Aterrada, Mónica apagó su móvil y lo introdujo en un pequeño bolsillo escondido en su mochila. Antes de cerrarla, sacó y se guardó en el pantalón una linterna-mechero que tenía grabado su nombre en tinta brillante. Estábamos comentando lo ocurrido cuando escuchamos un grito que provenía de la fuentes de agua. Celia -recordé-. Sin pensarlo corrimos hacia allí, notando la humedad del aire y el fuerte olor a mojado que dejaba la lluvia. Me paré en secó al ver una extraña sombra que desaparecía entre los barrotes de la verja, "No será nada -pensé-." Corrí junto a los demás, que estaban rodeando a Celia y a una profesora que intentaba calmarla.
- ¿Qué pasa, estás bien? -preguntó Maite.
- He v-visto una ni-niña con la-las manos ens-sangrentadas -tartamudeaba Celia-. N-no era de es-ste colegio.
- Pediré que te preparen una tila -Dijo Maite, suspirando-. Seguro que no ha sido nada.
Antes de que Celia pudiera replicar, Maite ya se había ido derecha a la cocina. Acompañamos a Celia a un banco del polideportivo y nos pusimos a hablar animadamente. Nadie prestó atención a lo que Celia decía, seguro que era por llamar la atención -pensábamos-. Aunque no pude dejar de pensar que tal vez era cierto; nunca había visto a Celia tan asustada. Me separé un poco de los demás y me senté junto a Celia.
- ¿De verdad crees que has visto algo? -interrogué.
- No lo creo -respondió-. Lo sé.
- ¿No lo dirás para meter miedo? -pregunté, riendo levemente.
- Daniel, te prometo que lo he visto -aseguró, y noté que lo decía en serio.
Carolina apareció y nos cortó la conversación, avisándonos de que iban a comenzar las historias de terror. Pronto pasamos a formar parte del círculo formado por todos los alumnos de 3º.