La marioneta de la muerte

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Era una tarde lluviosa y la niebla se apoderaba de los suelos. No podía esperar más, ya quería ver su rostro sonriendo mientras miraba el hermoso anillo destinado a estar en su mano. Así que salí rápidamente de la joyería con el anillo encerrado en mi puño. Lo apretaba como si alguien me lo fuese a quitar y me dirigí hacia esa cafetería de la esquina que tanto le gusta, y en la que habíamos quedado en vernos. Me siento en lo último de la cafetería. Pedí un café y esperé durante 4 horas... Nunca llegó. Al cerrar la cafetería salgo enojado hacia la casa de sus padres donde ella seguía viviendo y me topo con la noticia. Elisa salio en la mañana y de camino a la casa perdió la vida en un accidente. mi alma se destrozó en mil pedazos. La persona que amaba ya no estaba conmigo y nunca más lo estaría. Mi depresión fue muy fuerte y devastadora. Un tiempo después no pude más y me surgió una idea. Una idea fatal y descomunal e incluso diabólica, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera por volver a tener a mi Elisa conmigo. Busqué ayuda de alguien con la capacidad de comunicarse con los muertos e incluso con la misma muerte. Con su ayuda hice un ritual para entregarle mi alma a la muerte y, a cambio, que me devolviera a mi amada. La muerte aceptó y su fría mano atravesó mi pecho, sacando una luz blanca la cual escondió entre su velo negro y desgarrado que la cubría por completo. El velo se fue desvaneciendo y dejando al descubierto un cuerpo, el cuerpo de mi amada. Estaba tan feliz de volverla a ver. Escapé junto con ella a un lugar muy lejos. Nos casamos y comenzamos una vida, pero con el tiempo su mirada era vacía y su frialdad me hizo entender que solo era una marioneta de la muerte. Ahí estaba, pero seguía muerta. Poco a poco se fué poniendo más fría y fuí enloqueciendo. Llegué a un nivel de locura insoportable y terminé por quitarme la vida. Una caída al vacío definió mi verdad. Cuando mi espíritu se levantó de mi cuerpo caminé junto a la muerte y la vi. Vi a mi Hermosa Elisa tan reluciente como siempre. Estaba tan llena de vida. Ahí entendí que sólo debía entregarme completamente para que ella volviera por completo a la vida. Entonces comprendí que si uno de los dos vivía, el otro cerca no podría estar. Que este es nuestro destino, estar separados para siempre por el muro indestructible entre la vida y la muerte.

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