Capítulo 8: Hacia la oscuridad

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Salí del saco y me estiré cuan largo era. Cuando me di la vuelta vi una figura frente a mí, vestida con un camisón blanco. La niña. Sin pensarlo, salí corriendo, atravesé todo el polideportivo hasta llegar a la puerta de infantil y entré sin mirar atrás.

Bajé por unas escaleras que estaban a unos metros de la puerta y que daban al aula de audiovisuales y a la biblioteca. Decidí entrar en la biblioteca justo cuando oí el ruido de una puerta chocando contra la pared. Me escondí tras una estantería sin apartar la mirada de la puerta. Pasaron unos minutos en silencio. Estaba a punto de salir del mi escondite cuando visualicé la figura de María, que grababa con la cámara justo en la puerta de la biblioteca.

Intenté llamarla, pero no me oía. Me asomé para que me viera justo cuando la niña apareció de repente y se abalanzó sobre ella, mordiéndola en el cuello y procurándola profundos arañazos. Me escondí de nuevo, aterrorizado, oyendo cómo el cuerpo sin vida de María chocaba contra el suelo. Podía oír a la niña golpeando y destrozando la cámara. Podía ver a la niña a través de los espacios que había entre los libros. Intenté no hacer ningún ruido. La niña dejó lo que quedaba de la cámara en el suelo y se empezó a alejar poco a poco. Cuando desapareció por completo de mi vista, salí de mi escondite.

Me dirigía hacia la puerta cuando un libro cayó detrás de mí, golpeando el suelo con un ruido sordo. Me escondí rápidamente de nuevo tras la estantería. Pude ver cómo la niña se asomaba a la biblioteca. Mi corazón se aceleró y me tapé la boca con la mano, intentando amortiguar el sonido de mi respiración. Cada vez estaba más cerca de mí, notaba el frío que emanaba de ella y pude ver su rostro con más claridad. Tenía la boca cosida, gotas de sangre seca brotaban de ahí donde el hilo traspasaba su piel, uniendo sus labios. me encontraba. Por suerte para mí, se oyó un ruido en la sala de audiovisuales. Como movida por un resorte, la niña se giró bruscamente y salió corriendo en su busca.

Solté todo el aire que había estado conteniendo e intenté pensar con claridad. Miré el libro que había caído y casi me había costado la vida, y pasé mi mirada de él a la estantería desde la cual había caído. En el suelo había unas marcas, como si alguien hubiese movido la estantería y hubiese dejado un espacio. Echando una última mirada a la puerta, decidí no arriesgarme a salir. Me acerqué a esa estantería y vi que en la pared había un hueco por el que habría cabido una persona adulta.

Decidí no acercarme y regresé hacia la cámara para coger la cinta; así podría demostrar lo ocurrido si salía de allí con vida, esta era mi única prueba. La guardé con cuidado en mi bolsillo. Estaba en la puerta de la biblioteca cuando escuché que alguien se acercaba. Sin pensarlo dos veces, me escondí tras la estantería. Se me veía demasiado.

Comencé a retroceder sin dejar de mirar a la puerta, sin llegar a entrar en el pasadizo. Seguía caminando muy lentamente hacia atrás cuando choqué con algo. Noté cómo se me erizaban los pelos de la nuca al sentir la respiración de alguien a mi espalda. Intenté correr, pero ya me había agarrado la pierna y, pegando un tirón con una fuerza sobrehumana, me tiró de bruces contra el suelo. Empezó a tirar de mí. Intenté agarrarme a cualquier cosa, zarandeando los brazos, pero ya era demasiado tarde. No sé quién, ni qué me arrastraba hacia la oscuridad. Gritaba, me retorcía, ese iba a ser mi fin.

El no InvitadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora