Querido mejor amigo, estoy sintiendo cosas extrañas por ti desde hace un tiempo para acá. Llevo trece años conociéndote, compartiendo nuestros gustos, nuestras locuras, nuestras malas y buenas notas, nuestros mocos, nuestros problemas, entre otras...
— ¿Aló? —emití un pequeño sonido mientras frotaba mi ojo derecho, ¿a quién se le ocurre llamar a esta hora?
— ¡Lily! —gritó él, noté que estaba borracho—, disculpa por llamarte a las tres y cuarenta y cinco de la madrugada —soltó una risa encantadora—. Pero estoy demasiado ebrio y quiero decirte algo que, lo más seguro nunca podré decirte sobrio —solté una pequeña risa.
— Dime, Adam.
— ¡Te amo, Liliana Valentina! —grito él a los cuatro vientos—, y no, no te amo como amiga, te amo como un hombre ama a una mujer, y una mujer a un hombre.
Me quedé en shock, no sabía que decir, ¿estoy soñando?
¡Alguien pellizqueme!
— Te amo desde hace mucho tiempo, me encantas. Me encanta verte todos los días. Me encanta que siempre seas tú misma, y que no necesites tres kilos de maquillaje para ser preciosa. Me encanta que te preocupes por mí, que me celes, que me cuides, como si yo también te gustara. Que seas tan natural conmigo y no finjas que eres otra persona. Me encanta que me soportes tal como soy, y no me juzgues por ello. Eres tan jodidamente perfecta, Lily, estoy completamente enamorado de ti, me tienes completamente sumiso a ti. Joder, me tienes loco, no paro de pensar en ti. Me encantas tú y todo de ti. Me gustas, Liliana —soltó un suspiro—, y espero nunca perderte, porque eres lo que más me importa en este mundo.
Si antes tenía sueño, puedo asegurar que se esfumó completamente.
— Adam... —me quede sin palabras— Me estás jodiendo, ¿no?
— Jamás te mentiría con algo así.
— ¡No puedo creerlo, Adam!, tú también me gustas, pero pensé que yo no te importaba de esa manera, por Dios, ¡estoy tan feliz! —solté un chillido de felicidad— ¡No puedo creer que yo te guste, es tan maravilloso!
— ¿Lo dices de verdad?
— De verdad, sin mentiras ni mañas, tu Liliana no te engaña —lo escuché reírse.
— Te amo, Boo.
— Y yo a ti, Gatito.
— Ya me iré a casa, estoy afuera de la tuya y hace un frío horrible.
— ¿Qué? —salí corriendo a mi ventana-—¿Qué haces ahí? ¡Te vas a enfermar!
— ¡Estoy bien! —gritó desde abajo— Ya me iré a casa —yo asentí.
Llamada finalizada.
Él me lanzo un beso y empezó a caminar a su casa.
— ¡Espera, Adam! —bajé lo más rápido que pude, abrí la puerta y quedé frente a él.
— Dime.
— Te amo.
Y sin pensarlo me lancé a sus brazos para plantar un tierno beso en sus labios, de esos besos que jamás se olvidan.
Un beso lleno de amor.
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