día esas voces subieron tanto de tono que tomé mi cabeza entre mis manos y comencé a golpearme fuertemente en el suelo, así como esas voces habían subido de tono, mi esquizofrenia también había subido a otro nivel.

Voces que nadie escucha.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora