EN LAROUSSE

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Una vez se encontró despierto se desesperezo estirando ambos brazos a su máxima extensión e inmediatamente después de abandonar el cómodo y mullido colchón, sobre el cual hacía varios mese no descansaba, se dirigió a la ventana enmarcada en la pared izquierda de su habitación, recorrió el par de gruesas cortinas permitiendo el paso de la luz y, desde la privilegiada posición geográfica de la gran casona con la que sus padres se habían hecho cuando solo tenía 5 años, se dedico a admirar el panorama.

Las montañas de Ciudad LaRousse, su ciudad natal se extendían a lo largo y ancho del horizonte con porte elegante y majestuoso, coronadas por un hermoso e intenso cielo azul.

Azul que irremediablemente le recordó a los ojos de ella.

Una sonora y repentina exclamación le hizo desviar la vista hacia abajo, por lo que pudo darse cuenta, Roserade, Butterfree y Masquerain se divertían en una especia de juego similar a las atrapadas mientras que Absol y Flygon parecían haber optado por descansar bajo la sombra de uno de los frondosos árboles del amplio jardín.

No pudo evitar que una leve sonrisa se le dibujara en los labios mientras se daba la vuelta para tomar asiento al borde de su cama, aun recordaba los nervios de los que había sido presa Roserade cuando era solo un Budew la primera vez que puso un pie en ese lugar, la pobre se había impresionado demasiado a pesar de que la propiedad que habían adquirido sus progenitores no era tan extensa ni ostentosa como el resto de las construcciones vecinas.

De hecho, cualquier persona ajena a él y que se limitara al interior de las cuatro paredes de su espacio personal jamás sospecharía que su residencia se encontraba ubicada en una de las zonas más refinadas de la ciudad, ya que si bien un elaborado mueble de madera y cristal donde reposaban sus listones y la copa ganada en el último Gran Festival de Hoenn era lo más destacable, el resto de su dormitorio tenía la apariencia de la de un chico completamente común y corriente.

Un televisor conectado a un reproductor de video donde observaba los concursos que su madre grababa con tanto esmero y que le servían como referencia para saber en que debía mejorar para competencias futuras, reposaba a los pies de su cama. Empotrado a la derecha de la ventana, un armario de aproximadamente dos metros de largo y uno de ancho, no entendía porque algunas de sus extravagantes vecinas e incluso algunos chicos de las casas aledañas necesitaban más, era espacio más que suficiente para almacenar su ropa y pokebolas que utilizaba como el medio de transporte de Flygon y los demás. Finalmente, pero no por eso menos importante, sobre el buro colocado a la izquierda superior de su cama y donde guardaba algunos efectos personales, una fotografía grupal del Gran Festival de Hoenn, el primero en el que había participado May, se encontraba acomodada de tal manera que era lo último que veía al irse a dormir y lo primero al levantarse.

No necesitaba nada más.

Sin poder siquiera evitarlo, su mano tomo el marco plateado que resguardaba la nostálgica imagen y casi por inercia comenzó a acariciar la figura de castaña con el pulgar; la coordinadora miraba al frente en medio de él y Harley con una amplia y franca sonrisa en el rostro.

Hace tan solo unos días que la había visto y ya la echaba de menos.

-¡Drewie!-la inesperada entrada a su habitación de una chica de larga cabellera celeste y ojos esmeraldas similares a los suyos que se arrojo sobre él de manera intempestiva lo tomo completamente por sorpresa-. ¡Eres un malvado! ¡¿Por qué no avistaste que llegabas anoche?!-reclamo-. ¡¿Es que no querías verme?!

-Ros...Roseline...-se quejo el peliverde con voz asfixiante-. No...no puedo...respirar

-¡Ah! ¡Lo siento!-se disculpo rápidamente la aludida liberando de su agarre-. Pero es que me da gusto verte después de tanto tiempo. Cuando regresaste de las Islas Naranjas solo te quedaste un par de horas y...

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