Capítulo 3.

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—¡¿Qué te pasa idiota?! —exclamó mientras se lo quitaba de encima, fue lo único que pudo hacer al reaccionar.
—Me encanta que te pongas así —dijo tratando de volver a acercarse.
—A mí no me vuelvas a tocar otra vez —respondió mientras le daba una fuerte cachetada. —Me vuelves a tocar y te vuelvo a dar otra y llamaré a la policía. No soportaré más tus juegos —luego de eso se marchó sin decirle nada más.
—Pero que mujer, bueno estoy seguro de que ella caerá a mis pies —se dijo mientras reía y sobaba su mejilla.
En casa de Astrid.
—Pero que día el de hoy, no aguanto a ese niño riquillo pervertido —se quitó los zapatos y se lanzó a la cama. —Pero ya me ingeniaré una forma para que deje de molestarme —se dijo a sí misma mientras apagaba las luces de la mesa de noche para poder dormir. Debía mantener su empleo, su hogar y su integridad como mujer sin rendirse a los pies de ese pervertido e iba a ser una tarea muy complicada.    
Al día siguiente.
Jamás suele esperar sorpresas y menos en su espacio de trabajo, pero al llegar había muchas cajas que parecían contener regalos costosos dentro y un oso de peluche gigante en la silla. De todo lo que se esperaba en su escritorio había muchas cosas que le parecerían más reales que lo que veía delante de sus ojos.
—¡¿Pe… pero qué?! Aquí qué pasa —se sentía algo confundida, pero tenía el presentimiento de saber de lo que esto se trataba.  
—Solo es una pequeña disculpa por lo de ayer, sé que no fue nada correcto y quiero compensarte —sabe que esa voz que escuchó detrás de ella al decir eso no podía tratarse nada más y nada menos que del idiota de su jefe. 
—No necesito nada de ti —voltea a verlo con desprecio. —Y si querías disculparte unas simples sinceras palabras hubiese bastado, no soy de esas mujeres a las que crees poder comprar con tu dinero. Y saca éstas cosas de aquí por favor —señaló. —Necesito espacio para trabajar —luego de decirle eso y dejar las cosas en claro continuó su camino hasta la siguiente oficina para entregar unos documentos al departamento de verificación. 
—Joder que dura que es, pero da igual, esa mujer va a ser mía de una u otra forma, quizá sea un reto y estará muy difícil —se dijo Nathan a sí mismo. —Pero qué estoy diciendo… —hizo silencio durante unos segundos. —yo amo los retos —sonrió de manera ególatra.
Con Astrid.
—¿Puedes creer lo que hizo? —le preguntó Sara.  
—Que me importa, él solo quiere comprarme o algo así, tú sabes que no soy de esas, además no soy de enamorarme mucho —respondió y continuó acomodando los documentos en sus respectivas carpetas.
—Ay tú siempre con tus cosas, yo si le hubiese aceptado todo eso —dijo Sara mientras le daba un mordisco a una barra de chocolate.
—Habla bien Sara y deja de comer tanto chocolate te hará daño y te pondrás gorda —afirmó al verla. 
—Ay amiga déjame ser feliz total moriré feliz y el chocolate no me hace nada de daño ¿Acaso no ves mi figura esbelta? —se echó a reír sabiendo que para nada tenía una figura de envidiar.
—¿Cuál figura? —se echó a reír Astrid también. —Yo no te veo forma —bromeó.
—Tengo más curvas que una pista de carrera —afirmó Sara.
—Mejor dicho, baches, estás noventa sesenta revienta —no se contuvo y soltó unas carcajadas.
—Sí, que gracioso —dijo sarcásticamente. —Pero bueno al fin y al cabo no hablamos de mí sino de ti ya necesitas a un hombre en tu vida.
—Pues será cuando... —de repente llamaron a su celular y no pudo terminar la oración. —Al rato hablamos Sara debo contestar —le dijo y cogió el teléfono. —¿Hola?
—Hola, esto… soy Alex ayer fui a la entrevista ¿Me recuerda?
—Ah sí por supuesto, le envié un mail diciendo que usted había quedado seleccionado para el puesto de trabajo —respondió con amabilidad.
—Sí por supuesto, solo llamaba para estar seguro de cuándo exactamente debía ir a comenzar.
—Pues… bueno ahora mismo necesito toda la ayuda posible porque hay mucho trabajo ¿Puedes venir hoy? —le interrogó al ver todo el papeleo que tenía por hacer con el corto tiempo que había de por medio.
—Sí, por supuesto voy en camino ya mismo —afirmó de inmediato.
—Perfecto aquí lo espero —colgó el teléfono y continuó con la jornada laboral. Una media hora después Alex se apareció por la oficina.
—Bienvenido —le dijo al verlo.
—Muchas gracias —este le respondió con una sonrisa. 
—Venga le mostraré el lugar y le presentaré a algunas personas —dijo Astrid. Su intención era que él pudiese familiarizarse un poco antes de entrar de lleno a su espacio laboral.
Luego de haber hecho eso.
—Ah y usted debe ser el jefe ¿Verdad? —le dijo Alex a Nathan cuando lo vio.
—Sí, yo mismo soy —dijo con una mirada de desprecio total.
—Mucho gusto —dijo Alex mientras estiraba su mano para saludarlo. Nathan dejó a Alex con la mano estirada.
—Pues creo pensar diferente a usted —respondió de mala gana dirigiéndole una mirada fría. —no tengo el gusto de verlo aquí en realidad, puede irse por donde vino, o quizá pueda ayudarlo a encontrar la salida para que se largue. 

El idiota y guapo de mi jefe. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora