En el avión.
—Bueno creo que te he dicho suficiente por si nos preguntan algo referente a nosotros sabremos cómo responder —dijo Nathan mientras se recostaba en su asiento y soltaba unos papeles en la pequeña mesa del avión. Astrid por primera vez en su vida podía diferenciar entre vuelos comerciales y clase Premium.
—Sí, bueno igual y solo fingiremos —dijo ella mientras ponía su atención a una revista que estaba ojeando. Nathan se levanta y se posiciona delante de ella, aunque de principio no parece sospechoso.
—Estás equivocada no es solo fingir, todo debe ser o al menos parecer muy real para que los empresarios puedan estar convencidos —dijo mientras se acercaba a Astrid.
“Creo que se está acercando mucho, esto comienza a ser incómodo y eso que no hemos llegado a la empresa —pensó ella”.
—Si queremos que esto funcione debe ser lo más real posible —Nathan impuso sus reglas en ese momento sin que Astrid se pudiese dar cuenta, su plan marchaba a la perfección y eso le causaba un éxtasis.
El viaje fue bastante corto y al llegar al aeropuerto de Nueva york no hizo falta moverse demasiado lejos de la puerta de salida del parqueadero de aviones.
—¿Son ustedes el señor y la señora McCarthy? —preguntó un mayordomo de la empresa sosteniendo un cartel con su identificación.
—Sí, nosotros somos —respondió Nathan como siempre queriendo acaparar todas las respuestas y conversaciones.
—Bien acompáñenme por aquí —señaló el mayordomo para llevarlos afuera y hacerlos ingresar a la lujosa limusina que habían enviado para recogerlos.
—Estoy nerviosa —le dijo a Nathan ya que no tenía a nadie más a quien expresar lo que sentía en ese momento, aunque sabía que el hecho de decirle no iba a calmar sus nervios.
—Tranquila todo saldrá bien solo cálmate y ten confianza —respondió. No parecía la respuesta de un chico joven, rico e inmaduro, parecía estar bien metido en su papel, aunque si se empezaba a sentir un poco más segura de sí misma. Le es difícil leer los sentimientos y personalidades, pero él suele ser fácil de interpretar cuando actúa.
Ya en la empresa.
—Bueno ya vamos a la oficina, ¿Cómo me veo? —preguntó Nathan.
—Elegante —respondió ella sin tener muchas referencias de otros chicos. Jamás había visto a uno tan guapo como él, bien vestido con un porte de elegancia total, joven y ambicioso, pero sobre todo controlador y no solo mentalmente, sino que ese aspecto que se gasta enloquece a cualquier mujer que se atraviese en su camino, incluyendo a Astrid que sin pensarlo comenzaba a caer en su juego con algo tan simple como su voz.
—¿Y yo cómo ve veo? —preguntó humildemente, aunque con la guardia arriba por si acaso algún comentario ofensivo o pervertido.
—Hermosa así que cálmate —afirmó. La tomó de la mano y posteriormente entraron a la oficina —Buenos días señores —dijo él con esa caballerosidad y amabilidad que ella jamás había visto en él con anterioridad.
—Vaya, buenos días señor McCarthy lo estábamos esperando con ansias —respondió el empresario.
—Lo mismo puedo decir señor Harrison —respondió Nathan con un tono amable.
—Y qué bonita es su esposa —afirmó el señor Harrison al ver a Astrid lo que la hizo sonrojar y poner aún más nervosa.
—Muchas gracias señor Harrison es un enorme gusto poder conocerlo —le dijo de manera formal.
—Lo mismo digo señorita —expresó el señor Harrison extendiendo su mano para saludarla. —Ah pero cuales son mis modales, les presento a mi hijo Brock Harrison, a mi hija Clare Harrison y a mi esposa Jane Harrison —señaló.
—Un gusto conocerlos a todos —dijo Nathan. Se veía tan tranquilo y sereno como si esto fuese parte de su rutina diaria.
—Sí, lo mismo digo que gran... —Brock toma la mano de Astrid y la besa dejándola más impactada de lo que ya estaba.
—Un gusto conocerla señorita McCarthy —dijo observándola a los ojos luego de besarle la mano.
—Gra… gracias —contestó con los nervios de punta por no saber que más hacer en una situación así.
“Pero este maldito qué se cree besando la mano de Astrid —pensó Nathan en ese momento”.
“Qué lindo es el señor McCarthy —se dijo Clare a sí misma. —Lástima que esté casado o sería mío”.
—Bueno ustedes son nuestros invitados, el mayordomo los llevara al hotel de lujo de la familia, en la noche todos cenaremos juntos para conocernos mejor —dijo el señor Harrison y las cosas volvieron un poco más a la normalidad. —Ya luego podemos comenzar a hablar de negocios, un placer tenerlos aquí.
—El placer es nuestro señor, nos vemos en la noche —dijo Nathan. Volteó a ver a Astrid con enojo, pero ella no tenía idea de por qué esa molestia evidente en él. Camino al hotel él estaba muy callado casi no parecía ser el pervertido de siempre, ella seguía pensando que había hecho algo mal y por eso él estaba molesto por lo que fue incapaz de romper el hielo hasta llegar al hotel.
—Vaya me parece que dimos buena impresión —dijo ella al llegar para dar apertura a una conversación normal entre ambos.
—Eso creo, pero también creo que causaste buena impresión con ese chico Brock —sonaba celoso y molesto. En su mirada se reflejaba un poco de enojo.
—Ay vamos no te pongas así, tú y yo no somos nada esto solo es trabajo y nada más solo eso —respondió sin darle gran importancia al asunto.
—Como digas, solo no te quiero ver cerca de ese hombre, quiero que estés a todo tiempo aquí conmigo.
—No soy tu niñera —dijo un poco enfadada, no quería volver a caer en su actitud y sus trucos de mujeriego.
—Pues ahora lo eres —dijo mientras reía. —Harás todo lo que pida. Le cogió de la cintura con firmeza y su respiración era acelerada como si estuviese deseando algo al verla a los ojos.
—Eres mía pequeña —dijo proclamándola como su mujer.
—¡Suéltame pervertido! —pronunció, pero sin conseguir soltarse de sus manos.
—No lo creo —la besó y mordió sus labios suavemente con deseo y ambición. —Aquí te quedarás.
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El idiota y guapo de mi jefe.
Storie d'amoreAstrid es una chica joven de veinticuatro años de edad que trabaja de secretaria en la empresa millonaria de los McCarthy. Ella tiene una vida normal, no se lleva muy bien con su jefe, pero necesita el trabajo para poder mantenerse, aunque para ser...