Tres

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Catherine se hizo a un lado para que Henry pasara. Sin notarlo, él se había parado justo aun lado de ella por lo que, al no saber que ahí estaba, había chocado contra él provocando que ambos cayeran al piso. De inmediato Henry se alarmó. No podía creerse que no recordara lo que Catherine tenía y maldijo por lo bajo. En cambio, Catherine soltó una pequeña risa. No es que no le doliera el golpe, pero la hacía sentir bien que al menos una persona la tratara por igual. No con un trato especial, en cierta forma. Henry tomó ambos brazos de Catherine y le ayudó a ponerse de pie, hecho esto, ella lo sujetó mientras le decía hacia dónde dirigirse. Avanzaron por el largo pasillo central de la casa y se detuvieron en una puerta marrón. Catherine tomó el picaporte y lo giró. La puerta se abrió dejando ver la amplia colección de libros que posaban en las repisas de la biblioteca. Estiró la mano y prendió la luz. La luz tenue dejaba entrever que, si antes parecía una "amplia" colección, se había equivocado. Decir amplio era incorrecto. «Extenso» sería más adecuado. La habitación estaba repleta de ellos, desde el suelo hasta casi llegar al techo. Catherine se soltó y caminó hacia el pequeño sofá del centro de la habitación. Henry la siguió y se sentó a un lado de ella aun contemplando la variedad de libros.

—Estamos en la biblioteca, ¿verdad? —preguntó Catherine haciendo que Henry por fin le prestará atención.

Asintió.

—Sí —dijo al checar su pequeño error— Esto es magnífico, ¿Son tuyos? —Decía mientras devolvía su vista a las estanterías.

—La mayoría, sí. Los demás son de mi padre.

—Wow —fue lo único que pudo articular.

—Sí, wow. Pero bueno —comenzó ella, haciendo que él devolviera la vista— dime, ¿Qué haces aquí? —preguntó ella.

—Ya te dije, recordé que habías ido al médico esta tarde y quise saber cómo te había ido.

— ¿A medianoche?

—Bueno, sí.

—Dime el verdadero motivo Cooper —utilizó su apellido esta vez y continuó— No me creo eso que te hayas interesado por mí.

—Está bien —soltó un suspiro, resignado— No lo sé. Me dirigía a otro lugar, pero sin querer conduje hasta aquí.

—Fue más convincente lo del doctor —dijo y rio.

—Es enserio Catherine. Conduje hasta aquí sin querer. Lo juro.

—Pero, ¿por qué harías algo así?

—No lo sé. Tal vez necesitaba hablar con alguien —dijo mientras se encogía de hombros.

— ¿A si? ¿Y por qué yo y no otro de tus amigos? — ¿Se estaba considerando su amiga? Se preguntó Henry. Se conocían desde hace dos semanas, la amistad no llegaba tan pronto.

—No lo sé. Irradias algo tranquilizador. Algo que te hace pensar que todo estará bien.

Después de eso, se quedaron callados. Henry no podía creer lo que había dicho. Él no era así. Bien, digamos que un poco, pero siempre lo guardaba para el mismo. No le gustaba expresarse de tal forma que vieran a través de él. Cómo cuando miras a la otra persona a los ojos. Los ojos te hacen ver lo más profundo del alma de aquella persona, se podría descubrir a la otra persona con tan sólo una mirada. Por eso no le gustaba que lo miraran a los ojos. No quería que descubrieran lo que había sucedido el verano y ni mucho menos sus problemas. Pero Catherine, era Catherine. Ella le hacía decir lo que con las demás personas se callaba. Sus sentimientos flotaban alrededor de él, diciéndole que necesitaba contárselo a alguien. Pero Catherine no era la indicada, por el momento. Necesitaba conocerla más y saber que era lo que pasaba. Por lo pronto se limitaría a no dejar que sus verdaderos pensamientos salieran a la luz.

Miradas ProfundasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora