Gato callejero

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Tenía mi panza medio llena, y comenzaba a cansarme de caminar sin rumbo, esquivando las patadas de la gente, y los charcos de agua que se esparramaban encima de mi cuando un auto pasaba a toda velocidad.

Algunos mostraban piedad y me dejaban un poco de comida, aceptaba la gran mayoría, tratando de llenar mi panza hambrienta, pero nada era suficiente.

El sol se había ocultado, dando lugar a las estrellas y una hermosa luna llena, poco a poco disminuian las personas caminando por las calles, dejandolas solitarias, sólo con la luz de las estrellas. Los demás gatos callejeros salían de sus escondites a buscar algo que hacer, yo por mi parte quería encontrar a mis hermanos o mamá.

Comencé a acelerar el paso, observando a todos los gatos a mi alrededor, pero no podía mirar bien, en blanco y negro todos parecían ser iguales a mi madre. En eso, la luz de un poste iluminaba una esquina, observé a una linda gatita, con la cola más peluda que había visto en mi vida y de ojos grandes como los míos. La gata comenzó a desfilar moviendo su cola con gracia, ronroneaba exigiendo cariño y me miraba pícaramente.

-¿Qué hace un gatito como tú tan solo a estas horas de la noche?-preguntó, acercándose.

-Busco a mi mamá, ¿la has visto?-pregunté, un poco nervioso.

-Hay muchos gatos como tú en esta ciudad, es casi imposible saber quién es tu madre.

En eso, unos maullidos retumbaron toda la cuadra aturdiendo mis oídos.

-¿Qué fue eso?-preguntó, levantando sus orejas.

-Una pareja de gatos, seguramente.

Me acosté, escondiendo mi cabeza entre las patas, muerto de pena, la gatita meneó la cabeza y se frotó con mi piel.

-Te ves bien cuidado, sin rasguños, cuando seas más grande podríamos tener algo.

Emocionado, me levanté y observé a la hermosa gatita que me miraba con atención. De repente, una pandilla de gatos nos rodeó formando un círculo, la gata parecía un poco asustada, quería escapar pero no podía.

-¿Qué estás haciendo novato? ¿Coqueteándole a mi gata?-preguntó el gato más grande.

Su aspecto me aterrorizaba, podría camuflarse fácilmente por el color negro azabache de su pelaje, sus ojos negros me miraban cuidadosamente y con su cola daba unos golpecitos al piso.

-¡Habla cobarde!-se acerca, tratando de embestirme.

Me arqueé y los pelos se me erizaron, mostré los dientes, tratando de parecer lo suficientemente agresivo para alejarlo, pero el gato no se intimidaba, me examinaba tratando de buscar mi punto débil y mostraba sus colmillos afilados, indicándome que este podría ser mi último día deambulando por la ciudad.

-¡No le hagas nada!-suplicó la gata.

-Vamos a demostrarle quién manda-ordenó otro de los gatos.

De repente me había zambullido en una pelea mortal, el gato negro se abalanzo contra mí y clavo sus afiladas uñas en mi piel, maullé de dolor, quise contraatacar y clave mis pequeños colmillos en su cuello, pero fue inútil, era como si un pequeño zancudo lo hubiera picado. El gato apoyó todo su peso contra mí, dejándome con las patas arribas, indefenso, sentí sus pezuñas cerca de mi hocico, la sangre comenzaba a correr por mi cara. Acto seguido, el gato se quito de encima, uno de sus compañeros quería seguir con la paliza, reuní todas mis fuerzas y corrí todo lo que pude a la carretera, una bocina me aturdió, un camión venía a toda velocidad, moví mis patitas sin un camino establecido, hasta que caí en un hueco y perdí la conciencia por un rato. 

Una gota de agua cayó en mi cara haciéndome despertar, el dolor me agobiaba, la cicatriz me dejaba inmóvil las mejillas. Derramé algunas lágrimas, nunca pensé que la vida sería tan difícil, me preguntaba una y otra vez si podría sobrevivir antes de ver a mi madre.

Observé el alrededor, estaba todo mojado y oscuro, la basura obstaculizaba el camino y sólo se escuchaba el sonido de las gotas caer. Por una vez en mi vida deseé no tener un sentido del olfato tan bueno, el olor era repugnante, pero el hambre me atacaba, así que decidí rasgar algunas bolsas de basura en busca de comida.

Comencé a lamer algunas cosas que parecían deliciosas, o suficientes para calmar el hambre.

Luego de mordisquear un poco, empecé a recorrer el lugar, noté que mis piernas estaban débiles y tenían ciertos rasguños, apenas podía mantenerme de pie. Seguí caminando, más lento de lo normal, el agua destruía mis nervios, quería encontrar la salida más que nunca.

En eso, vi una luz, parecía la salida, caminé cojeando hacía la supuesta salida, pero el sonido de unas cosas caerse me asustó e hizo que retrocediera. Tiraron una bolsa negra junto con algo enrollado en una manta.

Curioso, me acerqué lentamente hacía la manta, era larga y parecía ocultar algo enorme. Una cola sobresalía y se mojaba con el agua en el piso, parecía un bebé abandonado, pero no creí que la maldad de los seres humanos fuera tan grande.

Acerqué a mi pata y desenvolví lo que había en la manta, mis ojos desearon no haber visto aquello tan espeluznante y mi mente deseaba borrar todos los recuerdos de esa noche.

La luz tenue iluminaba el cuerpo sin vida de una gata, gorda, marrón, sus bigotes habían sido cortados y sus ojos estaban cerrados. Sentí una conexión con el cuerpo sin vida de la gatita, mi madre lucía igual que ella.

Sólo hay una manera de averiguarlo-pensé.

Moví el cuerpo de la gata y detalle su cuello, en efecto, tenía una cadena con su nombre escrito, apodo que le habían puesto sus antiguos dueños.

Mi madre ya no estaba conmigo, su destino había sido escrito de otra manera. Observé la sangre corriendo cerca de su panza, los rasguños que habían desfigurado un poco su cara y cómo el olor de gato muerto empezaba a esparcirse por toda la alcantarilla.

Quise llorar, quise abrazarla, pero no pude. Sólo sentía impotencia, impotencia hacía aquellos que una vez la quisieron pero la abandonaron, hacía los humanos que son tan egoístas al punto de aceptar únicamente a los que son igual que ellos.

Pensé en todos esos perros y gatos que encontré en aquel lugar, en los que eran obligados a tomar una siesta eterna, en los que eran adoptados y con el pasar de los años serían abandonados en un pipote de basura.

¿Qué daño causamos a la sociedad? ¿Les molesta tanto nuestros ronroneos o travesuras?, los seres humanos son seres complejos, tan complejos que les es imposible entender nuestra naturaleza, convivir todos juntos. Si no tienes el mejor aspecto, o no luces como gato de porcelana te desechan como la basura. Si caminas por las calles, te patean, ya que invades su territorio. ¡Deberían crear un planeta solo para gatos!

Mi mamá no tuvo suerte de encontrar a alguien como esa joven de cabello rojo, que parecía un ángel, sólo tuvo la suerte de encontrar unos dueños que el dinero los cegó y terminaron echando a mi madre junto a todos mis hermanitos.

Me acosté junto a ella, por un momento deseé estar en su lugar, ya que eso significaría no seguir luchando y esquivar las maldades de la humanidad. Aunque debo admitir que algunos humanos tienen buen corazón y nos acogen como si fuéramos sus hijos, los gatos más afortunados son los que lidian con estas personas.

 Cada vez que una gota caía en mi rostro pestañeaba, tratando de soportarlo, porque después de todo mi misión había acabado, había encontrado a mi madre, sin vida, pero allí estaba, con los sueños rotos y uno que otro rasguño en su rostro.

"En memoria de mi primer gatito Sally que se fue y nunca volvió, la espera ha terminado, pero de seguro el tuvo que pasar por situaciones parecidas al gato de mi historia".

Si llegaste hasta aquí y leiste todo el cuento... ¡Infinitas gracias! :)

Por las calles de esta ciudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora