CONTACTO.

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Narra Mangel

Después de bastantes pensamientos acerca de éste muñeco tan peculiar y sorpresivo, fue que una voz me despertó de aquel terrible trance del cual literalmente había perdido la noción del tiempo y de mi realidad misma, un parpadeo disparatado se hizo presente en mí para enfocar la mirada al salvador o al mismo espectador de mi creciente miedo en el interior.
- Mangel, Mangel, despierta ya, tío. - Alex me repitió en sin fin de veces, tallé mis ojos con algo de furia por un intento de intentar hacer desaparecer aquel ardor que cubría los mismos gracias al trance que tuve. Ya al haber podido volver a la realidad, fue que di un gran suspiro y miré al muñeco devuelta.

- Lo intento, tío, lo intento. - Dije en un momento de estrés mientras fruncía y tallaba mi entrecejo, la ansiedad me comenzaba a consumir, también cabía mencionar que la depresión ya había puesto marcha hacia mi mente, aunque por supuesto, el miedo ya estaba tocando la puerta. - ¿Qué es lo que intentas? - Preguntó Cheeto con bastante confusión, su rostro me lo hacía notar, y con razones, mi estúpido comportamiento de niña que no supera los hacía preocupar y extrañar, aunque de cualquier forma el traer un muñeco con forma de mi mejor amigo ya fallecido no ayudaba del todo. Álvaro sólo se limitaba a mirarnos de manera nerviosa y cautelosa, probablemente por su mente se maldecía el momento en el que aceptó el venir aquí.

- Intento olvidarlo, a Rubiuh, pero salen con estas cosas y no puedoh, simplemente... noh. - Respondí con ese acento tan peculiar que se apoderaba de mi habla y de las cuerdas vocales desde que tenía memoria, jamás me había molestado del todo, pero ese no es el caso. Una lágrima empezó a rodar por mi mejilla, lo sé porque pude sentir lo tibio de ella por mi pálida y fría piel, mis manos temblaban notablemente, fue cuando Alex tomó una con fuerza.

- ¡Mangel, reacciona ya, tío! Rubius se fue, pero aún tienes sus recuerdos, han pasado más de cuatro semanas, ya debemos superarlo todos, y lo hacemos juntos, pero todo comienza con la aceptación. - Me inundó Alex de tan motivadoras y filosóficas palabras, una sonrisa fue pintada en su rostro, una amable, la cual, seguramente me daba para darme más seguridad con respecto al asunto, Alex se levantó de su asiento y caminó hacia el muñeco. - Vamos a deshacernos de esta mierda, no sé en que pensaba para creer que sería buena idea dártelo a ti. - Algo en mi, un impulso completamente inesperado me hizo levantarme de la silla y arrebatarle el mismo muñeco, sin pensarlo dos veces o sin siquiera haber podido tener el chance de hacerlo le levanté la voz. - ¡NO! - Grité a todo pulmón, lo cual me causó un sobresalto hasta a mi. - Es decir... es un presente, y no deberíamos de desperdiciarlo. - Le intenté explicar estando bastante nervioso y aún con muñeco en brazos, ¿Qué mierda hacía? - Pero tío, acabas de decir... - No lo dejé terminar cuando mi tono de voz volvió a subir todavía más. - Me lo quiero quedar y punto. - Le dije con con un poco de control, pero de cualquier forma saqué todas mis cosas incluido al muñeco y salí de su casa, me dirigí directamente a la parada del autobús y tomé asiento.

Intenté a toda gana pedir un taxi, pero ninguno pasaba, y los que lo hacían, se dignaba a simplemente salpicarme con charcos hechos gracias a la terrible lluvia que había habido. Algo dentro de mi me intentaba dar impulso de guardar al muñeco en un lugar donde no se mojara, y eso hice, lo guardé por dentro de mi valija y continué esperando señales de vida.

Sin darme cuenta de su llegada, un hombre misterioso se había sentado de mi lado, venía vestido de una manera un tanto sospechosa para ser sincero. Una bufanda que le cubría todo el cuello; un gorro que terminaba por formar una silueta o sombra al rostro de él por más poco tiempo que llevaba ahí. Estaba extrañado aún mirándole, pero yo no tenía respuesta alguna para saber de lo que este hombre trataba, no fue cuando escuché provenir e él, era una risa bastante ahogada, una risa seca, baja.... se burlaba.

- ¿Se te perdió algo? - Le pregunté de manera descortéz y molesta, pero la situación lo necesitaba. No contestó, simplemente se rió una vez más, empezaba a encontrarme la aguja en el pajar este tío.
Estaba a punto de ponerme de pie y darle la puñetada de su vida, pero antes de eso, una esquelética mano salió de su capucha, se veía completamente pálida, inclusive parecía una de muerto, aunque en cierto modo, aquella mano me hizo recordar algo, me parecía bastante familiar, aunque aún no tenía idea ni de qué. Hizo una seña con el dedo y apuntó directamente al muñeco de Rubius, pero antes de poder contestar a algo, un fuerte estruendo sonó detrás mío, o mas bien, a la distancia, unos cuantos kilómetros, un escalofrío y un sobresalto recorrieron mi cuerpo, por supuesto, me giré para intentar ver si había sido algo realmente malo. — ¿Ha visto es... — Mi mirada se centró de nuevo en la persona con quien me encontraba. Pero mi sorpresa fue que no había nadie, a excepción del muñeco, se encontraba sentado a mi lado en una posición a la que parecía verme, ni siquiera pude sentir cuando salió de mis manos, ¿Estaba alucinando? No entendía nada de lo que pasaba, pero entonces, un pequeño brillo captó mi atención, en la mano del mismo muñeco, parecía tener una pequeña medalla de oro, si, una medalla de oro... Irónico, ¿No? Me giro un momento y el muñeco que tenía en brazos aparece a mi lado sentado y un una medalla de oro en su mano, espero y que a la próxima cuando me gire encuentra un millón de euros al lado de un Ferrari.

La cadena tenía algo grabado en el, lo cual llamo mi atención, por supuesto.
Zafé de su agarre la pequeña medalla “M” no sabía su significado, pero por supuesto, debía buscar al dueño de esto, a lo que me puse de pie e intente buscar a la persona que estaba sentada a mi lado, o por lo menos su silueta, ya que no pude ni verle el rostro, pero no lo encontré, ahí sólo nos encontrábamos el muñeco, la sombrilla olvidada de aquel hombre, y yo.

El ver la sombrilla posada en la misma banca me hizo por lo menos darme cuenta que no estaba perdiendo la cabeza, había estado con alguien, y probablemente nunca más en mi vida vuelva a verlo.
Volviendo a mi primer punto del porqué me encontraba en aquella orilla de la calle en espera de algún método de transporte EL CUAL NUNCA APARECIÓ, fue que decidí emprender mi camino a pie hasta la casa; estaba lloviendo, pero para mi buena suerte, tenía la sombrilla olvidada de aquel extraño hombre, así que a provecho la abrí y la use a mi satisfacción.

Luego de unos rápidos minutos, llegué a mi hogar, apenas abrí la puerta todos los gatos me recibieron contentos, no, cuando digo "Gatos" no hablo de que ahora es que viva con mil gatos, no, sino que desde la muerte de Rubius, quedé al cuidado de Raspberry y Wilson, si, sé que podía dejarlos a cuidado de alguien más, pero no tenía corazón para hacerlo, aún menos a un desconocido, además, estoy seguro que Rubius hubiera estado feliz si yo me quedara con ellos, así que lo hice y aquí estoy.

Los gatos me recibieron con ronroneos y siendo juguetones, coloqué al muñeco en el sofá de mi casa y me senté a su lado relajando los párpados. — Hogar dulce hogar. — Dije en un suspiro, aunque algo llamó mi atención luego de tanta tranquilidad. — Algo no cuela aquí. — Dije
al ver que Jonny se encontraba completamente petrificado sentado a mis pies y observando al muñeco desde ahí, en cambio, Raspberry y Wilson se encontraban alrededor de aquel curioso muñeco de porcelana que desde hace un bastante rato me traía los pelos de punta, para mi sorpresa, los gatos estaban a su alrededor mimándolo y ronrondeándole como si es que este les fuera a cumplir los caprichos de los mimos, pero entonces, fue ahí cuando recordé aquella frase.

« Mi espíritu se encuentra en esta forma física ahora »

— Forma física... — Dije en susurros y con algo de nerviosismo, si es que eso llegase a ser real...

Raspberry y Wilson le daban la bienvenida devuelta a su anterior dueño, Ruben.



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⏰ Última actualización: Jun 10, 2016 ⏰

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"M" - Rubelangel -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora