La perrera

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Había caminado por horas, mis patas no querían seguir sosteniéndome, las calles estaban solas, de vez en cuando el sonido de los carros a toda velocidad me hacía saltar de miedo. A veces tenía que correr porque algunos vagabundos me perseguían, de todas formas eran fácil de esquivar, a duras penas podían mantenerse de pie, se tambaleaban como si estuvieran caminando por una cuerda floja.

Las calles comenzaron a llenarse de personas, algunas caminaban tan rápido que no se percataban de mi presencia, otros parecían odiarme y trataban de golpearme. Mis reflejos eran muy buenos, aunque no pude esquivar un puntapié sorpresivo.

En una esquina encontré un lugar curioso, las personas salían con animales. Me acerqué sigilosamente, una mujer esbelta que cubría sus ojos con lentes de sol, llevaba en sus manos un perro, pequeño, ojos grandes y saltones, color marrón; Parecía asustado, pero la dueña lo mimaba y acariciaba como a un bebé.

Curioso, acerqué mi pata y empujé la puerta, entre por el pequeño orificio gracias a mi pequeño tamaño, observé la tienda, habían muchas cosas para animales, collares, jaulas, cama, juguetes. Me sorprendió ver prendas de ropa para nosotros, era algo inusual, a fin de cuentas nos agrada estar libres.

Había un señor gordo de lentes, limpiando la mesa, supuse que era el dueño. Rápidamente comencé a explorar el nuevo lugar que me causaba curiosidad, había una puerta enorme que tenía un aviso con letras llamativas, no sabía leer, así que no le preste atención, coloqué mi pata en la puerta y la empuje, estaba abierta. Moví mis cortas patitas y entré a la nueva habitación.

Al llegar allí mis ojos no podían creer lo que veían. Había muchas jaulas, de distintos tamaños, todas juntas en una hilera. En todas habitaban muchos perros y gatos, de diferentes tamaños y colores. Todos parecían alborotados, hablaban a la vez, no podía concentrarme y me acosté, hundiendo la cabeza en mis patas, en eso, alguien notó mi presencia e impuso orden.

-¿Quién es nuestro nuevo amigo?-gritó una de las gatas con voz de mando.

-Supongo que es un gato callejero con poca suerte como nosotros-respondió un perro a la derecha.

-No tengo nombre, ni tampoco hogar, ¿Por qué están todos encerrados en jaulas?

-Simple amiga-respondió el gato, estirando sus patas-. Ciertas personas nos toman y nos dejan aquí-camina de un lado a otro-. Muchos humanos se pasean por aquí y nos adoptan emocionados; sin embargo existe la posibilidad de no ser lo suficientemente lindos y nos dejan en el mismo lugar, con las esperanzas rotas.

-¡No, no! ¡Deshacer no!-exclamó horrorizado uno de los gatos más pequeños.

-El es Tommy, nació con un defecto y tiene problemas para sobrevivir, todos creemos que él será el siguiente en desaparecer-hace una pausa-. Cuando no sirves, te duermen, y nunca vuelves a despertar.

El mundo parecía un lugar terrible para los gatos y perros abandonados, los seres humanos parecían odiarnos y querer exintinguirnos.

Observé la fría habitación con tristeza, no había ventana alguna que dejará entrar los rayos del sol, sólo unas lámparas. Algunos perros dormían en un rincón, en el piso, otros lamían el pote de comida, intentado que por arte de magia aparecía más comida para llenar sus panzas. El gato que parecía tener voz de mando, seguía caminando de un lado a otro, su cola grande y llena de pelos se meneaba cada vez que caminaba, su pelaje era de color blanco, tenía unos enormes bigotes y un pequeño rasguño en el cuello.

En eso, la puerta emitió un chillido que asustó a todos, el gato infiltrado se escondió y observó como el hombre grande y gordo tomaba al gato blanco entre sus manos, todos los demás animales parecían entristecerse; Aprovechando la situación, salí corriendo por la puerta, el hombre de lentes empezó a gritar, parecía muy furioso, yo seguía corriendo, no quería quedar atrapado en ese lugar. Mientras una pareja entraba en la tienda, me deslicé para salir.

Por las calles de esta ciudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora