Drama familiar

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"20 de Septiembre, 1962:

Finalmente no he asistido a la boda de Adela. No comprendo qué me sucede durante estos últimos meses. Mi estado mental difiere de ser el de una persona cuerda. Tengo la constante necesidad de cometer actos crueles hacia mi hija. Menospreciarla, gritarle, incluso he llegado a insultarla. Intento controlarlo, es difícil, pero lo intento. Pero después de todo, siempre veo la imagen de mi madre.

También debo destacar, los recientes y extraños sentimientos que se producen en mis entrañas, cuando contemplo la felicidad de otras madres junto a sus hijas. Esa felicidad, esa vida, eso es lo que yo deseo. Y lo que no puedo poseer.

20 de Diciembre, 1962:

Quiero morir, no puedo creerme capaz de tales inhumanos sentimientos. Una sensación de satisfacción se apodera de mi, con las desdichas ajenas. Me siento completa cuando esto sucede, como si un fragmento de mi corazón, perdido hace años, volviera a su sitio.

Mi alma es horrible. "

Aquí termina la narración de la vida de mi bisabuela, pues según relata mi abuela en los siguientes cuadernos, se suicidó. Dejó una carta, en la que contaba con todo lujo de detalles su desdichada vida, en la que, según relataba, la imagen de su madre aparecía en cada uno de sus pensamientos, y eso no precisamente fortalecía la salud mental de mi bisabuela.

Dicen que la volvió loca. Y las malas lenguas, la tachaban de pecadora. Tanto, que se quedó con ese nombre y ella misma empezó a creérselo.

A cualquiera lo hubiese vuelto loco escucharlo entre susurros por cualquier sitio por donde caminase.

Cuando murió mi bisabuelo, comenzó a portar un hábito negro y un rostro resentido, del que no se deshizo hasta el día que abandonó este mundo. En resumidas cuentas, mi bisabuela falleció siendo la vida imagen de la furia hacia la vida y la envidia a la felicidad que le era inalcanzable.

Podría seguir leyendo fragmentos y fragmentos de diarios, tanto de mi abuela como de mi madre. Pero ambos me son irrelevantes, pues ya conozco su historia a la perfección.

Mi abuela siguió su vida, claramente afectada por la desgracia vivida en su familia. Ella y mi abuelo abandonaron el pueblo, pues la gente la llamaba "la hija de la pecadora", y no estaba dispuesta a seguir los pasos de su madre y caer en la locura.

El 5 de Noviembre de 1977, nace la mujer que años más tarde me daría la vida. El nacimiento se produjo en mitad de la carretera. Mis abuelos habían cambiado de residencia otra vez, y a mitad del trayecto, mi abuela se puso de parto. El nacimiento salió bien, y mi madre creció sus primeros años de forma sana y agradable.

Se podría decir que tuvo una infancia feliz, hasta que como en todas las anteriores generaciones, llega la desgracia.

Mi abuela comenzó a mostrar una notable negligencia hacia mi madre. Apenas hablaba con ella, la dejaba sola y permitía que presenciase sus constantes peleas con la gente.

Quizás los pueblerinos llevaran razón, y mi abuela había heredado el carácter tenaz y cruel de mi bisabuela, y seguía sus pecaminosos pasos.

Por suerte, esto empezó a ocurrir cuando mi madre ya tenía una edad algo madura, con 14 años, y supo cuidarse sola en aquellos primeros momentos de su excesivamente temprana vida independiente.

Mi madre en su juventud, allá por el año 1995, se dedicaba al teatro. Era la típica chica joven con sueños por cumplir. Claro que, su vida no tenía el contexto perfecto como para conseguirlo. Vivía sola, en un piso en los suburbios de la ciudad, con el poco dinero que sacaba entre representaciones teatrales y contratos temporales.

Como cualquier joven, tuvo sus experiencias con el alcohol y las drogas, pero lo suyo no acabó ahí.

Como en anteriores generaciones, su alma empezó a resquebrajarse.

Según relata ella en su diario, creía tener brotes esquizofrénicos. No soy médico, pero de lo poco que conozco sobre esa enfermedad, creo que no se equivocaba. Empezó a experimentar los mismos brotes que mi abuela y mi bisabuela, tanto de ira como de envidia. Solo que mi madre fue a peor, debido a su adicción al éxtasis.

Ahí no termina la cosa, aunque afortunadamente, estamos casi al final de la historia.

Empezó a prostituirse, necesitaba dinero para continuar alimentando su adicción. Y de ahí, nací yo, Greta (sí, por la actriz Greta Garbo, mi admirada por mi madre). Entre las diversas formas en las que se puede venir al mundo, la mía no es la más afortunada. Sé a ciencia cierta que nunca fui del agrado de mi madre. Al parecer, mi padre fue uno de sus clientes habituales, y ella estaba profundamente enamorada de él.

Conozco su nombre y apellidos, pero no quiero saber nada de él, ya que él no quiso saber nada de mí.

Respecto a la relación con mi madre, se repite la historia que pasó hace 60 años, pero intercambiando los papeles. Le recuerdo tanto a mi desaparecido padre, que no puede evitar odiarme y maldecir cada una de mis respiraciones.

Tampoco fui muy querida por mi abuela, su notable soberbia le hacía avergonzarse de nosotras. Nos consideraba aberraciones, sobre todo a mí, pues no me consideraba digna de llevar su sangre.

Como he dicho, llegamos al final de la historia. Hace menos de una semana, tanto mi madre como mi abuela fallecieron en un brutal accidente de tráfico.

Tendría que sentirme triste, pero no voy a mentir, ese sentimiento no abunda en mi mente.

No hay que ser muy listo para darse cuenta de que mi destino es acabar como ellas, pero eso no sucederá mientras pueda evitarlo.


Crónicas de un pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora