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Mis pequeñas manos recorrían curiosas las teclas de ese aparato tan amplio, no sabía de que se trataba. Al hundir uno de mis dedos, un sonido brusco salió a flote. Probé otra vez, pero aquí el sonido había cambiado.
Cada bloque blanco hacía un ruido diferente, me gustaba.
Intenté apretando al mismo tiempo dos de esas cosas y el sonido que salió cautivo todo en mí.
-Eh, ¿qué haces Isa?- mi papi se sentó junto a mí
-Mira papá, suena bonito. -volví a a apretar.
-oh, si. Muy bonito cariño, ¿sabes que instrumento es? -negué con mi cabeza- es un piano. Tu tocas sus teclas y la música sale, puedes tocarlo toda las veces que quieras mi sol.
-Me gusta, ¿lo podemos llevar?
-No cariño, es muy grande para casa pero siempre que vengas aquí puedes tocarlo.
-Esta bien -dije algo apenada.

Años después.

Eran las 5am y hacía un buen rato que estaba sentada en la cocina mirando a la nada.
Había probado escuchando música o tomando un té, girando la almohada en varios sentidos o hasta dándome una ducha. No había nada que me hiciera ir a dormir de nuevo, estaba tan ansiosa que a cada rato miraba la hora y deseaba que ya pasará el tiempo.
Pero todo se debía a algo: Hoy sería mi primer día en la Academia F. Litzs, la cuál era una de las mejores de Europa. De allí salieron grandes concertistas que tuvieron mucha trascendencia en el ámbito de la música, y yo sería una de las privilegiadas que podría estudiar allí, esto explicaba mi enorme bola de nervios.
Principalmente, desde niña sólo un instrumento me llamó la atención, el piano usado de la tienda de mi padre (nadie quería comprarlo). Me dedique, poco a poco, tiempo para tomar clases sobre como tocarlo y luego, cuando iba a la tienda me servía de práctica, hasta que finalmente en mi séptimo cumpleaños mis padres me lo regalaron y así añejo y todo se convirtió en mi compañero de vida.
Y en la actualidad sigue siendo ese mismo piano el que uso, aunque muchas veces me ofrecieron comprar un teclado pero no lo acepte, no producen el mismo sonido ni aunque sean de los mejores.

-Cariño ¿Qué haces? -mi madre estaba parada en el umbral de la puerta mirándome raro- aún falta media hora para que suene el despertador.

-Lo sé, sólo que estoy muy nerviosa.

-Tu no te preocupes, irás a dar lo mejor, Nada será tan malo como crees. -era sorprendente lo mucho que una madre podía conocer a sus hijos, siempre sabían donde estaba el problema.

-Es que, ¿mira si no sé lo suficiente? O ¿Qué tal si un profesor es demasiado estricto y malvado?

-Uff, no te vayas de mambo Isa, ya te he dicho que alguien mas malo que tu vieja instructora no vas a encontrar -me reí un poco, tenía razon. La Sra. Kisprer había sido lo mas bruja que conocí, y yo de afortunada, con seis años tuve que someterme a su mala enseñanza. Porque nadie discute que no haya sabido tocar, pues era excelente, pero no sabía explicar y me trataba como si fuera la peste.- Escucha, ve a arreglarte mientras preparo un buen desayuno. Luego despierto a tu padre para que te lleve, ¿te parece?

-Esta bien -dije ya rendida al plan de mi madre- pero solo quiero café.

-Mmm eso ya lo veremos.
Subí a mi habitación y apenas entre la alarma comenzó a sonar.

Me había duchado con prisa y al salir me aliste con un pantalón ajustado negro, una remera roja tres cuartos y sobre ella un abrigo verde oscuro que realmente abrigaba.

Mis padres estaban desayunando en silencio, y sin poder evitar a "ráfagamamá" debí comerme 3 tostadas con queso aparte del café

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Mis padres estaban desayunando en silencio, y sin poder evitar a "ráfagamamá" debí comerme 3 tostadas con queso aparte del café. Luego, como si no le fuese suficiente con intervenir en mi desayuno, me estranguló con una bufanda.

-Papá dile algo, me asfixia.

-Los padres hacemos todo por su bien -me sacó la lengua por detrás de la cabeza de mi madre.

-A callar, que se les hace tarde. -le dio un beso a papá y otro muy sonoro en mi mejilla sin dejar de acomodar ese trapo- buena suerte.

-Chau Annie. -me despedí llamandola por su nombre, se iba a enojar.
Pero antes de cualquier reproche, corrí al auto.

Estaba parada frente a la imponente entrada de doble escalera de la academia.
La emoción me recorría de pies a cabeza al punto de querer saltar de felicidad, y lo hice, pero termine chocando con una chica bajita y pelirroja que me miró mal. Maldita, había interrumpido mi momento feliz.
Al entrar seguí los carteles que indicaban donde estaba secretaría, dentro una mujer me recibió sonriendo y me ayudó a ubicar mis clases para luego darme los horarios que tendría ese semestre, no parecían tan complicados; además había muchos talleres opcionales, incluso algunos eran de dibujo y fotografía.
Realmente me estaba gustando la primera impresión de la academia, aunque hay que ver como sigue después. Entre todo, podría dedicarle mas tiempo, más cursos y saldría con un título universitario, tenía todo planificado.

Mi primer clase había sido historia de la música, si bien no estaba mal pero me resultaba aburrido; luego tuve una pequeña presentación en uno de los grandes salones y allí pude ver los profesores que había en cada clase. Los cursillos parecían interesantes, sobre todo los de fotografía aunque muchos chicos se habían anotado con sólo ver a la profesora. No los culpo, era joven y la mas rescatable dentro de todas; el resto tenían a profesores que eran ya mucho mayores.
El director iba nombrando a cada uno y hacia que clases debian ir. Cuando me tocó a mí nombro a un profesor que no habían presentado, pero evidentemente todos sabían quien era porque comenzaron a murmurar
-Ehh, bueno seguiré nombrando y a quién le toque con el profesor Bell se retira, hasta mañana que vendrá de nuevo. Lamento este inconveniente -¿Qué? Estaría en casa antes de las 10 de la mañana. Esto era injusto, el resto tendría mas materias mientras yo debía irme. Sin contar, que al parecer, mi profesor era un verdugo.
Genial primer día.

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